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Columna
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La paz que quiere Putin

Una Europa desunida, donde Moscú trate bilateralmente a los países europeos sin la intromisión de Estados Unidos, es la mejor garantía que pueda desear el presidente ruso

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante una comparecencia en el Kremlin, Moscú.
El presidente ruso, Vladímir Putin, durante una comparecencia en el Kremlin, Moscú.VLADIMIR GERDO/SPUTNIK/KREMLIN / (EFE)
Lluís Bassets

Vladímir Putin dice que esto va para largo. La teoría de los estímulos para el diálogo a veces puede conducir al desvarío, sobre todo tratándose de una verdadera guerra, una escalada de horror y de muerte sin límites, como no habíamos visto las actuales generaciones europeas. Difícilmente a la paz.

Emmanuel Macron quiere darle a Putin garantías de seguridad, pero las garantías que puedan tranquilizar a Putin solo se las puede dar la victoria militar. La mayor, que Ucrania no consiga consolidarse como una democracia liberal en la que los ciudadanos gozan de un régimen de libertades y eligen a sus representantes y a su Gobierno. ¡Vaya mal ejemplo para los rusos!

Una Ucrania democrática y próspera e integrada en Europa es un vecino insoportable para el régimen que Putin ha instalado en sus 22 años de dictador. Por descontado, nada de OTAN, ni cosa que se le parezca. Las garantías de seguridad que necesita Zelenski para evitar una nueva invasión y una repetición de la guerra son precisamente las que Putin rechaza. Necesita una Ucrania vulnerable e inerme, incapaz de tomar decisiones por sí misma, a la que pueda bombardear a placer. Es una asignatura conocida en Europa central, donde los tanques limitaron durante 40 años la soberanía de los países pastoreados desde el Kremlin. No hay garantía para uno que no sea un peligro para el otro.

La anexión definitiva de Crimea es otra garantía para Putin. Pesa la historia y sobre todo las historietas: la conversión al cristianismo del príncipe del Rus de Kiev Vladímir el Grande, la conquista a los turcos por Catalina la Grande, la guerra y el sitio de Sebastopol, los palacios de los zares, la cumbre de Yalta, las playas de veraneo de la Nomenklatura soviética… Es la joya de la pasión imperial rusa y un puñal dirigido al corazón de Ucrania, según Liana Fix y Michael Kimmage (Go slow in Crimea, 7 de diciembre de 2022, Foreign Affairs). Estos dos politólogos piensan que antes cederá Donbás que Crimea, donde sitúa los intereses vitales de Rusia, motivo para una respuesta nuclear según su criterio.

Puestos a pedir garantías, también lo sería que la UE y la OTAN dejaran de entrometerse en los asuntos internos de Rusia, que es donde Putin sitúa a Ucrania. Si Trump o uno de los suyos regresa a la Casa Blanca, puede haber un presidente dispuesto a concederla. Una Europa desunida, donde Moscú trate bilateralmente a los países europeos sin la intromisión de Estados Unidos, es la mejor garantía que pueda desear Putin. E incluso le serviría a Xi Jinping para enfrentarse a cara de perro con Estados Unidos mientras Moscú se encarga de los antaño molestos enanos europeos.

No se puede hacer la paz con quien no la quiere. Una paz justa, se entiende. Putin solo vale para la paz de los cementerios.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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