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Libre de estilo
Columna
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No somos compañeros

Cuando dejas de contar lo que le pasa a la gente para jugar a destruir personas, cuando crees que tu papel es hacer caer a un presidente o a un líder de la oposición, dejas de ser periodista para convertirte en otra cosa

Russell Crowe, junto a Rachel McAdams, en una Redacción, en una imagen de 'La sombra del poder'.
Russell Crowe, junto a Rachel McAdams, en una Redacción, en una imagen de 'La sombra del poder'.

Juan Cruz, quien vivió décadas en estas páginas y todavía las lee con fruición, cuenta que Eugenio Scalfari, fundador del diario italiano La Repubblica, decía que “periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Tan sencillo. Así, periodista puede ser gente que le dice a la gente que cada vez más periodistas de cada vez más medios les mienten e intentan hacerles creer que sus bulos no son bulos, que el olor a pescado podrido es un corte de atún fresco, rojo y sabroso.

El corporativismo mal entendido hace daño a la profesión, nos convierte a todos en cómplices de la basura de unos pocos. La inmensa mayoría de los periodistas es gente honrada, que va a la Redacción o enciende el portátil en casa agobiada por esa pieza que no termina de cerrar, por ese fallo que cometió ayer, porque le falta un dato. Porque aquella toma no sirvió, porque aquel teléfono no responde.

El periodista que miente sin pudor, el que pone en marcha campañas contra personas, es la peor enfermedad del periodismo. El que no tiene que comprobar nada porque todo lo inventa, el que escribe noticias que no se producen, el que insulta, el que retuerce gráficos hasta hacerlos ininteligibles, nos ensucia a todos. Si no se cura, si esa infección se esconde porque “somos compañeros”, terminará por gangrenarse. El artículo 20.1d de la Constitución protege el derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. Para la Real Academia Española sinónimos de veraz son sincero, franco, auténtico, fiel, honesto, verídico o verdadero. Antónimos son falso, mentiroso o embustero. Los bulos no están protegidos por la Constitución, por eso no eres compañero.

Ser más o menos crítico con el Gobierno o con la oposición, ser más o menos amable, entra dentro de la libertad de prensa. Todos tenemos nuestras ideas y, mientras no engañemos al ciudadano, podemos ver la realidad según la graduación de nuestras gafas ideológicas. Pero cuando dejas de contar lo que le pasa a la gente para jugar a destruir personas, cuando crees que tu papel en este mundo es hacer caer a un presidente o a un líder de la oposición, dejas de ser periodista para convertirte en otra cosa. No somos compañeros si tu negocio es el del pescado podrido.

El perro no muerde perro no nos hace inmunes a la rabia. Al contrario, permite a esta propagarse. Cuando la mentira sale gratis, cuando la mala praxis no la corrigen ni las direcciones de los medios (algunas las alientan), cuando en las facultades de Periodismo los jóvenes ven que se dan premios a periodistas que llevan años soltando bulos, cuando quien pide que le quiten la columna al nuevo, porque molesta, se vende ante los reyes como depositario de las esencias de la profesión, cuando a la crítica se responde con el insulto y la amenaza, cuando creemos que protegiendo nuestro escritorio estaremos a salvo, entonces no veremos llegar la ola de mugre que nos llevará también a nosotros por delante. Cuando el ciudadano cree que todos mentimos, ganan los mentirosos.

Los periodistas no merecemos el respeto de nuestros compañeros por el mero hecho de ser periodistas. Como los policías corruptos no deben ser protegidos por sus compañeros o los jueces corruptos ser absueltos por los suyos. El respeto se gana haciendo un trabajo honesto, seas Pedro Piqueras o el becario de un diario regional. Más o menos brillante, pero honesto. Y el respeto se pierde. Quien ensucia, quien miente, defienda a quien defienda, no merece respeto. Los Ortega Smith del periodismo merecen lo mismo que los Ortega Smith de la política.

Nadie nos pide ser de una neutralidad y una objetividad acrisoladas. Todos tenemos filias y fobias, somos del Rayo o del Tenerife, somos más o menos europeístas, más o menos ayusistas, más o menos sanchistas. No engañamos a nadie. Podemos ser todo eso y a la vez elaborar información veraz. Sería suficiente con no mentir y no creer que estamos a salvo de la crítica, porque la crítica no es censura, ni un ataque al compañero ni la retirada de un carnet de prensa que cada vez vale menos.

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