Orgullosos de vosotros
Las protestas han conseguido que la Universidad española sea pionera en romper relaciones con las instituciones israelíes que no trabajen por la paz
En solo unos días habéis conseguido que la Universidad sea pionera en romper relaciones con las instituciones israelíes que no trabajen por la paz. Pero desde tertulias y columnas os dirán que vuestros carteles de cartón no sirven de nada, que cojáis un fusil y os vayáis a Gaza. Con vosotros se aplica una lógica que —gracias a Dios— no opera con el resto. Por eso nadie les pidió a los que se manifestaron contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco que se fueran a perseguir etarras, nadie les dice a los manifestantes provida que si quieren hacer algo significativo tapien las entradas a los abortorios, ni a las del 8-M que monten patrullas nocturnas feministas en lugar de cantar eso de “sola, borracha, quiero llegar a casa”.
Desde sedes de partidos políticos e incluso desde el Congreso os acusarán de no haber montado ninguna acampada después de los atentados del 7 de octubre, pero nadie os echará en cara no haber protestado por los 44 niños palestinos que, antes del ataque de Hamás, ya habían sido asesinados en 2023 por el ejército israelí. Porque lo de la “legítima defensa” vale solo para quienes digan la OTAN y sus palmeros.
Os dirán que no denunciasteis las masacres de cristianos en Nigeria o el Congo, que no habéis dicho nada del éxodo de Nagorno Karabaj. Como si para tener derecho a protestar por un genocidio uno debiera haber protestado antes por todas y cada una de las atrocidades que se cometen en el mundo. Como si en Palestina no estuvieran masacrando también cristianos o como si la comunidad cristiana de Israel no llevara años quejándose de la creciente hostilidad de los sionistas.
Habrá quien os acuse de estar importando otra moda de las facultades americanas, como si apoyar a Israel, que ha asesinado a más niños en ocho meses de los que mataron en todas las guerras del mundo durante el año anterior, no fuera ir a rebufo de los yanquis. Os dirán que con Ucrania no liasteis esta, como si nuestros gobiernos, empresas o instituciones no hubieran castigado a Rusia de formas en las que ni se plantean sancionar a Israel, mediante bloqueos económicos, restricción de visados a sus ciudadanos o incluso desvaríos como cambiarle el nombre a la ensaladilla. Para muestra, un botón: esta noche Rusia no participará en Eurovisión, mientras que Israel sí.
Dirán de vosotros que estáis del lado de Hamás por pedir paz y justicia. Y se utilizará contra vosotros el arma definitiva, el término desactivador por excelencia, la palabra mágica: antisemitismo. Se os llamará antisemitas por recordarnos que el conflicto entre Israel y Palestina no empezó el 7 de octubre. Antisemitas por afirmar que asesinar a 1.200 civiles es un crimen, pero que hacer pagar por ello a un pueblo entero es de ser un criminal. Y si a quien organiza y ejecuta lo primero le llamamos grupo terrorista, sería justo empezar a llamar Estado terrorista a quien hace lo segundo. Por suerte y por mucho que quieran confundirnos, la mayoría aún sabemos distinguir entre judaísmo y sionismo. La mayoría sabemos identificar sus trucos de trileros: manosear una causa tan justa como la lucha contra el antisemitismo para intentar callar a cualquiera que ose criticar los crímenes de Israel.
En estos días, se dirá sobre vuestras acampadas esto y más. Pero también estaremos los que nos sentimos orgullosos de vosotros. De que reclaméis lo que muchos queremos: hechos y no palabras para frenar lo que relatores de la ONU llaman “el primer genocidio mostrado en tiempo real por sus víctimas”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.