Netanyahu, sin moderación
La dimisión de dos exgenerales críticos llevan al primer ministro israelí a disolver su Gabinete de guerra, pero no a buscar la paz
En una maniobra política que nada tiene que ver con la voluntad de acabar con la dramática situación en Gaza, Benjamín Netanyahu ha disuelto el Gabinete de guerra que formó inmediatamente después del ataque de Hamás contra Israel el pasado 7 de octubre. Lo ha hecho tras la dimisión de los representantes de la oposición que quedaban en él. El devenir de la invasión de la Franja, que ya ha causado más de 36.000 muertos, queda ahora en manos de un restringidísimo grupo encabezado por el primer ministro israelí, sin presencia alguna de elementos moderados y con los socios más radicales de su Gobierno exigiendo tener más peso.
Tras declarar oficialmente en octubre el estado de guerra, Netanyahu incorporó a ese Gabinete al exgeneral Benny Gantz, una prestigiosa figura que representa una oposición progresista al Ejecutivo ultraderechista de Israel. Le acompañaba Gadi Eizenkot, otro exgeneral en la oposición política, defensor de la solución de los dos Estados para alcanzar la paz con los palestinos. Mientras Gantz tenía derecho a voto, Eizenkot acudía en calidad de observador, como ministro sin cartera. Con la presencia de ambos, Netanyahu enviaba a la sociedad de su país un mensaje de unidad política y de profesionalidad militar en la toma de decisiones. Además, en el Gabinete de guerra participaban generales en activo y los responsables de los servicios de inteligencia.
Ahora Gantz y Eizenkot se han marchado por considerar que el liderazgo de Netanyahu en la guerra corresponde a una política de “promesas vacías” y ha supuesto un fracaso en su objetivo de liberar a los rehenes que desde hace nueve meses permanecen en manos de Hamás. El primer ministro llegó a desautorizar a su propio Ejército cuando este anunció el pasado domingo pausas en los bombardeos para permitir el paso de ayuda humanitaria a la Franja. El ministro radical Ben Gvir fue más lejos y acusó a los militares de buscar la legitimidad internacional y de no querer ganar la guerra. Gantz, muy popular en Israel, es partidario de convocar elecciones, lo mismo que los miles de israelíes que se manifiestan regularmente para exigir la dimisión de líder del Likud, que ahora dirigirá la guerra sin voces políticas contrarias a su perspectiva.
Ajeno al sufrimiento que su estrategia está causando en Gaza, al desprestigio que le está costando a su país y a los informes que subrayan la grave negligencia en materia de seguridad que permitió los atentados de Hamás, Netanyahu sigue con las maniobras políticas de regate corto —una especialidad en su carrera— sin importarle las consecuencias. El primer ministro israelí quiere evitar perder el control de su coalición de Gobierno, la más ultraderechista en la historia de Israel, y prefiere perpetuar una situación dramática en vez de poner fin a una guerra que tiene mucho de sangrienta huida hacia adelante.
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