Pruebas y autoaislamiento para reducir riesgos en Navidad
Lo ideal es no hacer reuniones con no convivientes, pero no están prohibidas y muchos españoles las realizarán. Estas son algunas recomendaciones para que sean más seguras
Después de darle muchas vueltas, Sonia, de 39 años, ha tomado una decisión sobre las navidades. Vive en Barcelona, y volverá a Marbella a ver a su padre, de 70, con problemas cardíacos. Tomará algunas precauciones. Pasará una semana aislada, sin ir a la oficina ni quedar con gente, y un día antes de salir se hará una PCR gracias a su seguro privado, que le da los resultados en unas horas. “Aun así, estoy cagada”, confiesa. Sabe que la prueba no es garantía absoluta, que tendrá que viajar en avión —donde se han documentado escasísimos contagios, pero alguno ocurre— y en casa seguirá todas las cautelas que recomiendan las autoridades.
Igual que Sonia, hay miles de españoles que no quieren renunciar a ver a sus seres queridos estas navidades y están planteándose cómo hacerlo de la forma más segura posible. Lo perfecto para evitar el riesgo de una tercera ola de la pandemia sería obviar la Navidad. Seguir alerta, sin excepciones, sin reuniones extradomiciliarias, sin eliminar confinamientos perimetrales ni toques de queda. Aunque está previsto que esta misma semana se anuncien las recomendaciones generales, las conversaciones previas entre Gobierno y comunidades dejan bastante claro que esto no va a suceder.
El mensaje de casi todos los especialistas en salud pública, por tanto, es: “Trate de evitar cenas y comidas con no convivientes, o restrínjalas al máximo; si quiere ver a su familia, que no sea en torno a una mesa, sino al aire libre”. Todo lo demás son atajos. Pero lo perfecto es a veces enemigo de lo bueno y no se sabe hasta qué punto puede ser útil enviar solo este mensaje restrictivo, sin consejos adicionales, cuando miles de familias van a transitar por esos atajos estas fiestas. Existen formas más o menos seguras de hacerlo: no es lo mismo volver a casa después de unos días de autoaislamiento que de una intensa vida social, con o sin prueba.
Esto último genera polémica y lo cierto es que la información que transmiten las autoridades no ayuda a sentar una postura. El Partido Popular ha reclamado a Sanidad en el Parlamento que se hagan PCR a quienes se vayan a mover. De momento, ninguna de las comunidades autónomas que gobierna ha implementado esta medida. Sí lo va a hacer Canarias, la autonomía con menor incidencia, que está preparando protocolos para hacer pruebas a los canarios que vuelvan a casa por Navidad. Baleares, la segunda con mejores datos, pagará test voluntarios durante el puente de la Constitución a quien llegue desde la Península y estudia qué hacer de cara a la Pascua, informa Lucía Bohórquez.
La postura del Gobierno central, a priori, es no realizarlas de forma generalizada. La secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, explicaba en una entrevista a EL PAÍS que no debe calar en el imaginario colectivo que las pruebas son un tratamiento. La semana pasada, su departamento mandó un correo electrónico a las comunidades autónomas con algunas propuestas, que poco más tarde se filtraron a la prensa. En el e-mail aseguraba que no se planteaban realizar PCR a los estudiantes que regresan a sus viviendas habituales por las complicaciones logísticas. Pero el comité que estudia una batería de actuaciones comunes en toda España tiene esa posibilidad sobre la mesa.
Entre los expertos hay división de opiniones. Por un lado, existe el temor de que quien se realice una prueba piense que está fuera de peligro. No es así: existen falsos negativos y en el periodo de tiempo entre que se hacen las pruebas —no todo el mundo cuenta con un seguro que dé los resultados de la PCR el mismo día— y el que se llega a casa puede producirse un contagio. Además, durante el periodo de incubación, hasta cinco días antes de que el virus dé la cara, estos test no lo detectan. Tampoco es lo mismo cualquier tipo de test. Las PCR son las pruebas más fiables, incluso sin síntomas, pero resultan logísticamente más complicadas y suelen tardar más. Las de antígenos, más baratas e inmediatas, pierden confiabilidad si la persona no tiene signos del virus. “Pero también es cierto que en estos casos la capacidad para contagiar es menor”, reconoce Ana María García, catedrática de Salud Pública de la Universidad de Valencia.
José Antonio López Guerrero, director del grupo de Neurovirología de la Universidad Autónoma de Madrid, explica que están a punto de aprobarse unas pruebas rápidas caseras, como una que acaba de autorizar la Administración estadounidense, que sería algo parecido a una PCR, con la diferencia de que en 30 minutos se tiene la respuesta y que no hay que introducir un hisopo en la profundidad de la nariz, sino que se puede sacar una muestra de forma mucho menos invasiva. También hay algunos test con saliva. Si se aprueban en España de aquí a las navidades, hacerse uno justo antes de una reunión sería una opción aceptable, en opinión de López Guerrero.
La mayoría de los consultados (media docena de epidemiólogos y virólogos) reconoce que una prueba es mejor que nada si alguien piensa volver a casa sí o sí, siempre que se tengan muy claras sus limitaciones y no se relajen las precauciones, las seis emes: mascarilla (uso de mascarilla todo el tiempo posible), manos (lavado de manos frecuente), metros (mantenimiento de la distancia física), maximizar ventilación y actividades al aire libre (mantener las ventanas y puertas abiertas en la medida en que sea seguro y factible según la temperatura), minimizar número de contactos (preferiblemente siempre los mismos) y “me quedo en casa si tengo síntomas, diagnóstico o contacto”.
Lo que hace Sonia, que vuelve a ver a su padre en Marbella, es seguramente lo más sensato si está decidida a volver: una mezcla de autoaislamiento y una prueba. “Está muy bien que las personas limiten al máximo las interacciones sociales de 10 a 14 días antes de las reuniones, pero no todo el mundo puede. Sería conveniente que las empresas propiciaran el teletrabajo cuando fuera posible”, asegura Andrea Burón, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública.
Otra limitación a este autoaislamiento, más allá de que el empleo no lo permita, se produce en las familias con niños. Quique Bassat, epidemiólogo y pediatra del instituto de salud ISGlobal, explica que durante las clases la situación está “bastante controlada”, ya que “funcionan bien” los protocolos de notificación y aislamiento cuando surge un positivo. “Pero en las navidades estos niños estarán en contacto con otros, con menos control, irán de unas casas a otras, de abuelos o vecinos porque sus padres puede que estén trabajando, y hay que ser especialmente cuidadoso cuando tengan contacto con personas vulnerables”, señala.
El peligro de las aglomeraciones
La secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, ha hecho este lunes “un llamamiento a la responsabilidad y a la prudencia” de los ciudadanos tras las aglomeraciones registradas el fin de semana en los centros de distintas capitales, como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga, por las compras de Navidad y el encendido de las luces navideñas. Calzón ha recomendado “evitar las aglomeraciones” en las calles estos días para evitar un empeoramiento de la situación de la pandemia de la covid-19 en España. “Esto no ha acabado”, ha advertido.
Lo cierto es que, como cuenta Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología, no existe mucha evidencia de cómo funciona la transmisión del virus en aglomeraciones al aire libre. “Hay distintos gradientes. Las imágenes de aglomeraciones generan mucho impacto. Todo depende de cuánta gente haya, las medidas de seguridad y el tiempo que se pase expuesto. Aunque se hayan registrado momentos con muchas personas, al ser exteriores, al existir medidas como la mascarilla, al producirse contactos durante poco tiempo, porque te vas moviendo, no hay evidencia de un riesgo enorme. El problema es lo que va acompañado. Si hay mucha gente en la calle Preciados significa que hay mucha gente entrando a tiendas, y si no respetan los aforos, eso sí puede ser más peligroso”, explica. Aquí la situación cambia: son interiores, es frecuente que se toquen muchos objetos que después no sean desinfectados y el riesgo de que se produzca una transmisión del virus sube.
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