La violación múltiple de La Manada que cambió la historia de España llega a las pantallas: “Existió una versión distorsionada”
Netflix estrena el 1 de marzo el documental ‘No Estás Sola: la lucha contra La Manada’, de Almudena Carracedo y Robert Bahar
—Hay una cosa que diferencia esta historia de las miles de historias de violencia sexual que nos rodean todos los días: lo que desató. Lo cambió todo.
La historia es la violación múltiple que perpetró La Manada la primera noche de los sanfermines de 2016 y quien habla de ella es Almudena Carracedo, codirectora y coproductora junto a Robert Bahar de No Estás Sola: La lucha contra La Manada, que Netflix estrena el 1 de marzo. Una anatomía de aquella agresión sexual para la que “existió una versión distorsionada de la historia, en parte por las apariciones de la defensa de los ahora condenados [el abogado Agustín Martínez Becerra], por las tertulias mediáticas y las filtraciones interesadas”. Ahora, en 102 minutos de vídeo, hablan quienes nunca lo hicieron en un mosaico que es el relato de los hechos probados: “Las personas que acompañaron a las víctimas, que lo vivieron, y las propias víctimas”.
Carracedo habla en plural porque ese documental no solo es la agresión de La Manada en Pamplona. Camina hacia atrás, cuando José Diego Yllanes asesinó a Nagore Laffage en 2008; engarza la otra agresión conocida de José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Antonio Manuel Guerrero, y Jesús Escudero, en un viaje en coche entre Torrecampo y Pozoblanco, el 1 de mayo también de 2016, y cruza a ese “terremoto” en las calles al que la directora alude y que supuso un nuevo paradigma, político, legislativo y social, en materia de violencia sexual en España. Todo, anota la directora, “con la luz verde de las familias y en permanente contacto con ellas”.
Y con la luz verde de un equipo de expertas, con tres años y medio de trabajo, 50 horas de material audiovisual, más de 1.000 horas de material de archivo y más de 60 horas de entrevistas. Desde periodistas o activistas hasta la fiscal de aquel juicio, Elena Sarasate; la agente 455, la primera en llegar al banco donde ella se sentó tras salir del portal —”me agarraba muy fuerte el brazo y me decía que no la dejara sola”, recuerda mirando fija a la cámara—; o Pablo de la Fuente, el agente de la Policía Foral de Navarra que pasó cientos de horas escudriñando los móviles de Prenda, Cabezuelo, Guerrero, Escudero y Ángel Boza —”yo lo que hago es que me meto en sus vidas, es como si hubiera viajado con ellos desde que salieron de Sevilla. Conocía sus expresiones, conocía todo”, narra frente al ordenador—.
También ellas, las mujeres que en el documental simbolizan “las más de 1.300 millones que según la ONU han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida, una de cada tres en el mundo”, apunta la directora. Laffage está a través de su madre, Asun Casasola. La víctima de la agresión de Pozoblanco habló por teléfono con Carracedo y Bahar, aunque con otro nombre —Paloma—, “para proteger su identidad”, explican; y también por eso, su relato lo narra la actriz Carolina Yuste. Y la de ella, la mujer de la violación en Pamplona, suena a través de Natalia de Molina, “leyendo sus declaraciones durante el juicio, las cartas que envió a los medios de comunicación”, anota Carracedo. Pero no solo. Porque la voz de ella —Lucía, en el documental—, está en todas las demás.
Está en la de Ana Fernández, la trabajadora social que la acompañó a un apartamento, la que le planteó llamar a su padre y a su madre: “Llamó pero no pudo, se bloqueó, empezó a llorar, y fui yo un poco la que hablé con la madre. Habían oído cosas, había salido en la televisión, pensando: ‘No será mi hija’... Y se encuentran que era su hija”. En la de Ángel Beortegui, el comisario de la Policía Municipal de la capital navarra que no quería ver el vídeo: “Me dijo el juez: ‘Miras el vídeo y luego me llamas’. Vi el vídeo, llamé al juez. Me dice: ‘¿Qué piensas?’, y los dos llegamos a la misma conclusión: no era la primera vez que lo hacían”. En la de Teresa Hermida, su abogada, cuando narra cómo se entera la familia de la primera sentencia, la de la Audiencia Provincial de Navarra: “En la cocina de su casa. La chica se viene abajo, el padre se viene abajo, y la madre dice: ‘No nos podemos quedar así, tenemos que seguir adelante”. O en el estallido de las decenas de manifestaciones que se sucedieron a lo largo del proceso.
En cada una hay una parte de esa historia, y dicen Carracedo y Bahar que “encierran a la vez una perspectiva de todas las historias de violencia sexual: cómo respondieron las instituciones, cómo trabajó la policía, cómo la defensa armó una estrategia sustentada en la cultura de la violación [”¿qué tenía que hacer la denunciante? Simplemente decir que no. Claro que no es no, pero para que sea no, hay que decir no”, se ve argumentar a Martínez Becerra, el abogado de ellos, en su último alegato ante el Supremo], o cómo la fiscal, Elena Sarasate, lo desmontó con el conocimiento de cómo opera la violencia, qué produce y qué consecuencias tiene en las víctimas. También de la capacidad de transformación que tiene la respuesta social.
Y grabar a todas aquellas personas fue, para Carracedo y Bahar, algo parecido a volver a 2016. Les ha ocurrido más veces, porque estos cineastas llevan años dedicándose a producir documentales que tienen que ver con la historia y cómo va mutando, con el compromiso social. Su documental anterior, El silencio de otros, recogió más de 40 premios internacionalmente, entre ellos un Goya y dos Emmy (incluyendo mejor documental), además de entrar en la shortlist de los Oscar. Previamente, Made in L.A., sobre tres mujeres en situación irregular en los talleres de costura en Los Ángeles, había obtenido también un Emmy y llegó a proyectarse en el Congreso de EE UU.
Este nuevo trabajo, sobre todo para él, ha supuesto un cambio. El “aprendizaje” sobre la violencia sexual fue “colectivo”, dice el director, pero “distinto”, para él y quizás para otros hombres: “Nunca había pensado mucho en cómo me siento yo a las once de la noche en la calle solo, pero viendo todo el proceso, estos más de tres años, vemos la universalidad. Te hace revisar tus propias actitudes y experiencias, cómo contribuyes a que este mundo no sea como es. Algo bonito es que hay muchos hombres de referencia, luchando. Mi proceso durante la producción fue un poco como funciona una película: te da una experiencia y después de vivirla hay un cambio por el que ya no puedes mirar el mundo de la misma forma”.
El bombardeo de hechos es constante a lo largo de todo el documental, pero tiene un pico: la irrupción en la pantalla del #Cuéntalo, el movimiento en redes sociales que inició con un tuit la periodista Cristina Fallarás la tarde del 26 de abril de 2018, cuando se conoció la primera sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra, que condenaba por abuso y no por agresión a La Manada. Llamaba a las mujeres a contar lo que habían vivido. “Y es dificilísimo contar, porque antes de contar cómo te violaron, te lo tienes que contar a ti misma, y ya contártelo a ti misma te rompe en pedazos”, asegura Fallarás en el documental.
Hubo 2,9 millones de tuits de 790.000 mujeres en 14 días. De forma voluntaria y durante siete meses, un equipo de 10 analistas del Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC por sus siglas en inglés) limpió y clasificó aquel aluvión de acoso, miedo, agresiones y maltrato. Con ellos también trabajaron Carracedo y Bahar. Y ella elige ese momento como el más difícil.
El BSC les dio alrededor de 250.000 mensajes. Los dejaron en unos 2.000, catalogados por dónde y quién había cometido la agresión, luego hubo que leerlos todos de nuevo. Dice la cineasta que intentando seleccionarlos “no duraba ni 10”. Tenía que dejarlo un rato, llorar, volver: “Te parte por dentro. ¿Cómo puede existir esto? ¿Esta violencia sexual contra la mitad del mundo, en todos los pueblos de este planeta todos los días? Es algo muy difícil de poder comprender. El #Cuéntalo te lo planta delante de manera desgarradora”.
Recordar ese movimiento, el documental en sí mismo, “es para reflexionar a nivel colectivo, pero también individual. Cuál es nuestra responsabilidad, qué hacemos, cómo afrontamos esta realidad”, coinciden Bahar y Carracedo. Una realidad que cambió de alguna forma hace casi ocho años y que para la productora tiene que ver exactamente con el título: “No estás sola porque nos ha pasado a muchas, porque tienes acompañamiento ahora por ley, y no estás sola porque estamos aquí para ti, y somos millones. Por eso tiene un rasgo de esperanza”.
Una palabra que aparece también en los últimos minutos del documental a través de Izaskun Gartzaron, de la Oficina de Atención a Víctimas de Delitos: “Este caso para mí deja esperanza ante la impunidad, es un triunfo. No la sentencia: que ella tenga su vida”. La que también tiene la mujer de Pozoblanco. Y la que no tuvo Nagore Laffage por algo que la fiscal del Supremo Isabel Rodríguez recordó durante su última intervención en el alto Tribunal por la sentencia de La Manada: “No se puede exigir a las víctimas actitudes peligrosamente heroicas”.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de todas las violencias machistas —de la física a la sexual, la psicológica o la económica—, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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