El precio lo pone usted
Marcos Martín, dibujante de 'Spiderman', y Brian Vaughan, guionista de 'Lost', publican en internet 'The private eye', un cómic donde se paga la voluntad
“Marcos y yo nos conocimos todavía en el siglo XX, cuando él y Muntsa Vicente, su increíblemente talentosa media naranja, vivían a media manzana de mi estudio en la calle 10 de Manhattan. Desde el primer momento me quedó claro que Marcos, además de ser uno de los mejores dibujantes de la historia del cómic, era también un gruñón obstinado en llevar la contraria. Nos entendimos de fábula", así explica Brian Vaughan, guionista de la teleserie Lost, la vieja relación entre un escritor neoyorquino y un dibujante barcelonés que, décadas después, ha fructificado en The private eye, un cómic que hará historia.
“Siempre habíamos querido hacer algo juntos a nuestra manera, con la mínima inferencia entre lectores y nosotros”, recuerda Vaughan. “Cuando hablé con Marcos sobre la idea de un cómic ambientado en unos Estados Unidos futuristas donde ya no existe internet, su primera sugerencia fue distribuir la historia exclusivamente online. Esto es lo que significa colaborar con Martín”.
Hoy Vaughan está en Hollywood escribiendo para Spielberg y Martín en Barcelona, desde donde dibuja las aventuras de Spiderman o Daredevil, un mago del dibujo, premiado con los máximos honores del comic, como el premio Eisner, y que se lo rifan en las editoriales Marvel y DC.
La tecnología permite la distribución masiva y el precio mínimo
“Yo quería una distribución más justa para creadores y lectores. Las nuevas tecnologías nos lo permite”, explica Martín. “Internet nació con sus propias reglas. Las editoriales del cómic aún no ha podido descifrar cómo lograr dinero en internet. Nosotros queremos probar si éste es un sistema viable. Mi idea era sacar el cómic en varios formatos (pdf, zip, rar) sin encriptacion ni protección alguna y un método de pago libre; que cada cual pague lo que quiera".
"Hay que adaptarse a las reglas de Internet. Se creó en unas condiciones que no permite una concepción muy financiera", añade el creador. "Eso está bien y hay que aceptarlo. El pago lo dejamos al criterio del lector; pero sí tenemos claro que funcionará como cualquier otra transacción dentro del sistema capitalista. Si no da beneficio, se dejará de hacer, como cualquier otro cómic impreso. No pasa nada. Eso es lo bonito del proyecto, que es el lector quien decidirá".
The private eye le ha llevado a Martín un año de su trabajo. "Es arriesgado, porque un cómic significa una dedicación muy grande, sin saber qué rentabilidad tendrá, pero en la posición en que estamos nos los podíamos permitir. Más el guionista, porque a menudo trabaja con varios encargos a la vez. Mayor problema tiene el dibujante. Jamás ha habido uno de primera línea que se haya arriesgado así. Es casi imposible llevar dos colecciones a la vez. En mi caso, durante un año me he dedicado solo a The private eye, sin ingreso alguno. Todos mis ahorros, puestos en esta aventura, aunque sabiendo que si fracasa el proyecto me cogerán otra vez en Marvel o en otro sitio. No me moriré de hambre. Espero”.
The private eye apareció el martes pasado, solo en Internet. Sin protección, con descarga gratuita y en tres idiomas a la vez: inglés, catalán y castellano. "En ocho horas llegaron 30.000 visitas, aunque no todas se lo bajaron". Siete días después, el 80% de las personas que se descarga el cómic, paga. Lo mínimo han sido cincuenta centavos y lo máximo 125 dólares, aunque lo habitual oscila entre uno y tres dólares.
El 75% de las visitas provienen de Estados Unidos, seguido de España y Reino Unido. “Por lo que vemos, el segundo número saldrá seguro; el tercero, ya veremos”. El objetivo es llegar a las diez historias del protagonista Pi. “Me atrae el cambio de paradigma entre lector y creador. Ofrecemos el producto y el lector decide el precio. Nada de intermediarios", dice Martín.
“De momento, solo somos dos vejetes tecnológicamente incompetentes y que no tenemos ni idea de lo que hacemos, así que, con toda probabilidad, esta web se estrellará minutos después de estrenarla”, barrunta Vaughan en el epílogo del cómic. “Si no lo hace será gracias a José [Sánchez de Ocaña], un gran amigo de Marcos, que nos ha ayudado a crear una web clara y minimalista. Tanto a Marcos como a mí nos entusiasman las webs tipo Kickstarter, pero por ser autores ya establecidos no nos parecía justo pasar el sombrero sin un producto acabado y listo para compartir”.
Martín advierte que es un cómic clásico colgado en Internet. Nada de bocadillos interactivos o en 3D. “No es un pase de diapositivas, ni un storyboard animado. Son opciones totalmente legítimas pero para mí no son cómics, son otra cosa”.
No cree que su apuesta sea un golpe a la industria editorial tradicional. “Somos dos personas nada más. Si funcionara muy bien, quizás influiría algo, pero me cuesta imaginármelo, aunque sí esperamos abrir otro camino. Internet me parece una salida muy lógica para los creadores. El cómic nació para ser el más popular y masivo de los entretenimientos, pero se ha reducido el mercado y las editoriales suben precios para compensar. Estamos en un punto que se cobran cuatro euros por 20 páginas de cómic. No es mucho para la gente en general, pero sí para ese público al que originariamente iba dirigido el cómic. Es un camino peligroso, que lleva a la desaparición del cómic o una existencia residual. La tecnología permite la distribución masiva y al precio mínimo”.
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