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Las dificultades del ‘enanismo empresarial’ colombiano

Los negocios con menos de 10 empleados conforman el 95% de un tejido con limitaciones de productividad

empleados de rappi
Trabajadores en una tienda de alimentos en Bogotá, Colombia, en septiembre de 2024.Nathalia Angarita (Bloomberg)
Camilo Sánchez

Los colombianos trabajan muchas horas pero producen poco. Los estudios de diversos organismos refrendan la paradoja. Una explicación recurrente pasa por la composición del tejido empresarial. El 99,5% de los negocios encaja en la etiqueta de mipymes, el acrónimo para englobar a las pequeñas y medianas empresas. Un enjambre de emprendimientos con plantillas de menos de 200 empleados. El asunto, sin embargo, se asemeja a una matrioska, esas muñecas rusas de madera empotradas una dentro de otra.

Una mirada detenida muestra que el 95% son microempresas, unidades con menos de 10 trabajadores. Un tamaño, para los expertos, insuficiente a la hora de incentivar el dinamismo empresarial. Un hecho que, además, despierta preocupación porque se trata de un pelotón enorme de compañías vulnerables a los imprevistos y vientos huracanados de la economía. La realidad señala que con alguna frecuencia son proyectos que languidecen en el intento de sostenerse. Con todo, son las mayores empleadoras del mercado laboral. Absorben un 65% de la fuerza activa. El gerente de la consultora Sectorial, Alejandro Escobar, recuerda, sin embargo, que su aporte al PIB del 35% está muy por debajo de su potencial.

Se trata de una distorsión vinculada a las características de las mipymes. Un puesto esquinero de empanadas, un restaurante, una tienda de insumos agropecuarios en un pueblo, o una zapatería de barrio, por ejemplo, suelen enfrentar problemas para acceder a créditos grandes. Dificultades para dar el salto y comprar máquinas o aumentar su plantilla. “Por su tamaño no alcanzan a capitalizar”, sintetiza el veterano economista Jorge Iván González.

“También es un tema de tecnología”, añade el exdirector del Departamento Nacional de Planeación. “Si uno revisa las condiciones de los talleres de automecánica en Colombia, llega a la conclusión de que en general podrían tener mejores máquinas. Les permitiría competir más. Basta con ver la logística en Corabastos, la mayor central de abastos del país y una de las más grandes de Latinoamérica, que funciona como en el siglo XIX. O nuestros servicios de trasteo o reparación doméstica. Nada que ver con los europeos, donde los camiones tienen asistencia de brazos hidráulicos y bandas eléctricas para mover la carga en las bodegas. Son detalles que marcan la diferencia”.

Un informe publicado este mes por Sectorial señala que las microempresas facturan menos de 2.100 millones de pesos (unos 450.000 dólares) al año. También que, de las 134.000 compañías que se constituyen, el 99% tienen menos de los ya mencionados 10 empleados: “El nivel de productividad de nuestro país en los últimos 18 años ha decrecido. El ritmo de crecimiento de las empresas es muy lento y no tenemos a nivel regional ninguna dentro de las diez medidas por tamaño de capitalización”, explica Alejandro Escobar.

Colombia, un país con reglas administrativas abundantes, plantea un gran reto para las mipymes. Es la opinión de Ana Fernanda Maiguashca, presidenta del Consejo Privado de Competitividad: “La escala se vuelve relevante en un entorno donde los requisitos de formalidad son una carta tan importante para las empresas”. ¿Son más productivas por el simple hecho de ser más grandes? Su enfoque es que se desenvuelven mejor dentro del enjambre normativo. “La encuesta Emicron del DANE muestra que a mayor tamaño, la productividad por hora persona trabajada mejora. Los negocios crecen y se incorporan más empleados”.

También se suele argumentar que el “enanismo empresarial” es una realidad regional. Investigaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), ente aglutinador de las democracias más avanzadas del mundo, han puesto énfasis en el tema. “El principal factor que contribuye al crecimiento más lento de los países de América Latina y el Caribe es su rezagada productividad. Esta conclusión se deriva del análisis de otros componentes cruciales que influyen en el producto agregado, a saber, el capital humano y el físico”, se lee en el informe del banco multilateral publicado este año bajo el título ¿Listos para despegar? Aprovechar la estabilidad macroeconómica para el crecimiento.

Las conclusiones del documento son, en buena medida, extrapolables al caso colombiano. Sostiene que las políticas públicas imponen ciertas facilidades fiscales para formar empresas o establecimientos pequeños. Es un arma de doble filo. Si bien es cierto que es una herramienta que ha buscado amortiguar el empleo informal, también ha supuesto un incentivo para que las empresas se aprovechen de estos impuestos preferenciales. “La mayoría de las contrataciones en Colombia ocurren de manera informal”, remata la directora del Servicio Público de Empleo, Paula Herrera. Cuenta que se ejecutan a través de amigos o familiares. Una lógica de contratación que no siempre es la adecuada para mejorar el capital humano, o las competencias y habilidades que ayuden a las empresas a espolear su productividad.

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Sobre la firma

Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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