Gabo vuelve a casa: el archivo del Nobel viaja desde Texas para su primera exposición en Colombia
Cientos de documentos, fotos y objetos del escritor colombiano, resguardados desde 2014 en la Universidad de Austin, se suman a archivos de periodistas y amigos del Nobel en una de las muestras más completas sobre su vida


La directora de la Biblioteca Nacional de Colombia explica que, aunque la institución ha alojado 10 exposiciones sobre Gabriel García Márquez, ninguna es tan completa, “tan rica”, como la que abre en Bogotá este miércoles 23 de abril. “Llevamos dos años trabajando en esto”, cuenta ella, Adriana Martínez-Villalba, a un pequeño grupo de reporteros en la puerta de la muestra. A su lado habla Jaime Abello, viejo amigo del Nobel y director de la Fundación Gabo, con tono de orgullo: “nunca me imaginé que íbamos a hacer en Colombia la máxima exposición sobre la vida de Gabo, y la estoy viendo. Esta es una exposición irrepetible”.

La emoción tiene sustento. García Márquez falleció en 2014 y poco después su familia vendió cientos de piezas de su archivo a la Universidad de Austin. Desde entonces solo se han expuesto en esa ciudad tejana, en 2020, y en Ciudad de México, en 2022. Son estos archivos los que, una década después de la muerte del Nobel, llegan por primera vez a Colombia, el país de nacimiento del escritor. Acá se encontraron con otras memorias: los documentos, fotos y objetos que han guardado la Biblioteca Nacional, la Fundación Gabo, el periódico El Espectador y muchos amigos del escritor. Por eso “acá esta exposición alcanza su esplendor”, dice el sociólogo Álvaro Santana-Acuña, curador de las tres exposiciones y autor del libro Ascenso a la gloria: cómo se escribió Cien años de soledad y se convirtió en un clásico global.
Todo se sabe: el cuento de la creación de Gabo, la exposición en la Biblioteca Nacional, reúne 450 documentos en siete salas: hay manuscritos del joven novelista, las primeras ediciones de sus libros, varios de sus artículos en revistas latinoamericanas, sus cartas personales a novelistas y políticos. Hay objetos ya muy conocidos, como la primera edición de Cien Años de Soledad, o la foto de Gabo sonriendo al lente, con un ojo negro, después de aquella famosa pelea con Mario Vargas Llosa. También se expone la conocida carta que, en 1982, le envió la revista The New Yorker rechazando publicar su cuento El rastro de tu sangre en la nieve. Pocos tiempo después, ganó el Nobel.

Luego está un Gabo menos conocido. La exposición muestra por primera vez la edición que guardaba de La Metamorfosis, de Franz Kafka, a la que puso de título ‘El rincón de las pesadillas’. También presenta dibujos de Gabo, como el que pintó en 1941, cuando tenía solo 14 años, para la revista Juventud. “Antes de ser escritor, el primer interés de Gabo fue el dibujo”, cuenta Santana-Acuña. En este primer salón también está colgado un mapa de 1928, hecho por la empresa bananera United Fruit Company, donde aparece una finca de nombre muy conocido: Macondo Farm.
Para los amantes del periodismo, el Gabo reportero brilla en varias partes de la exposición. Allí están copias viejas de sus primeros poemas, publicados en el diario El Tiempo, en 1944, y una edición del diario que fundó en 1951 en Cartagena, el Comprimido, descrito como el “periódico más pequeño del mundo” (también más breve: duró seis días). Están sus reportajes deportivos en el semanario Crónica, sus columnas en el diario cartagenero El Universal, múltiples artículos para El Espectador. La exposición guarda una copia del contrato laboral que firmó Gabo a sus 27 años con el diario bogotano, y otra de uno sus reportajes más conocidos para ese periódico, ‘La Odisea del Náufrago Sobreviviente del A.R.C. Caldas’, que luego el escritor transformó en su novela de no ficción Relato de un náufrago.

“Mi firma no va a aparecer en Colombia, mientras no sea en El Espectador”, escribió Gabo al director del medio, Guillermo Cano, en una carta de 1956. Ese año el diario tuvo que cerrar a causa de las presiones del dictador militar Gustavo Rojas Pinilla, y el escritor era su corresponsal en París. “Tomo esta determinación, que es lo único que puedo ofrecerte como prueba de mi solidaridad”, añadió. Años después, cuando el diario volvió a abrir, Gabo publicaría ahí en exclusiva el primer capítulo de Cien Años de Soledad—un año antes de publicar la novela—. Una copia también puede verse en la exposición.
Los archivos muestran también el compromiso de Gabo con la paz en Colombia: está su denuncia pública de los abusos del Gobierno de Julio César Turbay, en la revista Alternativa; una foto sonriendo en la plaza de Bolívar, en 1984, mientras asiste a una marcha por la paz; la carta que envió a un líder guerrillero, en 1996: “Nadie con un gramo de sensatez tomará cualquier decisión bajo la presión de un secuestro”. A Ernesto Samper, uno de múltiples presidentes que conoció, le recordó en otra carta que “no hay nada más difícil que gobernar colombianos, pero con el corazón es más fácil”.

Santana-Acuña, el curador, le ha dado protagonismo a los manuscritos corregidos de Gabo, quien no temía reescribir un capítulo decenas de veces. “Más allá de esa visión de genio al que le sale algo perfecto, estos documentos permiten acercarnos al trabajo intenso de edición que se hacía Gabo: el evaluar su propia prosa como si la hubiera escrito otra persona”, explica. Poco antes de publicar Crónica de una muerte anunciada, por ejemplo, está el manuscrito original con un tachón que hizo el novelista a la primera frase, cambiando el apellido del protagonista: ya no era Santiago Aragonés, sino el ahora famoso Santiago Nasar.
Otros protagonistas de la exposición son las cartas de Gabo con sus múltiples amigos y conocidos: de Barranquilla, de Bogotá, de México, de España, del mundo entero. Aparecen Julio Cortázar, Jimmy Carter, o la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia. Hay una especialmente preciada por el archivo, de 1965 a Plinio Apuleyo Mendoza, en la que menciona la novela en la que trabaja: “estoy muy contento con ella”, escribió sobre su borrador de Cien Años de Soledad. Los manuscritos de esa obra cumbre, con todos los rayones de Gabo, están hoy, y hasta el 2 de agosto, en la Biblioteca Nacional de Colombia.
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