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En colaboración conCAF
Humedales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los humedales, esenciales para la supervivencia humana y amenazados por la transición energética

No se trata simplemente de cambiar el tipo de energía que utilizamos, sino de cuestionar los patrones insostenibles que perpetúan la degradación ambiental y el avasallamiento de los derechos humanos

Estero Las Cruces en el humedal de Quilicura, en Santiago, Chile, el 7 de diciembre de 2024.
Estero Las Cruces en el humedal de Quilicura, en Santiago, Chile, el 7 de diciembre de 2024.SOFIA YANJARI

En los últimos 50 años, América Latina y el Caribe han experimentado la pérdida y degradación del 59% de sus humedales. La cifra es elevada en comparación con la media mundial, que fue en sí alarmante: los humedales disminuyeron un 35%, según un estudio de la Convención Ramsar.

Ello ocurre pese a que estos ecosistemas tienen un papel esencial para la supervivencia humana y el sostenimiento de la vida en general, el equilibrio ambiental y la lucha contra la crisis climática. Entre las principales causas de su degradación están las actividades extractivas, los cambios en el uso de la tierra, el agua y la agricultura, los impactos de la crisis climática, el crecimiento poblacional y la urbanización.

Los humedales son zonas de tierra con presencia temporal o permanente de aguas estancadas o corrientes, dulces o saladas, y que poseen un enorme valor biológico, social, cultural y económico. El agua es el elemento central que los define. Sus múltiples beneficios incluyen ser reservorios de agua dulce para la biodiversidad, así como para uso y consumo humano; amortiguar los impactos de las lluvias; controlar la erosión; ser espacios de recreación, de investigación y de educación; proveer materiales, medicina, alimento; y brindar refugio y sustento a la fauna silvestre.

Dentro de la gran variedad de estos ecosistemas, los humedales andinos —entre ellos salares, vegas, bofedales y lagunas someras— de Argentina, Bolivia y Chile son reconocidos mundialmente como ecosistemas de alta significancia ambiental y social. Además, se ha registrado la presencia de estromatolitos, microorganismos extremófilos cuya existencia data de 3.700 millones de años atrás y que tienen la capacidad de capturar dióxido de carbono y liberar oxígeno.

Su función de regulación hídrica los convierte en ecosistemas clave para la adaptación al cambio climático, que ya tiene impactos evidentes en estas regiones. Al mismo tiempo, son hogar de comunidades originarias que mantienen un vínculo histórico, cultural y económico con el territorio, en el cual despliegan su identidad y su cosmovisión.

Estas contribuciones para la lucha contra el cambio climático se ven amenazadas por la transición energética. La alta concentración de litio, potasio y borato en estos ecosistemas atraen actores nacionales y extranjeros que consideran al primero como un mineral estratégico para el cambio de matriz energética del norte global, consumo clave en la producción de vehículos eléctricos individuales, baterías de artículos electrónicos y almacenamiento de energía generada a partir de fuentes renovables, lo que permitiría sustituir el uso de combustibles fósiles.

Sin embargo, la mayor demanda de litio proviene de la industria automotriz, para la alimentación de vehículos eléctricos de movilidad individual. Según la Agencia Internacional de Energía, la demanda de este mineral para la producción de baterías aumentará hasta 42 veces para el año 2040 en comparación con 2020; en tanto, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) prevé que la demanda de litio será un 1.036% superior a los niveles de 2020. De todas formas, estas estimaciones sobre la demanda de litio no son claras y se enfocan principalmente en la movilidad individual, dejando de lado el transporte público.

Una de las mayores preocupaciones en torno a este modelo de transición es que no cuestiona aspectos clave como los patrones de consumo, ni considera plenamente los impactos sobre el ambiente y los derechos humanos. En este sentido, algunas soluciones a las crisis climáticas promovidas, asentadas sobre objetivos propios de aquellos países, exacerba presiones naturales y genera impactos negativos para la biodiversidad y las comunidades que habitan en los humedales andinos de Argentina, Bolivia, y Chile, que concentran en conjunto alrededor del 53% de las reservas mundiales de litio.

Cabe destacar que más de la mitad de los minerales considerados “críticos” están en tierras indígenas o cerca de ellas. Sin embargo, la minería de litio avanza en violación de los derechos indígenas, sin consulta previa y en oposición de las comunidades —muchas veces con el aval de los Gobiernos que deberían garantizar sus derechos—, sin información suficiente sobre la estructura y funcionamiento de los humedales, sin evaluaciones adecuadas de sus impactos y sin una planificación estratégica del territorio. Las denuncias y litigios en curso a nivel local, nacional e internacional evidencian la vulneración de derechos humanos asociada a este modelo.

Es necesario replantearnos el actual modelo de producción y consumo. No se trata simplemente de cambiar el tipo de energía que utilizamos, sino de cuestionar los patrones insostenibles que perpetúan la degradación ambiental y el avasallamiento de los derechos humanos. Es crucial que los gobiernos promuevan modelos de transición socioecológica integrales, elaborados participativamente, en consulta con las comunidades; respetuosos de la integridad de los ecosistemas y los límites planetarios; que respondan a las necesidades de cada país, y se construyan con respeto de los derechos humanos.


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