El surinamés Albert Ramdin, elegido nuevo secretario general de la OEA por aclamación
El nuevo responsable de la organización panamericana afronta el desafío de recuperar la relevancia de la institución en tiempos convulsos


El ministro de Asuntos Exteriores de Surinam, Albert Ramdin, ha quedado elegido por aclamación este lunes nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) para los próximos cinco años, en una asamblea extraordinaria de la institución panamericana. La candidatura de Ramdin, de 67 años, se había quedado sin oposición después de que su único rival, el canciller paraguayo Rubén Ramírez Lezcano, retirase su nombre de la liza la semana pasada. El nuevo responsable de la OEA afronta ahora el desafío de recuperar la relevancia de la institución en tiempos convulsos en América, para abordar asuntos como la inmigración, la situación en Venezuela o la influencia china en la región.
Ramdin, de 67 años y que ya había sido secretario general adjunto entre 2005 y 2015, se convierte en el primer representante de un país caribeño que alcanza la jefatura de esta institución, donde sustituirá al uruguayo Luis Almagro, que ocupó el puesto durante la última década. La llegada de este político de centro-izquierda promete dar un giro ideológico a las posiciones de la OEA de los últimos diez años en asuntos como la relación con Venezuela. Donde su predecesor fomentó la distancia, el surinamés considera que el “diálogo” es la vía a seguir.
En su discurso para aceptar el nombramiento, el nuevo responsable de la institución interamericana ha pedido colaboración para lograr “una institución fuerte, bien organizada, reconocida y respetada, que sirve de mediador imparcial en tiempos de conflicto”, que sea “facilitadora del desarrollo y el crecimiento” y contribuya al bienestar de su ciudadanía.
En tiempos en la colaboración internacional se ve más amenazada que nunca en las últimas décadas, Ramdin lanzó una encendida defensa del multilateralismo. “En mi opinión y mi experiencia, la herramienta más importante para lograr la colaboración necesaria entre los gobiernos para responder a las necesidades de nuestros pueblos y servir las necesidades e intereses de nuestros Estados miembros”.
La palaciega sede de la OEA, a un tiro de piedra de la Casa Blanca, se había vestido de gala para la asamblea extraordinaria en la que se iba a decidir el nombramiento. Bajo un panel con las banderas de los Estados miembros, y la mirada solemne de las delegaciones, los representantes de Perú y de Dominica propusieron que se designara al canciller surinamés por aclamación. Una salva de aplausos selló la designación.
A Ramdin le apoyaba desde el primer momento el bloque de catorce países caribeños, agrupado para defender el nombramiento por primera vez de uno de los suyos y el respeto a la tradición de que la designación de secretarios generales rotase geográficamente. Sobre el papel, las únicas normas para elegir nuevo líder de la institución estipulan que no puede ser ni el secretario general saliente ni otro candidato de su misma nacionalidad.
El canciller confirmó la semana pasada el respaldo de otro grupo clave. El formado por Brasil, Bolivia, Chile, Colombia y Uruguay, países de gobiernos progresistas. En un comunicado conjunto, los cinco declararon que Ramdin “está en una posición única para abordar los desafíos contemporáneos que enfrentan nuestros países ofreciendo una perspectiva nueva que refleja las realidades y aspiraciones del Caribe y las Américas en su conjunto”. El miércoles se sumaron a respaldar al surinamés otros tres gobiernos: Costa Rica, Ecuador y República Dominicana. En total, 22 votos, más de los 18 necesarios para lograr el nombramiento, y que consolidaban al canciller como el candidato de consenso.
A la luz del apoyo generalizado al candidato surinamés, su único rival, el paraguayo Ramírez Lezcano, no tuvo más opción que anunciar su retirada. El canciller del país sudamericano se había lanzado al ruedo el pasado septiembre y estaba considerado como un aspirante afín al trumpismo: en cuanto el republicano ganó las elecciones estadounidenses en noviembre, Ramírez Lezcano viajó a Mar-a-Lago, la residencia privada de Donald Trump, para felicitarle. El presidente del país, Santiago Peña, también viajaba a Washington en enero para la investidura del actual presidente estadounidense.
Estaba previsto que el canciller paraguayo hubiera intervenido en la asamblea. Pero dado que se rechazó darle la palabra al comienzo de la sesión, quien finalmente intervino, una vez nombrado Ramdin, fue su número dos, Víctor Verdún Bitar: “Si bien ha prevalecido una visión diferente”, apuntaba el vicecanciller, “Paraguay reitera su firme compromiso con los principios y valores fundamentales de la democracia, el repeto a los derechos humanos, la seguridad, el Estado de derecho y la promoción de la integración regional y hemisférica”.
El nuevo secretario general afronta enormes desafíos en el próximo lustro. Tendrá que ejercer una fina cintura diplomática para lidiar con uno Estados Unidos que es el mayor contribuyente a las arcas de la organización y que bajo Donald Trump está limitando -o cortando- sus vínculos con las instituciones multilaterales. Estados Unidos también se lanza de llenos a peleas contra sus vecinos y hasta ahora mejores aliados, sea en forma de la imposición de aranceles o, en el caso de Panamá, amenazas de recuperar la soberanía del canal transoceánico.
La organización también tendrá que enfrentar los desafíos que genera la inmigración, en momentos en los que Estados Unidos cierra sus fronteras con candado y procede a deportaciones masivas, o la seguridad. Igualmente será uno de los grandes asuntos la influencia de China. Precisamente la potencia asiática, que tiene estatus de observador en la OEA, había expresado su apoyo —simbólico, pero no exento de influencia— al canciller surinamés.
La OEA también tendrá que intentar cerrar sus divisiones internas, que quedaban de manifiesto en algunos de los discursos de la sesión. Su Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha quedado diluida. La organización no ha sabido responder a la crisis política y humanitaria que vive Haití desde 2021.
La representante boliviana, la ministra de Relaciones Exteriores Cecilia Sosa Lunda, aludía a los fallos en la misión de la OEA que supervisó el proceso electoral de su país en 2019, cuando los observadores de la organización manejaron información falsa para acusar a las autoridades de fraude en los resultados; esas acusaciones dieron pie al golpe de Estado perpetrado poco después. Sosa mencionaba la “deplorable historia de injerencia protagonizada por el anterior secretario general, que tanto daño causó en el pueblo boliviano”.
Y la Organización también deberá examinar una modernización más profunda. Una de las salvas de aplausos más entusiastas en la reunión surgía cuando el ministro de Relaciones Exteriores de la República Dominicana, Roberto Álvarez, demandaba poder ver en un futuro próximo a una mujer como secretaria general al frente de la institución panamericana.
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