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Sobrevivir, al fin y al cabo

Entre los retos del cine colombiano, que vive un momento de reconocimiento en todo el mundo, está el de mantener su personalidad sin dejarse arrastrar por las corrientes internacionales

Una imagen de 'El abrazo de la serpiente', de Ciro Guerra, nominada al Oscar en 2015.
Una imagen de 'El abrazo de la serpiente', de Ciro Guerra, nominada al Oscar en 2015.EFE

Hace 20 años, cuando en las entrevistas me preguntaban por el cine colombiano, solía contestar que hablar de “cine colombiano” era una exageración y que mas bien prefería hablar de “películas colombianas”, que eran pocas pero buenas, y que podían enmarcarse en el genérico de “cine latinoamericano”. Pero las cosas han cambiado drásticamente. Con el comienzo del siglo, Colombia puso sus leyes cinematográficas al día. La más importante de ellas logra reducir la intervención del Estado y limitar su papel a la financiación del mercado cinematográfico. Los proyectos aprobados reciben una ayuda estatal parcial y quedan sujetos a completar sus presupuestos con apoyos publicitarios, de distribución y exhibición, o de alianzas con grupos empresariales, entre los cuales ocupan un lugar preponderante los productores y los canales de televisión. En fin, una ley que permite que hoy podamos hablar de “cine colombiano” y no solo de “películas colombianas”.

Gracias a esa ley, en los últimos 10 años se han estrenado 323 largometrajes. Solo por esa cifra de estrenos, ya se podría hablar de un “nuevo cine colombiano”. Pero no es solo una cuestión numérica. Lo mas importante es que esas películas han tomado numerosos y diversos caminos, y que casi todos se alejan con determinación del que en algún momento fue el sendero principal. Hoy en día sí existe un cine colombiano, diferente al que se hace en otras latitudes, que solo puede hacerse en Colombia, pero que simultáneamente puede ser entendido en cualquier rincón del mundo. Se han hecho muchas buenas películas y seguramente se harán muchas más, pero debemos ser conscientes de que la cosecha siempre llegará revuelta, porque no es posible hacer solo películas buenas. El gran Milos Forman dijo una vez que las malas películas son el abono de las buenas. Colombia no puede ser una excepción.

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Con el comienzo del nuevo siglo, nuestro cine se ha reacomodado temáticamente. Es evidente que ha existido una tendencia natural, una especie de catarsis para tramitar nuestro propio conflicto, y que esa tendencia ha marcado nuestra producción. En paralelo, la realidad histórica que estamos viviendo ha permitido abrir espacio a otras narrativas. La implementación de la ley ha sido especialmente cuidadosa a la hora de impulsar el trabajo de grupos minoritarios, de grupos raizales, de historias descentralizadas, narradas por sus propios protagonistas desde los puntos mas apartados del país. Gracias a ello proliferan los cines regionales y étnicos, que cuentan historias de grupos minoritarios que emergen y visibilizan la inmensa inequidad que ha servido de base para el conflicto armado. Gran parte de las nuevas películas encuentran en historias de la vida cotidiana de la Colombia profunda el terreno para explorar los conflictos socioculturales de nuestro país. También el mundo de la Colombia urbana fuera de Bogotá está generando trabajos significativos, especialmente en el área documental que cada día gana espacios más importantes.

Una imagen de 'Monos' (2019), de Alejandro Landes.
Una imagen de 'Monos' (2019), de Alejandro Landes.Stela Cine - Bord Cadre Films - / AFP / ContactoPhoto (Stela Cine - Bord Cadre Films - / AFP / ContactoPhoto)

Pese a los grandes avances que se han logrado gracias a la ley de cine, un reciente intento del Gobierno de modificarla para hacer una reforma tributaria, que generó un masivo rechazo por toda la población colombiana, ha puesto en peligro el difícil equilibrio del sector. La reacción de todo el sector audiovisual fue unánime para rechazarla, e incluso llego a convocar a cineastas de otras latitudes. 160 profesionales de mas de 20 países firmaron una carta en la que pedían reconsiderar la modificación de la ley, y aunque el intento de reforma de la ley tributaria fracasó y fue retirada, el peligro de que el Gobierno haga otras reformas inconsultas sigue latente.

El surgimiento de esta especie de “industria de cine” no se debe exclusivamente a la aparición de las políticas de fomento que facilitan la producción. La línea fronteriza entre la televisión y el cine es cada vez más delgada, y la existencia de una industria de televisión dinámica y vigorosa es un factor que ha contribuido poderosamente a su desarrollo. Los canales de televisión han contribuido a crear y estructurar equipos de creadores (productores, guionistas, directores, actores, fotógrafos, músicos, etc.). También vale la pena mencionar la incorporación de sangre fresca, muchos jóvenes han llegado después de haberse formado en academias en Colombia o en el extranjero y han elevado considerablemente el nivel técnico y artístico del cine colombiano. También ha favorecido a su consolidación el éxito que, con cada vez mas frecuencia, tienen las películas colombianas en los diferentes festivales de cine.

Habría que dar las gracias a la llegada de las nuevas tecnologías que, por sus bajos costos, han democratizado la producción cinematográfica y han permitido que las cámaras lleguen a nuevos rincones del país. Pero, con ellas, han llegado también nuevos protagonistas al escenario audiovisual. En Colombia, al igual que en casi todos los países del mundo, cada vez es más lejana la época en que los directores, productores y guionistas hacían lo que querían, y ya comienza a sentirse una nostalgia por esos tiempos. Más que un público, hoy tenemos clientes audiovisuales, con cientos de películas a golpe de click, lo que obliga a los creadores a estar atentos a las instrucciones de las plataformas, que no están dispuestas a sacrificar ni un cliente por los caprichos de un cineasta experimentador.

El director Alejandro Landés y Porfirio Ramírez durante el rodaje de la película 'Porfirio', estrenada en el Festival de Cannes de 2011.
El director Alejandro Landés y Porfirio Ramírez durante el rodaje de la película 'Porfirio', estrenada en el Festival de Cannes de 2011.JORGE MANRIQUE

Me resulta admirable la forma en que han respondido los cineastas colombianos a estas presiones. A pesar de que las cifras muestran claramente la predilección de los espectadores colombianos por las comedias, al revisar las estadísticas resulta evidente el deseo de los cineastas de apostar por películas que reflejan los grandes conflictos del país y por las pequeñas historias que permiten visibilizarlos. También están cada vez mas lejos los tiempos en los que la complicidad de los creadores con los dueños de las salas permitía que una película sobreviviera mas allá de un mal fin de semana. Hoy las salas no tienen rostro, son algoritmos feroces y despiadados que no tienen escrúpulos en sacrificar una película sin darle tiempo a ser promovida por los mismos espectadores. Al no poder competir con el gigantesco aparato de publicidad y marketing de los grandes estudios, las películas nacionales difícilmente pueden pasar la prueba del primer fin de semana. La hegemonía del cine comercial norteamericano en Colombia es total y los espacios de exhibición están permanentemente ocupados por sus películas.

Los cineastas independientes en el siglo XXI siguen siendo gente sospechosa, ya no por sus ideas políticas, sino porque la creatividad conlleva riesgos y, por lo tanto, es peligrosa en términos financieros. Ya quedaron atrás, espero que para siempre, los tiempos en que los cineastas se dedicaban a dar consejos y confundían su militancia con su arte. Hoy prima la figura del cineasta autor, independiente y honesto consigo mismo, consciente de su responsabilidad con los productores y por ende con su público. Entre los múltiples peligros que nos acechan hay uno constante y creciente: cada vez se escuchan mas cercanos los cantos de sirena de las multinacionales de Hollywood dispuestas a convertir el país en una maquiladora de sus propias películas. Hay que intentar por todos los medios que el cine colombiano sea sordo a esas sirenas y logre mantener intacta su personalidad, la que durante casi 100 años le ha permitido sobrevivir. Malamente, sí, pero sobrevivir al fin y al cabo.

Sergio Cabrera es cineasta colombiano, director de películas como ‘La estrategia del caracol’, ‘Ilona llega con la lluvia’ y ‘Perder es cuestión de método’.

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