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‘Las niñas zombi’: la Guerra Civil vista desde Instagram

Celso Giménez, integrante del colectivo teatral de La Tristura, debuta en solitario con una obra que indaga superficialmente en la huella del conflicto español en los nietos de quienes lo vivieron

Escena de 'Las niñas zombie', de Celso Giménez.
Escena de 'Las niñas zombie', de Celso Giménez.
Raquel Vidales

El dramaturgo y director Celso Giménez acaba de estrenar su primer espectáculo en solitario después de dos décadas de creación conjunta con Itsaso Arana y Violeta Gil en la compañía La Tristura. En ese tiempo el colectivo ha forjado una poética muy personal con la que ha logrado conectar con el público de su tiempo (los tres rondan los 40) tanto por su lenguaje despojado de solemnidad teatral como por el retrato generacional que ofrecen todos sus trabajos, sea cual sea el tema que los vertebre. Cómo se vive, se siente y se interpreta el mundo a los 18, 30 o 40 años.

Celso Giménez no se sale de ese cauce en su debut en solitario. Pues aunque la anécdota que sostiene el argumento de Las niñas zombi es la historia real de su abuelo Celso, que cambió de nombre tras la Guerra Civil y tomó la identidad de un muerto del bando de los vencedores para evitar el exilio, Giménez no pretende escarbar en aquel trauma sino en la huella que dejó en las generaciones posteriores. La de los hijos de los que vivieron la guerra, que crecieron bajo el manto de silencio que se tendió en la posguerra. Y la de los nietos, que ven aquello ya como algo lejano y se atreven a preguntar. En esta última franja se sitúan las protagonistas de la obra: tres mujeres en la treintena que se reúnen en la casa familiar mientras sus padres discuten sobre la herencia del abuelo Celso. Hablan de sus amores, sus deseos y sus frustraciones mientras comentan la situación y deciden averiguar qué le pasó realmente al abuelo en la guerra.

Se supone que a través de esas conversaciones deberíamos entrever qué huella ha dejado el drama del abuelo en las protagonistas. Pero sobre el escenario solo vemos a tres mujeres de 30 años hablando de sus cosas como si estuvieran en una fiesta de pijamas de adolescentes retransmitida por Instagram: con el móvil en la mano, escuchando música y bailoteando de vez en cuando. La historia del abuelo la abordan no como algo que les afecte de verdad, sino como una curiosidad o una aventurilla detectivesca para pasar la noche. ¿Dónde está el trauma de la Guerra Civil? Quizá es que ya no hay trauma, pero más allá de eso el espectáculo tampoco logra atravesar la piel de sus protagonistas y en muchos momentos cae en la estereotipación del universo íntimo femenino. ¿Qué sienten realmente esas mujeres? ¿Qué les duele? ¿Les duele algo?

Las tres intérpretes se muestran naturales sobre el escenario, pero sin profundizar demasiado en sus personajes. Lo mejor de Las niñas zombi es la escenografía diseñada por Marcos Morau. Bella, sugerente y mucho más poética que las metáforas blandas que entreveran el texto.

Las niñas zombi

Creación: Celso Giménez. Reparto: Natalia Fernandes, Teresa Garzón, Belén Martí Lluch. Centro Conde Duque. Madrid. Hasta el 11 de junio. 

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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