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Kaveh Akbar, escritor: “Muchos lectores usan la literatura para sentir que están en el lado de los buenos”

Tras una fulgurante carrera como poeta, el autor estadounidense de origen iraní debuta en la novela con ‘¡Mártir!’, una historia basada en su pasado de alcohólico y uno de los libros de 2024 en Estados Unidos

Kaveh Akbar posa en el salón de su casa en Iowa City, adonde se mudó hace tres años con su esposa, la poeta Paige Lewis.
Kaveh Akbar posa en el salón de su casa en Iowa City, adonde se mudó hace tres años con su esposa, la poeta Paige Lewis.RIEL STURCHIO
Iker Seisdedos

Aquel día del primer acto de la vida de Kaveh Akbar, el poeta y novelista llevaba una bolsa llena de whisky y cerveza en una mano mientras con la otra conducía borracho su bicicleta. Se le cruzó un coche de mala manera, apretó el freno delantero y se fue al suelo. No lo supo inmediatamente, pero se acababa de destrozar la pelvis. Logró llamar a un amigo, que vino a recogerlo y cargó con su cuerpo alto y delgado hasta su apartamento. Una vez allí, no pararon hasta acabar toda la bebida.

Akbar era entonces un alcohólico de 23 años, “esa edad en la que uno confía que ningún dolor seguirá allí al día siguiente”. Pero aquel dolor sí permaneció. Al despertar, telefoneó a un taxi. En el hospital, el médico le felicitó por su suerte: los huesos rotos podrían haberle provocado una septicemia. Podría haber muerto.

“Hay tantos pequeños milagros en mi historia que por sí solos no son una prueba incontrovertible de nada, pero que, tomados en conjunto, no sé, me hacen pensar en una presencia que vela por mí”, explicó Akbar hace un par de domingos en una entrevista en su luminosa casa de Iowa City. Allí, rodeado de libros, discos, cómics y pósters de películas de Kiarostami, vive junto a su “cónyuge”, Paige Lewis, poeta de grandes ojos azules; ambos dan clases en el prestigioso programa de escritura creativa de la que seguramente es la ciudad estadounidense con más autores per cápita.

Kaveh Akbar, autor de '¡Mártir!' en el jardín delantero de su casa en Iowa City.
Kaveh Akbar, autor de '¡Mártir!' en el jardín delantero de su casa en Iowa City. RIEL STURCHIO

Han pasado 13 años del “pequeño milagro” de la pelvis, y el escritor aún sigue pagando esa penitencia. Tuvo que tumbarse en un sofá para buscar postura y hablar con elocuencia sobre ¡Mártir! (Blackie Books, traducido por Carles Andreu), su debut en la novela tras una fulgurante carrera como poeta. El libro fue un éxito en Estados Unidos. Y de ahí parte del problema: se embarcó en una gira por el país que resultó demasiado exigente, y ahora le cuesta moverse.

El héroe de ¡Mártir! también es un joven poeta iraní crecido en el Medio Oeste. Se llama Cyrus Shams, está interesado en el suicidio, obsesionado con el martirio y “encantado con su propia tristeza”. Pelea para superar sus adicciones, es queer, fan de Los Simpson y solía amanecer meado tras una noche de borrachera. Aunque la novela —cuya trama esconde un asombroso giro final (e incluye un charco de orín en una cama de hotel)— no es una autobiografía. Al escribirla, Akbar ha “bailado”, dice, “alrededor de la simetría realidad-ficción, sin clavar la bandera en ninguno de los dos lados”, citando literalmente párrafos de poemas y otros de sus textos de no ficción. Como cuando Cyrus/Akbar describe el día en que decidió dejar de beber: no fue “después de pelear con un policía, ni de estrellar el coche contra un Burger King”. Simplemente, despertó una mañana (en el caso del escritor, la del 12 de julio de 2013) y decidió buscar auxilio en una asociación a la que aún sigue ligado, ayudando a otros a salir del agujero.

Como los personajes de su novela, Akbar siente que disfruta de una vida extra. “He conocido a muchos que cometieron parecidos errores a los míos, y no pudieron contarlo, mientras yo estoy aquí hablando de mi libro, en algo que se parece bastante al cielo de los escritores”, afirma.

El autor, que cumple con el rito del Ramadán desde hace seis años e hizo la entrevista en ayunas, repasó los dos actos de esa historia de supervivencia en una larga conversación interrumpida por las veces en las que se señaló el brazo izquierdo para hacer notar que se le había puesto “la piel de gallina”. Por ejemplo, al recitar el poema de Clarice Lispector que abre y cierra la novela (“Dios mío, acabo de recordar que morimos./ Pero... ¡¿yo también?! No olvides que, por ahora, / es temporada de fresas”). O cuando recordó aquella vez que Borges tomó un puñado de arena del desierto y dijo maravillado: “Estoy modificando el Sáhara”.

Akbar nació en Teherán hace 36 años. Sus padres llegaron a Estados Unidos huyendo del régimen de los ayatolás cuando él tenía tres. El protagonista de ¡Mártir! también pasa por la experiencia migrante, a la que se añade la obsesión de crecer con la historia de la muerte de su madre en el vuelo 655 de Iran Air, avión comercial derribado en la vida real por la Armada estadounidense en 1988. Todos sus pasajeros murieron, y Cyrus describe su pérdida como un “error de redondeo”: si en vez de fallecer 290 personas hubieran sido 289, tal vez su madre seguiría viva. “¿La convierte eso en una mártir?”, se pregunta.

Unas 10.000 personas lloran el 7 de Julio de 1988 en Teherán la muerte de los 290 pasajeros del vuelo Air Iran derribado por la Armada estadounidense cuando viajaba rumbo a Dubái.
Unas 10.000 personas lloran el 7 de Julio de 1988 en Teherán la muerte de los 290 pasajeros del vuelo Air Iran derribado por la Armada estadounidense cuando viajaba rumbo a Dubái.AFP (AFP via Getty Images)

A Kaveh no le costó aprender el idioma, pero su hermano, siete años mayor, no lo tuvo tan fácil. De ahí que en casa estuviera prohibido hablar farsi. La madre también quiso contribuir a la asimilación “tomando prestados libros de la biblioteca al tuntún”. Los cogía del carrito de los recién devueltos, recuerda el escritor sobre su educación literaria, así que la dieta fue variada: ahora una biografía sobre el baloncestista Kareem Abdul-Jabbar, después un volumen de botánica.

La familia vivió en Pensilvania, Nueva Jersey, Wisconsin y, finalmente, Indiana, donde el escritor estudió en la prestigiosa Universidad de Purdue, de la que acabó siendo profesor. Antes, el alumno brillante, prodigio de las matemáticas, probó el alcohol por primera vez a los 18 en un viaje de estudios a Canadá. Llegó tarde, pero destacó pronto en ese arte nihilista tan estadounidense de beber hasta reventar. “En solo un mes, ya me emborrachaba a diario y había probado la heroína”, recuerda. “En realidad, siempre tuve (y sigo teniendo) una naturaleza adictiva. De niño, me tumbaba en el sofá, con la cabeza colgando por fuera, y me incorporaba bruscamente, solo para sentir ese mareo”.

Durante años, su único objetivo fue mantenerse ebrio. Para ello, liaba a un psiquiatra para que le recetara “medicamentos ―Xanax, Adderall, Neurontin...― en las máximas cantidades permitidas por ley”. Cuando se hacía con el “cargamento de farmacopea” lo vendía en la calle para procurarse dinero suficiente para alcohol. Además, consumía toda clase de drogas, opiáceos incluidos, aunque “la constante siempre fue la bebida”. Nunca pasaba más de 12 horas lejos de ella. “Hay videos horribles grabados por mis amigos en los que se me ve levantarme en mitad de la noche para coger una cerveza, terminarla de un trago y volver a la cama”.

También considera el momento en que lo dejó otro “pequeño milagro”. Un año después, en un chequeo, descubrió que su hígado estaba en el umbral de la cirrosis. La enfermera le explicó que esos niveles de bilirrubina, “tras 12 meses de sobriedad”, eran la prueba de lo cerca que había estado del daño irreparable. “Por suerte, me quedé a este lado del Rubicón”, dice Akbar.

Para entonces, la poesía ya se había convertido en una tabla de salvación por razones, advierte el escritor, más prácticas que las que suelen atribuir a la lectura un poder sanador. “Cuando dejas de ser un adicto”, explica, “descubres que hay 18 horas al día que tienes que ocupar. Antes, toda tu vida se enfoca en embriagarte. Leer y escribir poesía se convirtió en un pasatiempo para no recaer, no matarme accidentalmente y poder distraerme de lo desgraciado que me sentía”.

Así fue cómo Akbar convirtió su rehabilitación en una brillante carrera poética llena de becas y premios. Ha publicado dos poemarios, ambos aún sin traducir al español: Calling a Wolf a Wolf (llamar lobo a un lobo, 2017), brillante entrada en el canon de las adicciones, y Pilgrim Bell (la campana del peregrino, 2021), que embarca al lector en un viaje espiritual, dos temas sobre los que ha publicado sendas antologías, Another Last Call (otra última ronda) y The Penguin Book of Spiritual Verse. El escritor, que es editor de poesía de la revista The Nation y antes lo fue del Paris Review, practica su “propia versión de la fe”, que, dice, “tal vez no convenza a muchos musulmanes”. Pero no le importa: “El islam es un vehículo para establecer una relación directa, sin mediación, con un poder superior. No necesito la aprobación de nadie”.

El escritor Kaveh Akbar, en el salón de su casa en Iowa City.
El escritor Kaveh Akbar, en el salón de su casa en Iowa City.RIEL STURCHIO

Durante la pandemia, en lugar de dedicarse al yoga o leer los siete tomos de En busca del tiempo perdido, Akbar decidió aprender a escribir narrativa. Se impuso una estricta dieta de “dos novelas y siete películas por semana” y se dedicó a la “cleptomanía”. “Robé a los mejores”, recuerda, y cita a Toni Morrison y su descripción de los espacios y a Henry James y “la manera en la que detalla las finanzas personales de sus personajes”. En el proceso fue esencial la ayuda del escritor cheyene Tommy Orange, ganador del National Book Award por su debut Ni aquí, ni allí (AdN, 2018), una poderosa historia sobre el desplazamiento contemporáneo de los pueblos originarios estadounidenses. Solo se habían visto una vez, en 2019, cuando a Orange lo invitaron a Purdue y el joven poeta le hizo de cicerone. De ese encuentro nació una relación epistolar y de edición recíproca: cada viernes de pandemia, uno le mandaba al otro material en el que estaba trabajando: ¡Mártir!, en el caso de Akbar; Estrellas Errantes (que sale este mes en AdN), en el de Orange.

En un e-mail, este último explicó que, como primer lector, su amigo le dio “permiso para hacer cosas con el lenguaje a las que tal vez” él no se habría atrevido solo. Orange también definió a Akbar como un novelista “divertido, lírico y lleno de furia”, capaz de “plantear con sinceridad antiguas e importantes preguntas filosóficas sin dejar de resultar legible”.

El escritor Tommy Orange, en una imagen de 2018.
El escritor Tommy Orange, en una imagen de 2018.

El intercambio entre ambos continuó después de que Akbar y Lewis se mudaron a Iowa City, localidad que el poeta español Luis Muñoz, que da clases allí desde hace 12 años, describe como “un tranquilo oasis en las praderas en el que nieva mucho y no hay demasiado que hacer, por lo que es ideal para que los escritores se concentren”. La nómina de los que pasaron por las aulas de su universidad es ilustre y abultada —de Marilynne Robinson a Kurt Vonnegut o John Irving–, casi tanto como la leyenda de los Berryman, Cheever o Carver que, además de escribir, bebieron hasta caer redondos, como cuenta la ensayista Leslie Jamison en La huella de los días, sobresaliente memoria sobre su alcoholismo durante sus años de estudiante en la ciudad. Akbar confía en que con él, y con escritoras como Melissa Febos o Donika Kelly, esa fama de Iowa City que relaciona creatividad y dipsomanía esté cambiando “y surja una tradición de cuidado y comunidad”.

Un poema de amor al día

Para el matrimonio, esas ideas son importantes. En un momento de la entrevista, Lewis explicó que ambos “son escritores muy distintos” y contó que cuando se conocieron se desafiaron “a componer un poema al día para el otro”. “Había mucho en juego, porque nos estábamos enamorando, y teníamos la impresión de que si escribíamos malos versos lo arruinaríamos. Creo que sin él, no habría escrito nada de la manera en la que lo que he escrito”. Después, cuando Lewis se había ido a hacer un recado a la ciudad, Akbar negó que hubiera rivalidad entre ambos. “Los éxitos de uno son emocionantes para los dos. Paige publicará en 2026 una novela llamada Canon y creo que será un acontecimiento”.

La salida de ¡Mártir!, desde luego, lo fue. La crítica celebró el complejo ejercicio narrativo, notablemente bien resuelto en su mezcla de géneros. Del relato de los sueños y las estampas iraníes a la poesía. Y de las noticias reales sobre el accidente de avión a los fragmentos del libro sobre el martirio en el que trabaja Cyrus, que teme los titulares de Fox News (la historia está ambientada en el primer mandato de Donald Trump, al que Akbar se niega a nombrar y llama “Presidente Vituperio”) si alguien descubriera el manuscrito, titulado Libro de los mártires. Por ejemplo, este titular: “Incautado en Indiana el manifiesto de culto a la muerte de un musulmán iraní”.

Akbar, que tampoco pronunció el nombre de Trump en la entrevista (”no quiero que le salte una alerta de Google”, aclaró), compartió ese vértigo. “No se me escapa que hace veinte años no se habría podido vender en un aeropuerto un libro llamado ¡Mártir! y firmado con un nombre tan inequívocamente ‘étnico”, dice el escritor, que, “para evitar que pareciera una novela demasiado seria, adusta y engreída”, escogió un diseño desenfadado para la portada y subrayó el título con un signo de exclamación. Lo cual no evitó que cuando Barack Obama lo incluyó en una de sus listas de lecturas recomendadas, Akbar recibiera correos cargados de odio y Obama, críticas de ambas partes, por escoger ―“en medio del genocidio de Gaza, y dado su pasado como presidente que usó drones contra poblaciones civiles”, dice el escritor― un libro llamado ¡Mártir!”.

El conjunto, por el que desfila una memorable galería de personajes en la que destaca Orkideh, artista iraní que convierte los últimos días de su enfermedad terminal en una performance en el museo de Brooklyn, tiene el aroma de aquello que solía llamarse una gran novela americana. Aunque esta no esté escrita por un hombre blanco o judío, sino por un musulmán que relata el racismo cotidiano, a menudo enmascarado por la famosa “amabilidad del Medio Oeste”, en mitad del que el autor creció.

A la pregunta de si las cosas han mejorado en estos años, Akbar se niega a dar una respuesta tranquilizadora. “Lo que ha cambiado es que ahora soy más duro. Soy reticente a compartir esas experiencias, que permitirían colocarse del lado de los buenos a quienes las escuchan, porque ellos nunca retuvieron un musulmán tres horas en la frontera ni le soltaron un comentario hiriente a un niño. Creo que muchos lectores neoliberales contemporáneos usan la literatura para descargar sus ansiedades y sentir que forman parte de los buenos. [El escritor negro] Ta-Nehisi Coates se refiere a eso como ‘la política de la exoneración personal’. Buscan sentirse inocentes del daño que se describe solo por leer acerca de él”.

Akbar también se revuelve cuando, después de decir que no piensa volver a Irán —no solo por su oposición al régimen, con el que se ha mostrado muy crítico, sino porque tiene pendientes los dos años de servicio militar obligatorio—, el periodista apostilla “a menos de que caiga el Gobierno”. “Tienen los tanques y las armas nucleares”, repuso, “y ya hemos visto que son capaces de aplastar un hermoso movimiento como el de las mujeres mandándolas a la cárcel y ordenando ahorcamientos. He aprendido a no dejarme engañar por la zanahoria de la esperanza y a concentrarme en ayudar a quienes me rodean, los adictos con los que trabajo, Paige, mi círculo de amistades y mis estudiantes”.

Antes de despedirse, Akbar ofreció una prueba de su tendencia a establecer lazos. Mientras el Uber esperaba afuera, en mitad de la calle residencial, el escritor corrió a buscar un último regalo: un elepé, “uno de los más importantes y sagrados” de su vida, en el que productor de la diáspora iraní Omid Walizadeh mezcló bases de hip-hop abstracto con melodías de la época del sah de Persia como las que el padre del escritor escuchaba en las cintas de casete que grabó de la radio y sacó de Irán. “Si ¡Mártir! tuviera una banda sonora, sería este álbum”, dijo Akbar. Y, de nuevo, la piel se puso de gallina.

Portada de '¡Mártir!', de Kaveh Akbar

¡Mártir!

Kaveh Akbar
Traducción de Carles Andreu
Blackie Books, 2025
408 páginas
23 euros

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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