Los 50 mejores discos españoles del último medio siglo
Un jurado de 41 especialistas selecciona los álbumes más relevantes desde la muerte del dictador en 1975
El canon de una cultura no se destruye, solo se transforma. Cambian las sensibilidades y las mentalidades evolucionan. Por eso tiene sentido preguntarse cada cierto tiempo por nuestros clásicos: para comprobar si la tradición está viva, para explorar si los gustos de hoy son distintos a los de ayer. Este es el propósito de una encuesta que no arranca en 1975 por casualidad. Una de las preguntas que queremos formularnos a lo largo de este 2025 es si la muerte del dictador tuvo efecto liberador también desde el punto de vista de la creación. Esta es nuestra primera respuesta: la lista comentada de los 50 mejores discos españoles del último medio siglo elaborada por un equipo de expertos formado por críticos musicales y periodistas culturales vinculados a EL PAÍS.
1. La leyenda del tiempo (1979)
Camarón de la Isla

Camarón, tras nueve discos con la guitarra de Paco de Lucía producidos por el padre de este (Antonio Sánchez), reclama para el décimo el auxilio del productor Ricardo Pachón (que se encargó de discos de Lole y Manuel o Veneno), que cumpliría su sueño de poner a un cantaor gitano liderando una gran banda. El monumental cambio de paradigma —el artista se enfrenta a una instrumentación nueva (bajo, batería, teclados o sitar) y a textos de Lorca, Omar Jayam, Villalón o Kiko Veneno— se resuelve gracias a la inteligencia musical del cantaor y a una producción de sonidos nuevos y vibrantes con un compás arrebatador que sigue atrapando más de 45 años después. El disco, recibido con indiferencia, si no rechazo, es hoy objeto de culto, ha generado una ingente literatura y hasta un documental, Tiempo de Leyenda, que narra la peripecia de su grabación. Fermín Lobatón
2. El mal querer (2018)
Rosalía

En este álbum Rosalía arriesgó todo, hasta sus ahorros. Inspirada por Flamenca, una novela occitana del siglo XIII, El mal querer quería preguntarse por la vigencia en la posesión patriarcal de la mujer. Estructurando a su álbum como capítulos de un nuevo texto que reformulase la idea del ‘amor cortés’, la catalana daba un nuevo final al viaje de una joven que se casaba por amor con un noble que, enfermo de celos, la encerraba en una torre de la que solo podía salir para ir a misa. Esa Rapunzel medieval acabaría liada con un falso cura que, llamado a rescatarla, le daba eucaristía hasta que al marido se le pasan los celos y acaba tan amigo del tercero. La del Baix Llobregat cogió lo mejor de todos sus mundos para firmar una obra maestra que sentó las bases de la vanguardia del primer cuarto de siglo sin renunciar al público masivo. Noelia Ramírez
3. Omega (1996)
Enrique Morente y Lagartija Nick

Para que los clásicos sobrevivan, cada generación tiene que recuperarlos a su manera. La generación de los noventa redescubrió el flamenco y la poesía de Lorca a través de este disco que explora caminos poco trillados: el surrealismo de Poeta en Nueva York y la distorsión rockera de un cante que espantó a los heterodoxos pero creó escuela. Otros ingredientes: el influjo de Leonard Cohen, la sonoridad de Lagartija Nick y un quién es quién del flamenco de autor, que abandonó para siempre los terrenos del flamenquito y la fusión ligera. Morente, un cantaor apasionado por la filología y la vanguardia, impulsó esta grabación que nació como disco maldito y se convirtió en leyenda. Su sonido impecable ha sido el germen de mucho de lo que ha venido después. Carlos Primo
4. Échate un cantecito (1992)
Kiko Veneno

“Si no me sale, me retiro”, le dijo el músico de Figueras, pero sevillano de adopción, a Santiago Auserón, que le acompañó en este proyecto. Su primera banda, Veneno, había llamado mucho la atención en los setenta, ya había escrito Volando voy para Camarón, pero Kiko no había conseguido vivir de su música. Decidió gastar la última bala. Su sexto disco, tercero en solitario, resultó una colección inolvidable de historias costumbristas, rebosantes de ternura, de melancolía y de sentido del humor. Quedaron versos inolvidables sobre la pareja (“Lo mismo te echo de menos / que antes te echaba de más”), sobre los márgenes de la sociedad (“¡Qué pena de muchacho! / le dice la gente en los bares”), incluso sobre fábulas (“Lo he dejado todo / por no hacerle daño / soy un lobo bueno”). Letras inspiradísimas, que construyen un universo muy reconocible, envueltas en un sonido cuidado con raíces en el flamenco y en la rumba catalana y con ramas rockeras, dylanianas y latinas. Ricardo de Querol
5. Qualsevol nit pot sortir el sol (1975)
Sisa

La noche del 26 al 27 de julio de 1975, Sisa, con 26 años, lloró. Debía cantar en un festival organizado por sus colegas donde su generación tocó sus sueños, pero prohibieron la actuación. Alguien colocó un magnetófono sobre el escenario, sonó Qualsevol nit pot sortir el sol y el público entonó aquella elegía pop y ácrata que conecta la infancia solitaria con la comunidad de la utopía. Por primera vez su imaginario local y galáctico se había fundido en una obra mágica. En la grabación convivieron la tropa del underground barcelonés con músicos de conservatorio. Acertaron con los arreglos, ensayaron diversos registros. Cuando salió el sol en Canet, Sisa se sentó con la guitarra junto al violinista Xavier Riba y la corista Dolors Palau llevó su voz al límite para cantar El setè cel. Gloria y felicidad. Jordi Amat
6. La canción de Juan Perro (1987)
Radio Futura

Es el disco de su madurez artística, en el que dan con la fórmula. Gracias a su instinto experimental, consiguen sublimar esa intransferible hibridación de fundamentos de rock, punk y funk con patrones e instrumentaciones afrocaribeños y latinos. Lo graban en el estudio de los Talking Heads, en la calle 53 de Nueva York, a finales de 1986. Diez canciones entre las que se cuentan perlas como el reggae costumbrista de La negra flor, la enérgica 37 grados o La mala hora, tan inmensa como intensa. Las hipnóticas líneas de bajo de Luis Auserón, la vocación melódica de los concisos riffs de guitarra de Enrique Sierra y el ramalazo literario (y, en ocasiones, ¿ensayístico?) de Santiago Auserón (¡qué melodías!), les permiten firmar el que probablemente es el disco más influyente de los fecundos ochenta. Joseba Elola
7. Deseo carnal (1984)
Alaska y Dinarama

Más que un simple disco, es el documento sobre un cambio de época. Grabado nueve años después del fin de la dictadura, Deseo carnal selló el paso a la modernidad del pop español de los ochenta. Producido por Nick Patrick (Marvin Gaye, Serge Gainsbourg), es un álbum oscuro y bailable, exquisito y descarado, barroco y sintético, que pone la primera piedra para consolidar el pop como espacio de expresión para el colectivo LGTBI. Temas como Ni tú ni nadie, Un hombre de verdad o Cómo pudiste hacerme esto a mí figuran entre lo mejor de la aventura de Alaska, Berlanga y Canut. Olvido Gara ya no es de izquierdas y Berlanga murió en el ya lejano 2002, pero este sigue siendo uno de los discos más influyentes de las últimas décadas —de Mecano a Astrud, pasando por el Benidorm Fest—, además de haber dejado una huella perdurable en las calles de Madrid. Álex Vicente
8. Agila (1996)
Extremoduro

Era una olla a presión a punto de explotar y quemar a todo el mundo, un secreto entre el rockerío barrial que no podía quedar solo ahí mucho más tiempo. Después de cuatro discos (y los 29 minutos de Pedrá), el desmelenado talento de Robe Iniesta debía dar el salto a los suplementos culturales de los grandes diarios, a las radios comerciales (So payaso sonó en Los 40), a la televisión… Lo hizo con Agila. Si los anteriores discos contenían el encanto del me-importa-todo-un-huevo, en Agila se cuida el sonido, se pule la producción, se pone orden a la magia desatada de Iniesta. Lo hace Iñaki Uoho Antón, fundador de Platero y Tú y desde hacía un tiempo miembro de Extremoduro. Robe traslada a otra dimensión al rock urbano, dotándolo de vuelo poético, de canciones portentosas y de sinvergonzonerías macarras. Agila abrió una fuente que todavía hoy sigue dando oro: el que proporciona Robe cada vez que se pone a crear. Carlos Marcos
9. Veneno (1977)
Veneno

Hasta la portada, una fotografía de papel plata y un talego de costo encima, fue censurada; luego quedó para la posteridad la pastilla de hachís, ocupando toda la cubierta, con la palabra Veneno grabada. Veneno, el primer disco de grupo de Kiko Veneno acompañado de las guitarras de los hermanos Rafael y Raimundo Amador, fue toda una declaración de intenciones, la chispa que posibilitó dos años después La leyenda del tiempo. Se anticipó tanto que se pasó de rodada, aunque Muchachita y Los delincuentes, por citar dos de las siete canciones del álbum, sean dos temazos. El flamenco salía de los tablaos y se fusionaba con el blues y el rock en armonía, bajo la producción de Ricardo Pachón. Y tocado con guitarras flamencas. Raimundo usaba la de su padre tirando de la cuerda para que sonara como si fuera eléctrica. No había dinero para una Stratocaster. Amelia Castilla
10. 10 milles per veure una bona armadura (2011)
Manel

El grupo catalán revelación del 2008 sacó su segundo álbum en 2011. Mantenía el tono del debut, pero dejaba atrás el ukelele, y sofisticaba la producción y la narrativa. En diez días se convirtió en el disco más vendido de España. En catalán, este éxito ya lo habían visto Serrat y Llach, pero Manel no era cantautor ni luchaba contra nada. Era una banda de pop y sus canciones hablaban con costumbrismo distanciado sobre la vida de la gente normal: el disco abría con una carta de alguien al ex de la pareja, y cerraba con una amor reconciliado y otro que sería mejor dejar. Ninguna de ellas es cursi porque Manel siempre supo encontrar el punto justo entre lo romántico y lo irónico. Luego el grupo fue cambiando de estilo y exagerando experimentos hasta anunciar su hibernación, pero 10 milles per veure una bona armadura es aún lo más parecido a un icono en la música catalana del siglo XXI. Carlota Rubio
11. Una semana en el motor de un autobús (1998)
Los Planetas

Con su tercer álbum de estudio, los granadinos tocaron fondo, y de paso marcaron un hito en el indie patrio. Grabado en Nueva York, está lleno de himnos generacionales —Segundo premio, La playa, Cumpleaños total, Ciencia ficción— que a ritmo de distorsión hablan de rabia, incertidumbres y las crisis internas que casi acaban con el grupo. Ana Fernández Abad
12. Motomami (2022)
Rosalía

Seis años después de El mal querer y de los estériles debates sobre su legitimidad para apropiarse del flamenco, Rosalía no se amedrantó y fusionó reguetón, salsa, bachata y electrónica industrial en el disco que la catapultó al estrellato global. Motomami confirmó su capacidad para desafiar las convenciones y sacó todo el provecho al potencial expresivo de su voz y de su arrebatador personaje. Álex Vicente
13. 19 días y 500 noches (1999)
Joaquín Sabina

El cambio fue la voz. En bruto, realzó el juguetón desgarro de un Sabina cada vez mejor letrista (los poemas de Ciento volando de catorce fueron un exitazo). Su imaginario urbano y parrandero estaba consolidado, la madurez al acecho y se enfrentó al desafío de salvar una época: ‘De purísima y oro’ es la memoria más emotiva que se ha compuesto sobre la primera posguerra. Jordi Amat
14. Nuevo día (1975)
Lole y Manuel

Manuel Molina ya había experimentado con la psicodelia en Smash, grupo pionero del rock andaluz. Y en 1975, año en que murió Franco, formó este dúo con su pareja, Dolores Montoya. Con aires hippies e inolvidables letras poéticas —”El aire huele a pan nuevo. / El pueblo se despereza. / Ha llegado la mañana”— y ritmos no explorados anticiparon un Nuevo Flamenco que no ha dejado de resonar. Ana Fernández Abad
15. Serrat en directo (1984)
Joan Manuel Serrat

A punto de cumplir veinte años de profesión, Serrat era un clásico contemporáneo que desde Tal com raja (1980) había logrado enriquecer un cancionero que había dado forma a la libertad y la sentimentalidad de una generación. Ese momento de plenitud, solapada a un país en tránsito a su plena normalización, resuena tal vez en el mejor directo de su carrera. Jordi Amat
16. Lujo ibérico (2000)
Mala Rodríguez

La gran diferencia entre el debut de la sevillana y otros discos históricos del rap español es que fue el primero que consiguió salir del nicho en el que el hip hop patrio estaba recluido. El flow aflamencado de María Rodríguez, inédito en aquel momento, llegó a públicos que nunca se habían interesado por el rap sin necesidad de ninguna concesión. Iñigo López Palacios
17. Despegando (1977)
Enrique Morente

En 1977, auténtico año de gracia, Enrique Morente y la guitarra de Pepe Habichuela viajaron, casi simultáneamente, al pasado, con el disco Homenaje a D. Antonio Chacón, y al futuro, con este Despegando, una obra maestra llena de aire que fue un gigantesco paso adelante para Morente y un zapatazo a quienes preferían (y prefieren) convertir el flamenco en, como decía él mismo, un “folclore de museo”. Iker Seisdedos
18. Señora (1979)
Rocío Jurado

Manuel Alejandro firma siete de las nueve canciones de esta obra maestra de la música melódica que condensa los motivos que convirtieron a Rocío Jurado en una figura mayúscula: poderío vocal, dramatismo, arrebato, elegancia sonora y una audacia insólita a la hora de abordar temas tabú. Carlos Primo
19. Nacha Pop (1980)
Nacha Pop

El mejor disco de nueva ola que jamás grabó el pop-rock español. Las influencias venían del Reino Unido (Elvis Costello, Joe Jackson, Dave Edmunds), y para su primer trabajo Nacha Pop supo captar el frenesí del momento, principio de los ochenta en Madrid, retratado en la excitante Nadie puede parar, donde cantan: “No te asustes del futuro, ese monstruo no vendrá”. Siempre estará eclipsado por la inclusión de Chica de ayer, pero hay mucha más chicha en este álbum. Carlos Marcos
20. Entre el cielo y el suelo (1986)
Mecano

Mecano se convirtió en banda de éxito internacional con una obra de altísima calidad comercial, resultado de la competencia entre los hermanos Cano como compositores y la voz de Ana Torroja. A los registros de siempre, con piezas lúdicas e historias icónicas como Cruz de navajas, se sumó la mitológica Hijo de la luna y la joya de balada que es Me cuesta tanto olvidarte. Jordi Amat
21. El Madrileño (2021)
C. Tangana

A veces polémico, pero siempre visionario, Antón Álvarez se propuso crear un álbum colaborativo panhispánico que representase ciertas vanguardias del siglo XXI y a la vez homenajease a algunas leyendas del XX. No solo logró un álbum coherente lleno de canciones inolvidables que abarcan del flamenco al corrido tumbado, sino que además consiguió burlar el fantasma del colonialismo cultural a pesar de ser el director de orquesta desde el corazón de la bestia, es decir, la capital de España. Raquel Peláez
22. Mi fracaso personal (1999)
Astrud

Tras varias maquetas que causaron furor en la Barcelona de los últimos noventa, el debut de Astrud los posicionó como jefes de fila de un pop vanguardista, lírico, sarcástico y doliente que, para mal, no encontró suficientes discípulos. Canciones como Esto debería de acabarse aquí, Cambio de idea o su sensacional versión de Bailando son la banda sonora finisecular del país que podríamos haber sido con un poco más de esfuerzo. Álex Vicente
23. Leño (1979)
Leño

Leño publicó tres discos de estudio. Dos de ellos (Leño y Corre, corre) aparecen en esta lista, y el otro (Más madera) debería estar. El debut del trío madrileño no tenía parangón en el rock español: un sonido despiadado con el oyente fino y unas letras en tripi entonadas con una voz furibunda. Canciones densas, desarrollos largos. Un vinilo que destrozaron de tanto ponerlo chavales que luego formarían bandas como Extremoduro, Platero y Tú o Marea. Y el nacimiento de una leyenda: Rosendo Mercado. Carlos Marcos
24. Enemigos de lo ajeno (1986)
El Último de la Fila

Tal vez ahora sea incluso obligación, pero en 1986 traer los sonidos contemporáneos del rock y el pop anglosajones a nuestros géneros vernáculos no era habitual, ni recomendable, la verdad. Por eso es mágico el éxito de este disco entonces y comprensible su vigencia hoy. Con su patria en sus zapatos, sus aviones plateados que rozan tejados y sus ángeles sin hélices, es casi un ejercicio poético a medio camino entre el romanticismo y la posmodernidad, además de un osado arranque de funambulismo sonoro en el que se llegan a encontrar la rumba catalana y el jangle pop. A veces, la música tiene la capacidad de hacer magia. Xavi Sancho
25. Un soplo en el corazón (1993)
Family

Este puñado de canciones de pop electrónico impregnadas de lirismo romántico y melancolía no llegó a presentarse en directo y constituye el único álbum de Family, un dúo fugaz formado por Iñaki Gametxogoikoetxea y Javier Aramburu, pero nada de eso le ha impedido convertirse en mito intergeneracional. Carlos Primo
26. Corre, corre (1982)
Leño

El trío tuvo una trayectoria corta, con solo tres discos de estudio, y el último fue el más logrado. Aquí se quita complejos (detectados en Más madera, que intentaba acercarse a la Movida) y sublima un sonido crudo y sucio, con la guitarra tan rabiosa como las letras, que apelan a las inquietudes de los jóvenes de las periferias urbanas. Quedan canciones tan recordadas como Sorprendente o Entre las cejas, o la firme declaración de intenciones No se vende el rock and roll. Ricardo de Querol
27. Un ramito de violetas (1975)
Cecilia

Es difícil imaginar a dónde habría llegado Cecilia (Evangelina Sobredo Galanes) si no hubiera muerto en 1976 con solo 27 años. De formación cosmopolita, influida por el folk anglosajón, brillaba en la composición, en sus finísimas letras y en la voz clara. La censura la obligó a retocar algunos versos que rebosaban crítica social y feminismo (y los recuperaba en los conciertos). Su tercer álbum dejó canciones inmortales: Mi querida España, uno de los himnos de la Transición, y la que da nombre al disco, un ingenioso retrato de la incomunicación en un matrimonio. Ricardo de Querol
28. El patio (1975)
Triana

Con medio siglo de existencia, este álbum es el epítome de lo que se conoce con el concepto de rock andaluz. Sus canciones beben del rock progresivo anglosajón (Pink Floyd, King Crimson, Yes) para mezclarse con garbo con la herencia de la cultura flamenca hasta formar un estilo nuevo, patrio, repleto de una fuerza innata y muy reconocible, sin parangón fuera de nuestras fronteras. Largas e intensas recreaciones instrumentales y un universo lírico particularísimo anclado en la tradición andaluza. Fernando Navarro
29. Volumen brutal (1982)
Barón Rojo

Desde la, en su día exótica, grabación en Londres hasta las letras, absolutamente vigentes hoy (algunas firmadas por una mujer, Carolina Cortés) pasando los dos millones de ejemplares vendidos (dato falso, pero con base real: no hubo un solo adolescente en los ochenta que no tuviera una copia), todo en él es legendario. Un ramillete de himnos fundamentales para comprender por qué y cómo el heavy se filtró en la cultura de masas española. Raquel Peláez
30. Rock & Ríos (1982)
Miguel Ríos

Cuando se publicó este disco doble, Miguel Ríos tenía 37 años. Un músico experimentado con un repertorio variado y rico. Rock & Ríos permanecerá como el álbum en directo más importante del rock español. Con la Movida ya en marcha, el granadino, acompañado por una bandaza, reivindicó el rock urbano y social en un contexto que pedía colores y frivolidad. Y, de paso, con la gira consiguiente, El rock de una noche de verano, demostró que en España se podían realizar conciertos como los que ejecutaban las bandas de fuera, y sentó las bases de los tours bien organizados. Muchos grupos españoles se benefician hoy de aquella labor. Carlos Marcos
31. A contratiempo (1978)
Chicho Sánchez Ferlosio

Personaje mitológico con tantas luces como sombras. Autor interpretado por decenas de coetáneos, comunista hijo de las élites franquistas. Todo es épica y malditismo en la biografía del cantautor que solo una vez registró un disco en estudio, este A contratiempo, tan básico, refrescante y personal que parece el eslabón perdido entre la canción protesta y la nueva ola. Iñigo López Palacios
32. Siroco (1987)
Paco de Lucía

En su regreso a la guitarra de concierto, dicen que el maestro tocó claves hasta entonces inexploradas. Una desbordante creatividad en armonías y recursos que, sin desvirtuar la herencia, añaden una renovada luminosidad a la jondura y revolucionan el canon establecido. Todo ello dentro de un deslumbrante repertorio de estilos propios de la disciplina. Fermín Lobatón
33. Hecho, es simple (1997)
7 Notas, 7 Colores

A lo que conocemos como la era dorada del hip hop español otros llegaron antes, pero ninguno llegó con tanto ruido y tanta furia, un eco que aún se oye… en tu cara, mamón. Mucho Muchacho al micrófono, directo desde El Prat de Llobregat, con el gran Dive Dibosso y DJ Neas a la producción, reventaron los códigos del incipiente rap patrio y materializaron todo lo que hasta entonces anhelaba o fanfarroneaba tener, pero no lograba terminar de atrapar. Chulería de la buena, calle de la de verdad, sin pedir permiso ni perdón. Y luego, como es menester, rumbo a toda pastilla hacia la autodestrucción. Xavi Sancho
34. La ley del desierto / La ley del mar (1984)
Radio Futura

Pocos saltos tan gigantes en el pop español: del pop voluble de Música moderna (1980) al rock afrolatino e intelectual de este disco de 1984. Los hermanos Auserón (Santiago y Luis) y Enrique Sierra dieron con la fórmula para crear su indeleble estilo: apegados a la tradición rock, pero buscando el latinismo como forma de reivindicar su procedencia. Temas como Escuela de calor, Semilla negra o Un africano por la Gran Vía, tan funkies, cálidos y estructuralmente tan ricos ponían las bases para que Radio Futura figurara como la mejor banda española nacida en los ochenta. Carlos Marcos
35. Gualberto y Agujetas (1979)
Gualberto y Agujetas

El impacto de este disco extraordinario quedó ensombrecido por el de La leyenda del tiempo, publicado el mismo año, y por Vanguardia y pureza del flamenco, en el que Agujetas había cantado meses antes un garrotín con el acompañamiento de Smash. Gualberto García, miembros de aquella banda de rock legendaria, se volvió a juntar al sitar con Agujetas, acompañado por un tocaor, Antonio Madigan. El álbum, firmado (y titulado) a medias, reabrió sendas que se remontan al origen indio del pueblo gitano, pero que, ay, no volvieron a ser transitadas. Iker Seisdedos
36. Un día en el mundo (2008)
Vetusta Morla

Quien diga que lo vio venir acaso mienta. Los seis vetustos llevaban una década bregando en el circuito de las salas pequeñas sin que nadie reparase en ellos. Tampoco una industria pasmada: los de Tres Cantos (Madrid) acabaron optando por la autoedición. El resultado: una catarata de himnos intergeneracionales, las mejores letras en español en décadas, el genuino encanto de la honestidad. Fernando Neira
37. Devil Came to Me (1997)
Dover

Las hermanas madrileñas Amparo y Cristina Llanos eran fans de Nirvana. Y no lo escondieron en este álbum nacido dentro de un sello independiente, Subterfuge, que se convirtió en auténtico fenómeno de ventas a finales de los noventa. Con canciones en inglés, guitarras de rock alternativo y melodías pegadizas —Serenade, Loli Jackson— trasladaron el espíritu del grunge a la escena nacional. Ana Fernández Abad
38. La leyenda del espacio (2007)
Los Planetas

Ni las guitarras de Florent o la batería de Eric suenan flamencas, ni, mucho menos, la voz de J se parece a la de Camarón, y sin embargo este homenaje a La leyenda del tiempo les quedó colosal. Mientras discos que aproximen el rock al flamenco ha habido muchos, y extraordinarios, en La leyenda del espacio todo lo que suena es rock, por mucho que el arte jondo se pueda rastrear en el ADN de las canciones. Sí, ahí están las letras de soleares, tientos y granaínas populares, incluso se cantan unos fandangos de Huelva de Enrique Morente —que hasta pone su voz insondable, abismal, en Tendrá que haber un camino—, pero sacudidas y desgarradas por la contundencia sonora que siempre otorgan los granaínos a su música. Eso sí, pellizco tienen. Federico Simón
39. A Santa Compaña (1984)
Golpes Bajos

Nadie podía imaginar que en la cabeza del cantante de Siniestro Total, Germán Coppini, convivían un punkie y un crooner. Su unión con Teo Cardalda demostró que Vigo contaba con su propia movida, que una caja de ritmos podía tener alma y que los ochenta también fueron melancólicos. Un tema como Fiesta de los maniquíes se sumó en el imaginario pop a hitos del EP de debut del grupo como Malos tiempos para la lírica o No mires a los ojos de la gente. Javier Rodríguez Marcos
40. El ritmo del garaje (1983)
Loquillo y Trogloditas

El primer álbum de Loquillo y Trogloditas, incluso por su textura amateur, suena a Movida genuina. No tanto por la propuesta estética como por la atmósfera acelerada que impregna las canciones. El rockabilly se funde a una cierta pose punk y las composiciones de Sabino Méndez, que incluyen himnos generacionales, son una afirmación pletórica y desenfada de juventud. Jordi Amat
41. Solo quiero caminar (1981)
Paco de Lucía

El maestro da carta de naturaleza discográfica a los miembros de su sexteto —Pardo, Benavent, Dantas y sus hermanos Ramón y Pepe—, que otorgan colorido y dan respaldo a las novedosas afinaciones que el guitarrista va introduciendo de manera natural desde los populares tangos del título, que marcan una expresión mayoritariamente festiva y rumbera. Fermín Lobatón
42. A.D.R.O.M.I.C.F.M.S. 2 (2015)
Yung Beef

Con todos ustedes: el pionero del trap en España, es decir, de mucho de lo mejor de la música urbana. Desgajado de Kefta Boyz y PXXR GVNG, el granadino Fernando Gálvez (Yung Beef) convierte en oro musical todo lo que toca. Sigue siendo, además, único en ese subgénero que es el trap triste. Para muestra, una canción que, nacida para hacer historia desde el primer acorde, terminó influyendo hasta en Los Planetas: Ready pa morir. Javier Rodríguez Marcos
43. Alegranza (2007)
El Guincho

A algunos parece que se les ha olvidado y otros jamás se dieron cuenta. También hay los que no quisieron verlo, ni en aquel lejano 2007 en que este disco fue editado, ni mucho menos en todas las colaboraciones recientes de este canario, que van de Rosalía a Charli XCX. El Guincho es el músico español más importante del siglo XXI, y este, su disco de debut, un apabullante tratado de mestizaje en el que se va del afro pop al tango y del indie al tecno. Tal vez una de las primeras veces en que un músico de aquí ha captado el espíritu global del momento en tiempo real y ha sido celebrado en todo el mundo por ello. Xavi Sancho
44. A duras penas (1976)
Carlos Cano

Hay un verso en La hoguera que resume el espíritu del primer álbum de Carlos Cano: “Yo quiero decir que algo pasa aquí, por el sur: mucho sol y poca luz”. Como un Leonard Cohen granadino que canta, grita, se esperanza y se lamenta, Cano grabó un disco más andalucista que flamenco, incluso con la participación de un jovencísimo Enrique Morente. Y abrió un camino que rompió cadenas y clichés. Iñigo López Palacios
45. Antología. La mujer en el cante (1996)
Carmen Linares

Conmemoración de la mujer flamenca, enciclopedia de cantes y palos, lección magistral de poderío vocal o, simplemente, enorme documento sonoro para deleite de expertos y profanos. Carmen Linares, la gran dama del flamenco, afrontó en 1996, antes de que nacieran muchos troles antiwoke de la actualidad, la tarea de hacer la primera antología del cante de mujer, recuperando, con sus propios matices y acompañada por los mejores guitarristas del momento, el estilo de figuras históricas. Y tuvo que aprender, para regalar al oyente, repertorios muy muy antiguos, pero nuevos incluso para ella: de las cantiñas de Rosario la Mejorana a los tangos de La Niña de los Peines. Insuperado. Quizá insuperable. Federico Simón
46. Potro de rabia y miel (1992)
Camarón

Camarón, ya seriamente enfermo, se reencuentra con Paco de Lucía para una obra casi póstuma: se publicará, tras un año de esforzada grabación, dos meses antes de su partida. Llevado en volandas por las guitarras de Paco y Tomatito, el cantaor derrama su estremecedor grito con el mismo dramatismo y sensibilidad en las bulerías que en la taranta. Fermín Lobatón
47. Autobiografía (1989)
Duncan Dhu

Ni tan oscuros como para ser banda de culto, ni tan candorosos como para ser solo un fenómeno de fans enfurecidas, Mikel Erentxun y Diego Vasallo, recién separados de Juan Ramón Viles, se propusieron al filo de los noventa, ya como dúo, demostrar su altura compositiva en este doble salto mortal en forma de un complejo doble álbum que les afianzó como creadores de grandes éxitos pero también como músicos cultos, virtuosos y profundos. Raquel Peláez
48. Atlántico (2012)
Xoel López

Este álbum es la culminación de una gran aventura vital y musical de Xoel López, que decidió acabar el proyecto de Deluxe y renovarse de una forma radical. Con este disco, incomprendido en su día por buena parte de los fans y la crítica, el músico unió las dos orillas del Atlántico —de A Coruña a Buenos Aires y viceversa— de una forma prodigiosa, hasta el punto de renovar la canción de autor en castellano. Un ejemplo de independencia artística y sabiduría compositiva al mezclar géneros y ofrecer un cancionero de primer nivel. Fernando Navarro
49. Blues de la frontera (1987)
Pata Negra

Diez años después de ser fundamentales en Veneno —ese aleph de la música española del último medio siglo—, Raimundo y Rafael Amador publicaron un disco que fusiona flamenco, jazz, reggae, rock progresivo y, por supuesto, blues. La producción de Ricardo Pachón y las letras de Carlos Lencero se unieron a lo mejor que pueden dar de sí, desatadas, una guitarra eléctrica y una española. Javier Rodríguez Marcos
50. Rock and Roll (1979)
Tequila

La irrupción de Tequila en la música española fue como si un huracán de alegría y color azotase a todo. Reivindicando el mejor legado hedonista de The Rolling Stones y ofreciendo un ímpetu juvenil sin precedentes en el rock español, este disco recoge todas las señas de identidad de una banda que pronto alcanzó el éxito, pero además consiguió algo más importante: ser influyente. Con actitud y riffs, el grupo abrió toda una nueva senda de rock’n’roll que transitaron después Los Ronaldos, Los Rodríguez o Pereza. Fernando Navarro