¿Dónde estamos ahora?
Bowie retoma la pregunta planteada por Kathryn Bigelow que parece confundir a Almodóvar
Eso, Where are we now?, ¿dónde estamos ahora? Lo pregunta David Bowie desde el pasado 8 de enero, fecha de su 66 aniversario y del lanzamiento de la canción de ese título con la que regresaba el cantante, músico y letrista más inteligente y creativo de su generación. Anunciaba así nuevo disco tras diez años de silencio y, pumba, lo hacía tres días antes del estreno de La noche más oscura de Kathryn Bigelow. Un momento especial del arte de la crisis.
La película, una producción independiente de Bigelow y su gente, tiene cualidades de rara aparición en la gran pantalla, como es la democracia aplicada al plano y al montaje cinematográficos, y termina con una pregunta tras aquella caza y captura que marcó los límites actuales de lo legal: Y, ahora, ¿qué?
Y ahora dónde estamos, y ahora qué.
La canción de Bowie fue la primera en oírse de The next day (El día siguiente), el disco lanzado este 8 de marzo, una fecha que, con lo mucho que Bowie y su gente consideran las cosas, les ha debido parecer estupendo que fuera la misma de la jornada de persistente memento femenino, que este año ha tenido la buena potra de caer en viernes, día de estrenos.
También el 8 de marzo aparecieron Los amantes pasajeros, de Almodóvar. No acaba el filme de cuajar, como si no pudiera asumir las preguntas que se hace, como si el agobio fuera demasiado inenarrable en esa Península que da nombre a la línea aérea del filme y que su comandante, al no ser el mismo Almodóvar en persona (lo que le recomendaría en algunas películas, como bien sabe Woody Allen) no acierta qué hacer con ese agobio y no consigue llevar el asunto a ningún buen puerto, aeropuerto en este caso, como no sea el fantasmal aeropuerto de La Mancha. Y así, sin cuajar la cosa, el sicario que lee a Bolaño se queda en nada.
Todos tienen el mismo tratamiento, torturador y torturado, espía y político, hombre y mujer, una estricta correspondencia visual en cada secuencia
Y ahora qué, y ahora dónde estamos. Bigelow, Bowie, Almodóvar. Los tres se lo han preguntado a la vez y durante meses de trabajo, en estos durísimos tiempos en los que, volviendo a San Juan de la Cruz, “la fe es una noche oscura”, aquí como en Venezuela. Lo es en el arte como en la vida e incluso en la CIA, y desde luego mucho más, nos dice Bigelow, si eres mujer. Lo sabe bien, es dama batalladora. Y por si no fuera suficiente, el aparente desorden del azar pone las cosas en su sitio: este mismo 8 de marzo ha desaparecido de la cartelera, en la que iba resistiendo en única sesión diaria, su extraordinario filme.
Por primera vez en lo contemporáneo he logrado ver que cuando el cine trata un asunto tan duro de pelar como la caza y captura de Bin Laden la narrativa habla más que nunca por sí misma, sin concesión ni licencia alguna. No debo interpretar nada, he de verlo. Tras un prólogo memorable de dos minutos para contar el 11-S de 2001, pantalla en negro y sólo voces de personas que formaban aquellos desgraciados pasajes aéreos —palabras de miedo y de amor que tal vez sólo sin imagen pueden ser creíbles—, Bigelow aplica a rajatabla la democracia del plano cinematográfico y su sonido: todos tienen el mismo tratamiento, torturador y torturado, espía y político, hombre y mujer, una estricta correspondencia visual en cada secuencia, y los árabes no gritan como desaforados por el mero hecho de serlo. Así logra Bigelow la credibilidad de su apuesta, dificilísima, vista como está desde la CIA, desde esa mujer cuya fe —se lo reconocen los soldados— en su trabajo y en el conocimiento exhaustivo de las "artes del oficio" de sus adversarios es justo lo que no tienen los hombres que dirigen la superpotencia y su transgresión de lo legal.
Bigelow se formó en el arte conceptual, con el Lawrence Weiner que expone en el Macba y está plantando sus esculturas-banco por la península (en Barcelona ya tenemos una) para que podamos sentarnos en la calle ya que el mobiliario urbano nos rehuye. La revista Art-Language los reunió. Los conceptuales de los 70 planteaban problemas y hoy plantean salidas, pero nunca son decorativos. Bowie ha recorrido al artista multimedia Tony Ousler para sus nuevos clips y a la no menos conceptual actriz Tilda Swinton. Y Almodóvar ha regresado rematadamente pop, decorativo. Con una suerte de plegaria a su juventud en esta noche oscura. Desconcertante, eso sí, pero desde luego de los 80 nos vienen los lodos. Where are we now?, canta y resuena la pregunta de Bowie.
Mercè Ibarz es escritora.
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