“No se ha aprendido nada del incendio”
Un año después del fuego que arrasó más de 1.500 hectáreas, los vecinos de Robledo de Chavela denuncian las mentiras y falta de soluciones tras el siniestro
El día grande de las fiestas de Robledo de Chavela el año pasado dejó de ser una fiesta al mediodía. Una columna negra de humo comenzó a verse desde el pueblo. Era el inicio del peor incendio en la región en las últimas décadas. El fuerte viento avivaba las llamas, que se extendieron por más de 1.500 hectáreas —demasiados campos de fútbol—, obligaron a evacuar a más de 2.000 vecinos y dejaron sin respiración durante más de dos días a los vecinos de Robledo, Valdemaqueda y Santa María de la Alameda.
Los habitantes de La Suiza Española, una de las urbanizaciones que quedaron sitiadas por el fuego recuerdan el caos de aquellos días: “Los bomberos no tenían agua, se perdían por las calles sin indicar de la zona y no tenían donde llenar los camiones”, explica Ferrán Jaumandreu, presidente de la urbanización. “Hubo gente que se quedó en casa a pesar de la evacuación, y aunque no dejaban pasar a los vecinos a sus casas sí que se produjeron varios robos durante esas horas”.
A raíz del incendio se creó una plataforma de afectados que denuncia desde entonces las irregularidades que propician que en solo nueve años se hayan declarado en el término municipal 31 incendios. Entre ellas la falta de un plan para incendios local, una responsabilidad que la Comunidad delega en los Ayuntamientos y que el de Robledo no ha cumplido aún. “Es imposible mantener limpias más de 1.200 hectáreas de monte”, explica Mario de la Fuente, alcalde de la localidad. “Hay mucha gente que habla sin conocimiento. El fuego se apaga en invierno. Pero si limpias el monte en abril y en mayo llueve, vuelve a crecer la hierba, es imposible. Rezamos porque no llueva, porque no hay dinero para hacer una limpieza constante”, explica. De los tres alcaldes de las localidades afectadas, es el único que se ha reunido con los afectados.
El alcalde y la plataforma se culpan mutuamente de la dejadez en el mantenimiento de los montes. María del Carmen Chico, presidenta de la coordinadora vecinal, explica que en el último pleno el alcalde les dijo sobre este asunto “que cada palo aguante su vela”. La única reunión que mantuvieron ambas partes terminó con insultos por parte del alcalde, según cuenta Chico. Mientras, algunas parcelas de la urbanización están llenas de maleza seca. “Hacemos lo que podemos”, explica Jaumandreu, que se queja del olvido del Ayuntamiento respecto a las urbanizaciones que rodean al pueblo.
Pero no es ese el único punto de fricción entre los vecinos y la administración. En el mes de octubre, Ignacio González anunció sobre el terreno quemado que se llevaría a cabo en este pueblo la mayor repoblación de Madrid. El presidente posó con unas mulas que, en principio, iban a ser las encargadas de limpiar el paraje de troncos quemados, evitando así la erosión del suelo. “Cuando se fue la prensa, las mulas fueron sustituidas por maquinaria pesada”, explica José Luis Moreno, secretario de la plataforma, mientras muestra fotografías donde se ve a grandes grúas cargar con troncos.
El plan de reforestación de la zona va a contar con un presupuesto de 1.400.000 euros, repartidos al 50% entre el Ministerio de Medio Ambiente y la Consejería. Pero a día de hoy nadie sabe en qué va a consistir ese plan. En la Consejería apuntan a que durante estos meses se ha dejado que actúe la naturaleza, que se vaya regenerando el terreno y a partir de octubre se actuará en las zonas que no se hayan repoblado de forma espontánea. “Es la época propicia para que germine lo que se planta. Lo demás es tirar el dinero”, indica De la Fuente. Pero para los vecinos esto no es suficiente. En el mes de febrero realizaron junto a grupos ecologistas un bombardeo de semillas en las zonas afectadas, tanto las áreas públicas como las privadas, donde actuaron con el consentimiento de los dueños, según explican.
“Los troncos quemados en el monte de Santa Catalina iban a formar unas terrazas para contener el mantillo y evitar que la contaminación de las cenizas llegara al río”, indica Jaumandreu, “pero los troncos han desaparecido del monte, alguien ha hecho negocio con ellos”. Este monte público, devastado por el incendio presenta hoy un escenario casi lunar tras la limpieza de la maquinaria. Las barricadas para contener los nutrientes de la tierra son poco más que un par de ramas raquíticas. “El incendio ha servido para descubrir también infracciones urbanísticas en el monte”, denuncia Moreno, “como la construcción de una casa de más de 200 metros con piscina en un lugar donde había licencia para construir una caseta de guardia”.
Hay aún un punto más de disputa entre los vecinos y las Administraciones. El río Cofio, que surca el término municipal, dispone de una presa que el año pasado durante el incendio estaba seca. La presa es otro ejemplo de vaivén de competencias. La Confederación Hidrográfica del Tajo cedió la concesión al Ayuntamiento, que asegura no tener dinero para arreglarla. En agosto de 2012 estaba seca porque estaban limpiando los posos supuestamente contaminantes que se habían acumulado durante años hasta que llegó a romperse el fuerte. El plan del Gobierno central pasa por eliminar la presa, ya que nadie se hace cargo de ella. “Es quitar un depósito de agua en una zona propicia para el fuego”, se lamenta Chico.
Un año después, solo hay un punto de encuentro entre las partes afectadas. No quieren que se planten pinos. Vecinos y Ayuntamiento prefieren una repoblación con especies autóctonas como la encina o los enebros, que contienen al fuego en vez de espolearlo, como ocurre con los pinos de resina.
Un año después el fuego se ha apagado en la sierra oeste, pero el ambiente se mantiene caldeado en la localidad, donde el enfrentamiento entre la plataforma y el ayuntamiento está a flor de piel. El incendiario que dio inicio a los cuatro focos del incendio sigue sin ser identificado ni detenido. María del Carmen Chico se lamenta: “no se ha aprendido nada de lo que ha pasado, así que puede que vuelva a pasar”. Demasiado castigo para una zona de una riqueza natural contundente pero frágil.
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