Chile busca levantar a Magallanes como el enclave mundial del hidrógeno verde
El Gobierno de Gabriel Boric trata de dar un nuevo impulso a los proyectos relacionados con la energía limpia en la Patagonia chilena, mientras que activistas acusan que no se considera el coste ambiental de las construcciones


Los fuertes y gélidos vientos de Magallanes, la región más austral de Chile y cuya capital es Punta Arenas, han despertado el interés empresarial por su potencial para desarrollar proyectos de hidrógeno verde (H2V), un combustible libre de carbono que se produce mediante la descomposición de moléculas de agua a través de energía renovable. La idea de convertir a esta zona encima del Polo Sur, que representa casi un 7% del país sudamericano, en el enclave mundial de la energía renovable se gestó hace menos de una década y, aunque comenzó con un fuerte impulso a partir del lanzamiento de la estrategia nacional de hidrógeno verde en 2020, se ha ralentizado como parte de una tendencia global.
Pero las autoridades chilenas están tratando de levantar esta industria a pesar de que sus elevados costos en el mercado global –2,5 veces mayores al del gas natural– han desvanecido el interés de los inversionistas. La promesa inicial de Chile fue precios por debajo del promedio mundial, pero esto hasta ahora no se ha materializado, algo que tal vez lo explica porque la mayoría de las estimaciones internacionales pasan por alto los relevantes gastos en almacenamiento y distribución necesarios para entregar esa energía a diferentes sectores, según un estudio del Centro para el Medio Ambiente de la Universidad de Harvard, publicado en octubre. La autora principal de la investigación académica, Roxana Shafiee, dice que sus resultados “desafían la idea, cada vez más extendida, de que el hidrógeno será la ‘navaja suiza de la descarbonización’ y sugieren que las oportunidades para el hidrógeno podrían ser menores de lo que se creía”.

Para Mario Marcel, ministro de Hacienda, lo que hace viable los proyectos en territorio chileno no son solo los bajos costes de producción o la alta eficiencia en la elaboración, sino el que se sea capaz de reducir los riesgos. “Son iniciativas que, por estar en una industria nueva, de desarrollo reciente que tiene más incertidumbre respecto a la demanda futura, requieren instrumentos de gestión de riesgo que van más allá de lo que es habitual en proyectos de inversión”, respondió a este medio en una acotada reunión con periodistas en Punta Arenas.
Fue en esta ciudad donde se realizó, entre el 20 y 25 de marzo, un foro internacional de inversiones –en el marco de las Asambleas de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)– que tuvo como intención impulsar la industria del hidrógeno verde, y que contó con la inauguración del presidente Gabriel Boric; los ministros Marcel, Diego Pardow (Energía) y Jessica López (Obras Públicas); y otros funcionarios gubernamentales y decenas de empresarios. “Estamos lanzando el facility de Hidrógeno Verde de CORFO [Corporación de Fomento y Producción] para quienes quieran invertir en proyectos de hidrógeno verde en Chile, y esta es una señal de fuerte compromiso del Estado en conjunto con asociaciones multilaterales como el BID, que va más allá de un gobierno, para fomentar el desarrollo de esta industria en el mediano y en el largo plazo”, anunció Boric el pasado lunes.
Según Marcel, lo que se busca con este instrumento es compartir más el riesgo entre los prestatarios y los prestamistas de los proyectos. Reconoce, sin embargo, que el país se encuentra con la desventaja de la distancia respecto a los mercados de destinos: “Hay que ser capaces de compensar una cosa con la otra”.

Zona en construcción
El país latinoamericano se ha comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono para 2050. Pero, en el caso del hidrógeno verde, no se ha tenido el despegue deseado, y de los 77 proyectos anunciados solo 14 están operativos –todos a una escala piloto– y otros cinco se hallan en evaluación ambiental para iniciar su construcción de acuerdo con datos aportados por la asociación chilena de hidrógeno.
En los últimos años, Chile ha creado millonarios fondos de inversiones con participación pública y privada para financiar proyectos vinculados al desarrollo de H2V. Una buena parte de las iniciativas, 26, tienen como localización Magallanes, donde ya se encuentra en funcionamiento la planta experimental Haru Oni de la compañía HIF Global que se utiliza para la fabricación de e-gasolina que abastece a los automóviles de carrera de la empresa alemana Porsche.
Mientras los empresarios piden acelerar los procesos de evaluación de impacto ambiental para obtener permisos; los activistas aseguran que se está transformando a Magallanes en una ‘zona de sacrificio’ territorial. Diego Luna Quevedo, especialista en política y gobernanza de Manomet Conservation Sciences, afirma que lo que está siendo cuestionado son los criterios mínimos de sustentabilidad del Hidrógeno “Las dos costas del Estrecho de Magallanes, tanto el continente como Tierra del Fuego, o ecosistemas como la Estepa van a cambiar radicalmente y se van a convertir en zonas industriales. Se trata de proyectos a gran escala con impactos acumulativos a gran escala. Sin embargo, el Gobierno, bancos multilaterales y desarrolladores privados persisten en poner impacto ambiental de la industria debajo de la alfombra”.

La narrativa de la industria ha girado en torno a las de descarbonización, inversión y empleos. Pero Luna dice que no se han informado debidamente sobre los riesgos que asociados a este desarrollo a escala industrial. “Si bien el hidrógeno en estricto rigor no es extractivismo, se está pensado con la misma lógica. Cambiamos de tecnología, pero la mentalidad sigue siendo la misma. Por ejemplo, el denominado Pacto de Magallanes, de carácter público y privado, toma decisiones entre cuatro paredes sobre el destino del territorio sin considerar la participación de las comunidades locales. Además del cuestionamiento al hidrógeno como solución, lo que está siendo cuestionado es el modelo a través del cual se impulsa, altamente agresivo, sin condiciones mínimas de marco regulatorio, ordenamiento territorial ni gobernanza”.
Cuando se hacía el foro de inversiones en Punta Arenas, el martes, una decena de organizaciones locales manifestaron, a través de un comunicado público, que fueron excluidos del debate y exigieron una transición energética participativa y se mostraron preocupados por los cambios legislativos impulsados por el Gobierno, como la Ley Marco de Permisos Sectoriales y la reforma al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental.
La bióloga marina Gabriela Garrido, directora de la red Panel Ciudadano H2 Magallanes, precisa que el principal problema está relacionado con la escala de los proyectos, porque se trata de intervenciones significativas de territorios mediante la construcción de plantas y ampliación portuaria. “Somos una región que fue declarada en escasez hídrica y el hidrógeno requiere de agua, y de grandes porciones de terreno”, dijo. Pero lo que más les preocupa es que consideran que el Sistema de Evaluación Ambiental local no estaría preparado para monitorear una cantidad grande de iniciativas. Esto lo han manifestado en cartas dirigidas al presidente Boric y autoridades locales, como el gobernador de Magallanes, Jorge Flies, para expresar su preocupación, pero sin conseguir respuestas.
Pero no hay una posición transversal en toda la región respecto a los planes para hacer de la Patagonia chilena un enclave del hidrógeno verde. En el liceo industrial Armando Quezada Acharán de Punta Arenas, un grupo de estudiantes de entre 15 y 16 años, que forman parte del programa ‘Hydrogenios’ de la ONG Nobeles Australes, y profesores lo ven una oportunidad para su futuro. Javier Garay, docente de enseñanza media, y cuatro de sus alumnos han construido el prototipo de buque ‘Lord Antartic’, una embarcación cuya propulsión se deriva del hidrógeno verde, que ha sido presentada en congresos internacionales. “Tiene que haber parques nacionales, que está bien; pero tampoco quiero preparar jóvenes para que, como dice la canción de Los Prisioneros, ‘sigan pateando piedras’. El hidrógeno es una oportunidad de mejorar la calidad de vida de los magallánicos”, añadió.
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