Rafael Yuste, neurocientífico: “Tenemos que evitar una fractura en la humanidad, con unas personas aumentadas mentalmente y otras no”
El investigador, de la Universidad de Columbia (EE UU), ha impulsado el nuevo Centro Nacional de Neurotecnología en España, un instituto que fabricará aparatos capaces de penetrar en la mente humana y modificarla
Hace casi un año tuvo lugar una escena inusual en el Congreso de los Diputados. Un pequeño grupo de parlamentarios se sentó a ver la última película del cineasta alemán Werner Herzog, Theatre of Thought (El teatro del pensamiento), un documental que alerta de que las neurotecnologías —aparatos capaces de leer o incluso modificar la actividad del cerebro humano— están a punto de transformar el mundo para siempre. La hipnótica voz en off del director resonaba en la Sala Constitucional del Congreso. “¿En el futuro podrás leer mi mente y ver mi próxima película antes incluso de que yo la ruede?”, pregunta Herzog a un investigador en un momento del film. El neurocientífico Rafael Yuste, protagonista del documental, estaba entre los diputados españoles, intentando concienciarlos de los riesgos de penetrar en la mente humana. Su respuesta a la pregunta del cineasta es estremecedora: “Probablemente”.
Yuste, nacido en Madrid hace 61 años, dirige el Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia, en el corazón de Nueva York (EE UU). Cuenta que, hace una década, su vida cambió por un experimento. “Estudiando la corteza visual de un ratón, pudimos no solamente descifrar lo que estaba viendo, sino manipular su actividad cerebral para hacerle creer que estaba viendo cosas que no estaba viendo. Como si le metiésemos una alucinación en su cerebro. Y el ratón se empezó a comportar como si realmente estuviese viendo esta imagen falsa. Lo manejábamos como una marioneta. Aquella noche no dormí”, rememora por videoconferencia desde un pueblo madrileño, horas antes de las campanadas de Nochevieja. “Lo que hoy hacemos en un ratón se podrá hacer mañana en un humano. Hemos abierto la puerta a unos problemas éticos y sociales gordísimos, como le ocurrió al físico Robert Oppenheimer con la bomba atómica”, reflexiona.
El neurocientífico español lleva cinco años trabajando en la sombra para dar forma al inminente Centro Nacional de Neurotecnología (Spain Neurotech), que se instalará en un edificio de la Universidad Autónoma de Madrid. Con una inversión prometida de 200 millones de euros hasta 2037, es una de las mayores iniciativas de la historia de la ciencia española. Yuste, que se define como “instigador” del proyecto, explica que está negociando para incorporarse como director científico.
Pregunta. En una entrevista hace tres años, usted afirmó que “tener un sensor en la cabeza será de rigor en 10 años, igual que ahora todo el mundo tiene un teléfono inteligente”. Quedan siete años. ¿Lo sigue pensando?
Respuesta. No sé si será obligatorio, pero las cosas van superrápidas. Hace ya más de un año, un equipo de la Universidad de Tecnología de Sídney, en Australia, y una empresa neurotecnológica desarrollaron un casco de electroencefalografía acoplado a un sistema de inteligencia artificial generativa. Consiguieron descifrar el lenguaje mental de 19 voluntarios, con una exactitud que en promedio era baja, de alrededor del 40%, pero con muchísima exactitud en algunos casos. Hay un vídeo en el que se ve cómo descifran las palabras que está generando una persona en su cerebro: “Buenas tardes, espero que estés bien. Me tomaré un capuchino con extra de café”. En realidad no sabemos lo que es un pensamiento, pero sí conocemos el lenguaje. Descifran las palabras que no se pronuncian. El potencial que tiene esto es brutal.
P. ¿En qué está pensando?
R. Supongo que esta empresa australiana quiere construir un sistema para que tú puedas, por ejemplo, escribir a máquina en la computadora a base de pensar, sin utilizar los dedos. Creo que estamos relativamente cerca de que eso ocurra y, cuando suceda, va a ser una revolución. Imaginemos que llevas un casco de estos o una gorra: puedes generar lenguaje internamente, que te lo descodifique el sistema, comunicarte con otras personas, dar instrucciones, manejar un equipo robótico. Se va a abrir un mundo entero. Tenemos que anticiparnos a este futuro que nos viene de frente, en el que vamos a utilizar neurotecnología en la vida corriente igual que utilizamos ahora los móviles, una neurotecnología que también nos aumentará las capacidades mentales y cognitivas.
P. ¿Cómo nos aumentará las capacidades?
R. Por ejemplo, hace ya dos años, un equipo de la Universidad de Boston utilizó neuroestimuladores electromagnéticos encima de la cabeza para estimular una parte del cerebro y aumentar la memoria un 30%. Era un experimento control para después probarlos en pacientes con alzhéimer u otras demencias. Imaginemos cuando se empiecen a vender: “¿Quiere usted tener más memoria? Pues le vendo un estimulador electromagnético que cuesta 1.000 euros y aumentará su memoria”. Vamos a tener una situación en el mundo en la que, con neurotecnología, podremos empezar a retocar la actividad cerebral, no solo descifrarla, sino cambiarla. Estamos hablando de una cosa gordísima, porque la actividad cerebral es el santuario de la mente humana, de ahí sale todo lo que somos mentalmente: nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras creencias, nuestra personalidad, nuestros recuerdos. Con neurotecnología, puedes mapear la actividad mental y cambiarla. Puede tener aplicaciones fantásticas: entender qué ocurre ahí dentro, sistemas para escribir a máquina a base de pensar, imaginemos todas las aplicaciones médicas… Pero también tenemos muchos riesgos, porque estamos abriendo la tapa de la mente de las personas, con tecnología. Tenemos que asegurarnos de que esto esté superprotegido desde el comienzo.
Cambiar la actividad cerebral es una cosa gordísima, porque es el santuario de la mente humana
P. ¿Cómo será el Centro Nacional de Neurotecnología?
R. Tendrá más de 250 investigadores y habrá tres grandes departamentos dedicados a fabricar neurotecnología: dispositivos para medir la actividad del cerebro humano y modificarla. Un departamento será de neurobiólogos, con métodos de genética, biología molecular, celular. Otro será de neuroingenieros, con métodos electrónicos, magnéticos, acústicos. El tercer departamento será de inteligencia artificial. Y luego habrá otros tres departamentos pequeños: uno para coordinar ensayos clínicos en toda España para aplicar las neurotecnologías a los pacientes, una pequeña incubadora de empresas para generar valor económico y otro de ética y derechos humanos. Sinceramente, no existe nada similar en el mundo.
P. El Ministerio de Ciencia se ha comprometido a poner 120 millones de euros, incluidos 40 millones de los fondos europeos; la Comunidad de Madrid, 78 millones; y la Universidad Autónoma de Madrid, dos millones. ¿Este dinero es suficiente?
R. Es fantástico. Yo lo he visto en primera fila y ha sido una cosa preciosa, que se tiene que contar. Con la tragedia de la covid, que devastó España, llegaron los fondos europeos para reconstruir el tejido tecnológico, industrial y científico. Surgió una oportunidad histórica para la ciencia española y las dos administraciones más enconadas que te puedes imaginar se han puesto de acuerdo. Han puesto la ciencia por encima de sus diferencias. Me he reunido varias veces tanto con la presidenta Isabel Díaz Ayuso como con el presidente Pedro Sánchez y no tengo ninguna queja. Han puesto todo lo que tenían que poner y más.
P. Usted y dos colegas alertaron hace un mes de que empresas como Meta [dueña de WhatsApp, Instagram y Facebook] y Apple ya han patentado, o están desarrollando, neurotecnologías vestibles que pronto llegarán al mercado con un alcance mundial nunca visto. Estás empresas, entonces, ya están invadiendo ese santuario de la mente humana.
R. Sí, ya empieza a haber cositas, aunque preliminares, por eso es tan urgente proteger la privacidad mental, porque ahora mismo hay montones de compañías de neurotecnología en todo el mundo que ya están acumulando datos cerebrales de los usuarios. Son dispositivos que se venden para dormir mejor, para meditar, para videojuegos, para pilotar drones con tu pensamiento, para mover un cursor en la pantalla de la computadora. Me preocupa que estas compañías estén acaparando todos estos datos. Ya se pueden empezar a descifrar, como se ha hecho en Australia, porque la inteligencia artificial está mejorando espectacularmente. Es cuestión de tiempo.
P. ¿A usted le da miedo que al comprar un videojuego con una diadema que lee la mente para mover un cursor, por ejemplo, esa lectura permita averiguar que padece ansiedad y ese dato acabe en una aseguradora?
R. Sí, esto, en principio, ya puede ocurrir. Los dispositivos médicos están regulados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, el problema son los destinados al consumo de masas. Nuestra fundación publicó un estudio en abril de 30 compañías de neurotecnología comerciales. Nuestro equipo jurídico se leyó la letra pequeña de todos los contratos que el usuario tiene que aceptar para poder encender el dispositivo o bajarse el software. Es un desastre. Si dices “Estoy de acuerdo”, las 30 empresas toman propiedad de todos tus datos neuronales. Y prácticamente todas las compañías se autorizan a vender esos datos a terceras partes, que puede ser una aseguradora o el Ejército de Corea del Norte. Es la situación de menor protección que te puedas imaginar. Como no hay leyes, las compañías dicen: “Bueno, de momento, me quedo con todo y me autorizo a venderlo”. Esta situación me preocupa muchísimo. Este agujero hay que taparlo inmediatamente.
Me preocupa muchísimo que las empresas estén tomando propiedad de todos tus datos neuronales
P. Usted afirma que los cinco neuroderechos básicos son: la privacidad mental, el acceso justo al aumento de la capacidad cerebral, preservar la identidad personal, estar libre de sesgos y mantener el libre albedrío.
R. Eso es. De los cinco, el más urgente es la privacidad mental, porque, como digo, hoy en España te puedes comprar en Amazon un casco de electroencefalografía para jugar por internet y todos esos datos son acaparados por la empresa que te lo ha vendido. Esto hay que pararlo inmediatamente. Sin embargo, al margen de la urgencia, el neuroderecho que yo pondría en primer lugar por importancia es el acceso equitativo al aumento cognitivo. Antes o después tendremos que lidiar con este problema. Vamos a tener la posibilidad de aumentarnos mentalmente, y ahí podemos crear una brecha en la sociedad con dos tipos de seres humanos: unos que están aumentados y otros que no. Tenemos que empezar ya a pensar en cómo evitar una fractura en la humanidad.
P. Técnicamente, ¿cuándo podría ocurrir eso?
R. Yo creo que pasará poco a poco. Quizá los dispositivos para aumentarnos la memoria pueden ser el primer aperitivo. No sé cuándo ocurrirá, pero lo veo en cuestión de pocos años.
P. Usted preside la Fundación de Neuroderechos, dedicada a alertar de las implicaciones éticas de la neurotecnología.
R. Ya hemos conseguido que la actividad cerebral esté protegida por ley en cuatro sitios en el mundo. Primero fue Chile, que hace tres años se convirtió en el primer país del mundo donde se protege la actividad cerebral de la ciudadanía. Después, en 2023, lo hizo el estado brasileño de Río Grande del Sur. Y en 2024 hemos conseguido que dos estados de Estados Unidos, Colorado y California, tengan leyes de protección de datos cerebrales. También hay proyectos de ley en discusión en Uruguay, en Ecuador, en México y en Brasil a nivel federal.
P. ¿Y en España?
R. En España todavía no se ha hecho nada, pero ya ha habido dos reuniones. La primera fue en febrero en el Congreso de Diputados. Hubo una buenísima recepción de todos los partidos políticos. Y hace un par de semanas me invitó el Senado para hablarles en la comisión de ciencia. Si todo va bien, vamos a empezar a trabajar con legisladores en 2025 para ver si España también se incorpora a este movimiento y lo lidera a nivel europeo. España sería el primer país en Europa en tener una legislación específica para proteger la actividad cerebral. La mejor solución sería establecer una regulación a nivel mundial, con un acuerdo de Naciones Unidas, y una agencia especializada, como el Organismo Internacional de Energía Atómica, pero ese es un objetivo muy complicado y a largo plazo.
España sería el primer país en Europa en tener una legislación específica para proteger la actividad cerebral
P. Usted es uno de los 12 miembros del Comité Español de Ética de la Investigación, el organismo que ha analizado el caso del rector de la Universidad de Salamanca, Juan Manuel Corchado. A él y a sus colegas les han retirado 75 estudios por prácticas fraudulentas, pero ha dicho que no va a dimitir. El diario local La Gaceta de Salamanca ha publicado que es el comité de ética el que no tiene ética.
R. Yo puedo asegurar que todas las deliberaciones que hemos tenido han sido escrupulosas desde el punto de vista de la ética y del respeto a los derechos del rector de la Universidad de Salamanca.
P. Desde el entorno del rector se criticó al comité de ética por estar, supuestamente, politizado [una acusación sin pruebas de estar manejado por el Gobierno socialista]. Sin embargo, a usted lo eligió como miembro la Comunidad de Madrid, presidida por Isabel Díaz Ayuso (PP).
R. Eso es, yo estoy representando a la Comunidad de Madrid en el comité de ética. En realidad, representamos a los ciudadanos, no tenemos ninguna afiliación política. Puedo asegurar que no hay ninguna falta de ética en el comité, eso es un poco el colmo.
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