Un eclipse parcial en forma de mordisco en el Sol recorre España y emociona a los aficionados: “Buah, una pasada”
Los amantes de los fenómenos astronómicos disfrutaron del cruce de la Luna y el astro en una mañana despejada en casi todo el país


El 29 de marzo de 2025 quedará grabado como el inicio de una pequeña era dorada para todos los amantes de la astronomía en España. En una primaveral mañana de sábado, con la mayoría de los cielos despejados, millones de personas se asomaron a un eclipse solar parcial que ocultó hasta un 43% del disco solar en algunas zonas del país. Fue solo una mordida, un anticipo modesto, pero evocador, de los grandes eclipses que están por venir. Y fue también una fiesta: científica y popular.
“Hace 113 años que no le toca uno a la península”, explicó el teniente de navío Víctor de Ory, de la Sección de Astronomía del Observatorio de la Armada de San Fernando (Cádiz) a los asistentes al evento que habían organizado. “Lo extremadamente raro”, prosiguió, “es que habrá otros en 2026, 2027 y 2028″. De ellos, los del año próximo y 2027 serán totales y el de 2027 hará que “en San Fernando se haga casi de noche”, añadió el militar entusiasmado.




















La sombra comenzó su recorrido en medio del Atlántico Norte a las 9.50 (hora peninsular) y llegó a España minutos después. Desde el primer contacto en la isla canaria de El Hierro (a sus 9.12), la penumbra lunar barrió el país en silencio, dejando tras de sí miradas absortas hacia el cielo, telescopios, gafas protectoras, talleres, colas en los planetarios y cientos de historias personales teñidas de asombro. En la península entró por Cádiz y Huelva a las 10.39, alcanzó Madrid a las 10.47 y culminó su viaje español entrando en Girona a las 11.04, hasta que el último pedazo sombreado se escapó de Guipúzcoa a las 12.41. El máximo de ocultación llegó 20 minutos antes del mediodía.
El fenómeno de este sábado, aunque modesto, ha sido acogido como una especie de ensayo general. “Los eclipses totales son los más bonitos, no se pueden comparar; hoy es poca cosa; pero nos sirve para prepararnos para lo que viene”, afirmó Josep Masalles, presidente de la Agrupación Astronómica de Barcelona y veterano de 43 de ellos, entre parciales y totales, quien reía cuando oye que le llaman “el jefe de los eclipses”.

De Canarias a la Península
A lo largo del país, miles de personas se organizaron para contemplar el fenómeno. Uno de los primeros puntos en disfrutar el espectáculo, y de los más privilegiados, fue el Observatorio del Teide, en Tenerife, donde una veintena de aficionados disfrutó de la actividad organizada por el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC) a más de 2.300 metros de altitud. Allí se alcanzaría una ocultación del 22% del Sol, que pudieron observar con telescopios semiprofesionales, con gafas de eclipse homologadas y explicaciones técnicas por parte de astrofísicos especializados en divulgación.
Uno de ellos es Alfred Rosenberg, astrofísico del IAC: “Un eclipse termina siendo un espectáculo atractivo a la vista, y que te hace viajar un poquito más allá de nuestra vida cotidiana”. “Hay que sorprenderse con esta alineación”, añadió, mientras se multiplicaba para atender a medios y aficionados. “Cuando uno ve esa sombrita, ese mordisco, tiene que pensar que ahí está la Luna, y hay que valorar que es la Luna la que está produciendo esa sombra, que estamos alineados con el Sol, que está 400 veces más lejos que la Luna”.

Otro de los divulgadores del IAC, el astrofísico Pere Palle, explicó la emoción que produce el fenómeno junto a una proyección en tiempo real: “Es un fenómeno muy simple, que se puede calcular con matemáticas simples. Pero algo tiene que desde la antigüedad resulta mágico”.
Planetarios, observatorios y asociaciones
En el Planetario de Madrid, las entradas para las actividades se agotaron en solo cinco minutos. A las 10 de la mañana ya había colas para conseguir alguna de las 400 gafas homologadas que se vendían por menos de 4 euros. En la sala de proyecciones, 250 personas asistían al espectáculo narrado por Emilio Gálvez y César González, del propio Planetario, y por Antonio del Solar, un jubilado que hace honor a su apellido como especialista en el astro, cedió uno de los telescopios con los que se está observando el eclipse que se retransmite por el principal, un regalo de la RDA. “Filtra la luz y permite ver protuberancias por encima de la superficie del Sol”, explicó González. “Buah, una pasada”, exclamó Abran Yuen, estadístico de 38 años, que no podía parar de mirar hacia arriba con sus gafas para eclipses recién compradas en una óptica.

Fue un día intenso en el gaditano Real Observatorio de la Armada, el más antiguo de España (fundado en el siglo XVIII) con una historia indisolublemente unida a la navegación y la astronomía. Este sábado, 200 personas pudieron acceder al recinto para ver el eclipse en directo desde una cúpula originalmente diseñada para seguir satélites artificiales. Pero más allá de la divulgación —que incluía charlas y conferencias— este evento sirvió al equipo del teniente De Ory para “practicar y generar datos”. Con ellos, el Observatorio genera su Almanaque Naútico, un libro que sirve a los buques de la Armada a orientarse en el mar sin GPS, ante posibles caídas del sistema “intencionadas o no”. “Las estrellas nunca fallan”, matizó el teniente de navío. El Observatorio también alberga una Sección de Hora equipada con cinco relojes atómicos. Su laboratorio es el responsable, en el nombre del Estado, de la custodia, conservación, mantenimiento y difusión del patrón nacional de la unidad básica de tiempo. Y casualmente este sábado, junto con el eclipse, también tienen que encargarse del cambio de hora que se realiza en todo el país.
En la Agrupación Astronómica de Barcelona (Aster) el eclipse se ha celebrado como una fiesta popular con más de un centenar de personas. “Hemos vendido unas 150 gafas, por lo que seremos incluso más”, celebró Josep Bordes, expresidente de la entidad, aunque los usuarios llevan mayoritariamente sus propias herramientas de visualización. “El primero lo vi aquí en Barcelona y también fue parcial”, recordó Masalles, actual presidente y astrofísico de formación. Para observar su primer eclipse total viajó a Finlandia y desde entonces ha recorrido el mundo para ver los mejores espectáculos astronómicos.
La entidad cuenta con 250 socios y el presidente confía en que el eclipse de este sábado aumente la masa social. “Se han interesado un par de chicas, pero ahora es más difícil que los jóvenes se inscriban”, comparó. “Antes nos agrupábamos para aprender entre nosotros y compartir los gastos de un buen telescopio; pero ahora los jóvenes lo aprenden todo a través de YouTube y no tienen la necesidad de hacer tejido asociativo”.
Masalles, sin embargo, apeló al espíritu del cometa Halley para recuperar el fervor astronómico. “Cuando pasó el Halley [en 1986] se creó mucho interés. Seguramente el eclipse total del año que viene genere un efecto similar”.
Tres mil ojos en Collado Mediano
Collado Mediano —un pueblo a 46 kilómetros al noroeste de la capital— quería ser el epicentro de la observación del eclipse parcial de Sol en Madrid. Y lo logró. En la mañana del sábado, cerca de 1.500 personas (según las cifras de la organización) se reunieron en la pista de fútbol del polideportivo municipal para, con las gafas de seguridad bien puestas, echarle un ojo al cielo.
Lidia Vallejo (37 años) viajó desde la ciudad de Madrid con su hija Iris, de seis. Es la primera vez que la niña, fanática de las estrellas y los planetas, ve un eclipse de Sol con sus propios ojos. “Hace semanas que todos los días nos pregunta cuándo llega el eclipse”, comentó la mujer entre risas. Se instalaron en el polideportivo temprano, sobre las nueve y media de la mañana, con mantas en el suelo y aperitivos.
Sobre esa hora también empezaron a repartirse por el prado del evento varios aficionados que se instalaron con sus telescopios para que la gente pudiera observar el Sol. Uno de ellos fue Luis Garrido, de 53 años, integrante de la Asociación de la Sierra Oeste de Madrid para la Astronomía. Esta mañana llevó hasta Collado Mediano un telescopio refractor, una herramienta que permite observar directamente el eclipse sin hacerse daño a los ojos porque disminuye su intensidad lumínica. “La astronomía no solo es un ejercicio intelectual”, dijo, “es también estético, estimula la imaginación y nos lleva a hacernos grandes preguntas: ¿de dónde venimos y qué hay allí afuera?”.

Fue en el marco de EclipsaFest, un evento organizado por el Ayuntamiento y una empresa local de astroturismo, El Nocturnario. Mario López, divulgador astronómico y cocreador del festival, contó que la idea surgió a fines del año pasado, cuando con su socia pensaron en armar un evento pequeño, para unas 20 o 30 personas, que combinara astronomía y cultura. Le comentaron la propuesta a una concejala de Collado Mediano y ella sugirió subir la apuesta: un evento para 1.000 personas. Las entradas se agotaron en nueve días. “Entonces fuimos a por más y pusimos casi 1.000 entradas adicionales que se esfumaron en 40 minutos”, afirmó López.
María de la Sierra Serrano, alcaldesa de Collado Mediano, dijo que no esperaban una afluencia de público tan grande. “Estamos muy ilusionados porque este es un evento que produce curiosidad en toda la familia, no hay un perfil específico, le gusta a todo el mundo. Y funciona como un abreboca a los eclipses que vendrán en los próximos años”, señaló. Luego, agregó: “Es necesario ver todo lo que mueve el interés de la población por la astronomía y que muchas veces no le damos importancia”. La alcaldesa también reconoció que “si hay tanta gente interesada, debería ser una señal de que tenemos que hacer más de este tipo de actividades”.

En Collado Mediano fueron a lo grande y también instalaron una pantalla gigante conectada con un telescopio automático Seestar. El instrumento observó el Sol durante todo el eclipse y envió una imagen en directo que luego se proyectó para todos aquellos que no llevaban medidas de protección. Algunas familias se agolpaban alrededor de la pantalla para tomarse fotografías con la imagen del astro “mordido” por el avance de la Luna.
Unos minutos después del mediodía, el eclipse comenzó a menguar en Madrid. “¡Mira, mamá! Ahora, que se va”, le dijo Mael, de siete años, a Berta Domínguez, su mamá. La familia viajó desde Gijón. “Ha sido una experiencia demasiado maja. El año que viene seguro repetimos”, apostilló la mujer.
Desde una perspectiva planetaria, el eclipse tuvo su punto máximo de ocultación —un 94%— en el noreste de Canadá. En Europa, la magnitud osciló entre el 10% y el 50%, dependiendo de la latitud. En España, el punto de mayor ocultación se dio en A Coruña, con un 43%. Aunque parezca un fenómeno raro, eclipses solares y lunares siempre van en pareja y con 15 días de separación de un eclipse total de Luna, que se vio también desde España el 14 de marzo. Lo inusual es que ambos sean visibles desde el mismo lugar, como ha ocurrido este mes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.