Han venido a ser insultadas a ‘El hormiguero’…
Tres millones de personas ven este espacio blanco y para toda la familia que da alas al machismo
“Han venido a divertirse a El Hormiguero ¡las chicas del cable!”, anunciaba Pablo Motos. Las actrices acudían al programa para promocionar la serie sobre cuatro telefonistas que luchan por hacerse un hueco en el mundo dominado por hombres de los años veinte. Pero el presentador parecía dispuesto a demostrar ya en su primera pregunta que un siglo no es nada: “¿Bailáis reggaeton? Ahora las chicas se dividen entre las que saben perrear y las que no”. El resto de la entrevista no fue mejor: divagaciones sobre con quién se acostarían en Hollywood y lo criticonas que son las mujeres cuando se juntan. Muchas risas. La lucha de género a flor de piel.
Cuatro estrenó El Hormiguero en 2006. El programa llegó entonces como un soplo de aire fresco a la parrilla española. Era un espacio familiar pero gamberro, anunciaban. Querían copiar el espíritu de Los Simpson, en un espectáculo para niños y mayores, decían. Un formato que heredaba las fórmulas de los talk-shows estadounidenses (ritmo, anécdotas divertidas, juegos…) para dar una plataforma a los famosos donde “hablar de su libro”. El contenido podía parecer más o menos tonto, pero al menos era entretenido e imaginativo. Indoloro.
Hay tópicos que suenan a otra época. @chicasdelcable pic.twitter.com/PuYPeORlY2
— Netflix España (@NetflixES) April 27, 2017
Y así ha respondido Netflix a la polémica con El Hormiguero...
Desde el primer momento quedó claro, sin embargo, que el fuerte de Motos no era la entrevista. Pronto se vio que no era la segunda venida de Lo + plus. Si acudían actores de Hollywood, no faltaba la pregunta sobre si les excitaban las escenas de cama con un bellezón. Este miércoles volvió a preguntárselo a Elsa Pataky: "¿En la película hay escenas de cama?". Esas charlas de bar jocosas hoy se han vuelto asquerosas.
Blanca Suárez hablaba de la serie: “Se avanzó contra el machismo”. Motos ensimismado, sin escuchar: “¿Cuántos pendientes tienes en la oreja?”. Su compañera de reparto era descrita en pantalla como “pibón de telefon”. No sabían dónde meterse. Pero El Hormiguero sigue siendo de los pocos lugares donde pueden acudir a vender su trabajo. Y su audiencia, inalcanzable. Ellas no iban a divertirse. Estaban allí trabajando, por contrato. ¿Cómo podían responder?
Y esta no es la primera. Hace unos meses, Mónica Carrillo ya aguantó en directo lindezas como “veo las noticias sin volumen" o "¿Crees que los hombres te leen por lo que escribes o porque les atraes?". Cuestiones que Motos nunca plantearía a Matías Prats o Zafón.
Algunos los llaman micromachismos. Esos en los que también caía Letterman cuando presentaba a las actrices con el paternal adjetivo de lovely. Pero su relevancia no es micro. Tres millones de personas (y muchos niños) ven y aprenden de este espacio afable, blanco y para toda la familia. No demos alas al machismo. A ninguno, por pequeño que parezca. El machismo mata. Y eso no es cosa de broma. En 2016 asesinó a 44 mujeres en España. En 2017 lleva ya 24.
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