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Brigitte Bardot: “Hay muchas actrices que van provocando a los productores”

La actriz francesa ha calificado como "hipócritas y ridículas" las acusaciones de abusos sexuales en Hollywood

Silvia Ayuso
Brigitte Bardot en el Palacio del Elíseo de París, tras una reunión con el presidente Macron.
Brigitte Bardot en el Palacio del Elíseo de París, tras una reunión con el presidente Macron.ERIC FEFERBERG (AFP)

Otro icono de la gran pantalla francesa que se desliga del movimiento #MeToo de denuncias de acoso sexual desatado con el escándalo del productor estadounidense Harvey Weinstein. Ahora se trata de Brigitte Bardot, para quien en la mayor parte de esos casos se trata de acusaciones “hipócritas, ridículas y sin interés” que además “quita espacio a temas importantes que podrían ser debatidos” en su lugar.

“Hay muchas actrices que provocan a los productores para conseguir un papel. Después, para que se hable de ellas, dicen que sufrieron acoso”, dice Bardot en una entrevista publicada en el último número de la revista Paris Match. “En realidad, más que beneficiarlas, esto les perjudica”, agrega la antigua actriz y cantante, que asegura que pese a su estatus como sex symbol, ella nunca vivió esa situación.

“Yo nunca he sido víctima de acoso sexual. Y me parecía encantador que me dijeran que era muy guapa o que tenía un buen culo. Este tipo de cumplidos son agradables”, declara.

Bardot es la segunda actriz francesa internacional que se desliga del movimiento #MeToo, después de Catherine Deneuve, que firmó un manifiesto la semana pasada con otro centenar de mujeres defendiendo el “derecho a importunar” de los hombres por el que recibió tantas críticas que tuvo que acabar disculpándose ante las mujeres víctimas de agresiones sexuales.

No es la primera vez que Bardot provoca a las feministas. En este caso sin embargo, antes de lanzar su pulla Bardot, de 83 años, precisa que se refiere “a las actrices, no a las mujeres en general”.

La actriz, icono del cine en los años 50, lleva además décadas retirada de la gran pantalla en particular y de la escena pública en general. En la entrevista asegura de hecho que prácticamente ya no mantiene contacto alguno con la industria del entretenimiento y que apenas sigue hablando por teléfono “una o dos veces al año” con artistas como Alain Delon, Jean-Paul Belmondo, Mylène Demongeot o Robert Hossein, a quienes une “sobre todo los animales, un tema que nos acerca”.

Además, sus declaraciones son apenas un comentario de pasada en respuesta a una de la veintena de preguntas que le hace Paris Match en una larga entrevista publicada en vísperas de la aparición de su biografía, Larmes de combat (Lágrimas de combate), que llegará a las librerías el 25 de enero.

De todos modos, lamenta en otro momento de la entrevista, “vivimos en un periodo en el que en el momento en que decimos lo que pensamos, nos encontramos en el tribunal correccional de París”. Algo que, ironiza, le ha pasado ya a ella cinco veces en el pasado “porque me mantengo firme, sin cambiar de opinión”. La actriz también ha apoyado abiertamente a la candidata francesa de ultraderecha Marine Le Pen, de quien dijo que "es la única mujer que tiene un par de cojones".

Una vida retirada y dedicada a sus animales

Bardot abre a Paris Match la puerta de su casa en las afueras de Saint-Tropez, un refugio para ella y para los animales a los que ella lleva décadas dedicándose en cuerpo y alma —incluso los ingresos por su biografía dice que irán a parar a su fundación para el cuidado de animales que lleva su nombre. Bardot comparte casa con su “compañero y marido” del último cuarto de siglo, Bernard, y con nueve perros y seis gatos que tienen derecho a dormir en la cama matrimonial. Esta es una condición, cuenta, que su esposo tuvo que aceptar. “Si se hubiera negado, no sería mi compañero”, subraya de un hombre al que define como “encantador, alegre, agradable en el contacto, sabio y al mismo tiempo muy normal (…) protector, autoritario, impaciente y que pasa la mayor parte de su tiempo con la nariz metida en su ordenador”.

Ella por el contrario, pese a su edad, sigue dedicada a los animales. La mañana —se levanta a las nueve— la dedica a revisar las cartas que recibe y a leer los faxes y correos electrónicos que le imprime su marido porque ella no tiene “ni ordenador ni tableta, ni siquiera un móvil, ese instrumento que sirve para hacer esos horribles selfies”. Asegura que sigue recibiendo cada día “entre 60 y 70 cartas” y que responde personalmente “a las importantes o que me emocionan”. Hacia las 13.00 se desplaza hacia su granja, La Garrigue, donde guarda al medio centenar de animales que cuida: un poni y un asno que viven en libertad con siete cerdos, ocho cabras, ocho ovejas, dos chivos, una tortuga, gansos, patos, gallinas y 17 perros y gatos más. Regresa a su casa sobre las seis de la tarde y, tras cenar con su marido y hacer algunas llamadas, se acuesta. No hace vida social y tampoco va a restaurantes. Tampoco a Saint-Tropez, una localidad que “ya no tiene nada que ver con el pequeño puerto pesquero que conocía. Se ha convertido en un escaparate de lujo, un lugar sin alma”, afirma.

Bardot también habla de la difícil relación que mantuvo con su hijo, Nicolas, a quien tuvo a los 25 años y en momentos en que asegura que no era capaz de encontrarse a sí misma. La relación ha mejorado y ahora su hijo, que vive en Noruega, viene a visitarla todos los años, asegura. También revela que cuando sufrió un cáncer de pecho hace tres décadas, decidió no hacer quimioterapia “para no perder el cabello”. Pero vencer el cáncer no es su victoria más importante. Esa será, afirma, la que consiga algún día —todavía no lo ha logrado— para sus animales. De hecho, espera que ese sea su legado tras su muerte. “Un día, cuando se evoque mi nombre, me gustaría que se dijera: Fue el hada madrina de los animales”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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