Nuevo capítulo crítico para los independientes del libro
El anuncio de un sello de que no lanzará títulos hasta septiembre para dar salida a los que quedaron atascados por el estado de alarma reaviva el debate sobre la tiranía de la novedad y la sobreproducción
Hay quien sostiene que una crisis esconde una oportunidad, pero muchos simplemente sienten que es un desafío existencial ante el que hay que tratar de mantenerse a flote. La semana pasada en un boletín de no novedades la editorial Errata Naturae hablaba de jinetes en la tormenta y animales en la cuneta para anunciar que frenaba durante unos meses la publicación de nuevos títulos, resistiéndose a pasar página y dejar atrás los libros que sacó poco antes del confinamiento.
El editor Rubén Hernández llamaba a la reflexión del sector y recordaba, al teléfono, el paro de mayo de 1968 en Francia y cómo toda la industria del cine, durante esa legendaria huelga general, se reunió para definir estrategias. Errata Naturae no intentó firmar su declaración de intenciones con otros sellos o consensuar alguna acción, sino que animaba a repensar el modelo y señalaba como problemas la frenética rueda de novedades, la deuda que sigue moviéndose entre editores, libreros y distribuidores, y los libros que acaban guillotinados.
La tiranía de la novedad y sus problemas no son algo nuevo: hay una merma del espacio dedicado al catálogo de fondo de las editoriales en los puntos de venta, y ni libreros, ni lectores pueden absorber tantos títulos. A pesar de que en 2018 hubo una caída de novedades del 12,7% respecto del año anterior, según el Informe de Comercio Interior del Libro de la Federación del Gremio de Editores de España, el total de libros en papel editados alcanzaba la astronómica cifra de 60.853 títulos. Este número incluye todo tipo de publicaciones privadas y públicas (de fundaciones, ayuntamientos o universidades, además de libros autoeditados). Una idea más aproximada del volumen real de novedades la ofrecen los 1.600 libros nuevos que editó en España el grupo Penguin Random House en sus 38 sellos a lo largo de 2019, y que engloban desde los 10 títulos que sacó Caballo de Troya o los 55 de Alfaguara, hasta los 743 que suman las categorías de bolsillo e infantil y juvenil. El grupo Planeta, por su parte, calcula que sus novedades alcanzaron los 1.400 títulos en 2019, y para este mes de mayo de 2020 mantiene el lanzamiento de 140 nuevos libros.
Hoy hay muchos títulos con tiradas muy cortas. Un sector saneado tendría menos títulos y más ejemplares.Valeria Bergalli, editorial Minúscula
“Es la vieja y manida teoría de los demasiados libros, pero yo estoy feliz de poder elegir entre la mayor variedad posible con traducciones actualizadas. El problema es que los lectores son pocos y el espacio es limitado”, dice el librero Jesús Trueba de La buena vida. Él defiende que precisamente por esto su trabajo debe consistir en “saber decir no”, para evitar devoluciones y poder conformar una librería de autor. Pero, matiza, intentar bajar las devoluciones implica, por otro lado, bajar también la apuesta por una “literatura más arriesgada”; igual que la rebaja del número de novedades puede que para muchos sellos tendría que ir acompañada de una bajada de costes fijos y esto redundaría en una mayor precarización del empleo en el sector editorial. Trueba, eso sí, anticipa que en estos próximos meses las tiradas caerán.
Uno de los principales motivos que impulsan las tiradas grandes es asegurar que el libro estará presente en muchos puntos de venta y que además tendrá buena visibilidad y no pasará desapercibido. “El arte de decidir el volumen de una tirada es complejo”, apunta Valeria Bergalli de la editorial Minúscula. “Pero los libreros piden cada vez menos ejemplares, y no se guillotina tanto. Hoy hay muchos títulos con tiradas muy cortas. Un sector saneado tendría menos títulos y más ejemplares. No se trata de juzgar qué o quién es mejor pero hay muchos títulos prescindibles”. La cuestión, sostiene Mónica Díaz de la distribuidora UDL —nacida en 2003 y volcada en pequeños sellos y que entre sus clientes cuenta con Errata Naturae y Capitán Swing—, radica en quién decidiría qué es prescindible, qué se publica y qué no. “Que las ventas se repartan entre más libros favorece la bibliodiversidad. Además, no todo son novedades, el fondo también se vende. Lo que hace falta es que aumente la base lectora”.
Hay muchas reglas en este negocio que arrastramos desde los años 70, y hay que reflexionar, pero no cuando las librerías llevan cerradas casi tres mesesDaniel Moreno, editorial Capitán Swing
La coyuntura de crisis, opina Bergalli, llevará a muchos a replantearse qué riegos pueden asumir: “Ahora muchos editores sienten que tienen que ralentizar el ritmo, pero algunos nunca pusimos el pie en el acelerador”. Su sello, Minúscula, se mantiene entre los 10-15 títulos al año desde que lo fundó hace 21 años, y en ese momento los problemas ya estaban ahí. “A mediados de los años 90 empiezan a implantarse en el mercado del libro en España lógicas empresariales propias de otros sectores, se busca un mayor rendimiento, y las librerías empiezan a estar bajo una enorme presión”, apunta. La solución para esta editora pasa, sin duda, por sentarse a hablar de cómo se comercializan los libros; por tratar de fundar una estructura o paraguas que vele por los intereses de la edición independiente como en Alemania hace la Fundación Kurt Wolff, y, porque los grandes grupos también se impliquen en la defensa de los independientes, dado que todos juntos forman el tejido editorial que hay que salvar.
En los 37 años que el librero Paco Goyanes lleva la frente de Cálamo en Zaragoza ha visto una transformación “brutal”: surgieron grandes conglomerados, terminó la atomización de los distribuidores y el coste de producción cayó. “Los problemas de sobreproducción, sostenibilidad o dependencia de las novedades ocurren en todos los sectores, desde el de los electrodomésticos hasta el periodismo”, comenta desde su tienda, que estos días está recibiendo una avalancha de pedidos y el calor de sus clientes. “Tras el parón, editores, distribuidores y libreros estamos midiendo mucho. Estamos apostando por los libros que quedaron en el aire y les vamos a dar una oportunidad, intentaremos aguantarlos, pero pretender que no haya novedades hasta noviembre no me parece”, aclara. “¿Se publica demasiado? A veces sientes que hay más libros que lectores, pero el librero filtra y esto es un libre mercado; la novedad existe y existirá, y las nuevas ediciones son aportaciones culturales”. Goyanes es partidario de establecer mecanismos de colaboración entre editores y libreros, y habla del éxito que durante la cuarentena ha tenido la iniciativa todostuslibros.com para apoyar a establecimientos independientes como el suyo.
Los problemas de sobreproducción y dependencia de las novedades ocurren en todos los sectores, desde el de los electrodomésticos hasta el periodismoPaco Goyanes, librería Cálamo
¿Cuál es ahora el debate más pertinente? “Hay muchas reglas en este negocio que arrastramos desde los años 70, y por supuesto que hay que reflexionar sobre los males endémicos del sector, pero no cuando las librerías llevan cerradas casi tres meses. Sería más idóneo en otro momento”, sostiene Daniel Moreno, fundador de la editorial de no ficción Capitán Swing nacida en plena crisis hace justo 10 años. Su sello, como todos, ha postergado algunas novedades que tenía programadas. La producción editorial la harán según lo que vaya pasando, pero tratan de retomar su actividad dentro de lo posible y seguir en marcha. “El libro es una mercancía sui generis que puede ser devuelta, sujeta al precio fijo. Se puede debatir sobre la liberalización del mercado, y si la venta debe ser en depósito o en firme, o mixta, pero son asuntos gordos que pequeños editores y libreros no van a cambiar”. La venta en depósito es el sistema que funciona en Latinoamérica y que de alguna manera pone más presión en el editor. En España muchos funcionan con un sistema mixto.
Estoy feliz de poder elegir entre la mayor variedad posible, el problema es que los lectores son pocosJesús Trueba, librería La Buena Vida
Mónica Díaz, de UDL, diferencia entre dos debates: uno sobre la coyuntura actual, y, otro, sobre cómo funciona el mercado. “Ahora no tiene sentido aglutinar todas las novedades, las editoriales están reprogramando. Hay mucha incertidumbre, pero no creo que los libreros vayan a devolver todo lo que tenían para cuadrar sus cuentas”, vaticina. También niega que en el negocio del libro todo sea deuda: “El que no vende, no funciona y cierra. Y muchos títulos se reimprimen, los fondos tienen movimiento”.
Desde el sello Sexto Piso, Santiago Tobón se refiere a la “teoría del cardumen, de los peces pequeños que nadan juntos porque así tienen más posibilidades de sobrevivir”, para insistir en que la fragilidad del ecosistema del libro. “Hay una sobreoferta y no tantos lectores, pero las soluciones las tendremos que encontrar entre todos y tienen que incluir todos los eslabones de la cadena”, señala. “Necesitas facturar para resistir. Con las novedades no se trata tanto de alimentar la máquina, sino de que las editoriales se mantienen con ventas, novedades y facturación”, explica. En estos últimos meses de confinamiento, señala, se ha pasado de regalar libros a hablar de la nueva reentré. “No es tan mala idea ser prudentes”.
Nuevas salidas
“La realidad de los que volvemos a arrancar es dura”, explica Julián Viñuales, que con su sello ya desaparecido, Global Rythm Press, formó parte de la asociación de editoriales independientes Contexto, y hace un año fundó, Kultrum, una pequeña editorial especializada en música. Solo ha podido sacar dos títulos en 2020 ('Cash' y 'Keith Jarret; una biografía') y se ha visto forzado a retrasar los cuatro que debían aparecer de marzo a junio. Muchos sellos como el suyo pequeños no han tenido más remedio que esperar a la rentrée tradicional, en septiembre. "No veo solución a corto plazo y esto nos obliga a explorar otras plataformas y soportes como el libro electrónico y el audiolibro, algo con lo que no teníamos previsto arrancar hasta dentro de unos años", explica. "Los independientes tenemos que ver cómo colaborar entre nosotros para sobrevivir y no desaparecer. Volver juntos a las ferias, lograr más visibilidad y, en definitiva, no enfrentarnos a las dificultades solos".
Babelia
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