_
_
_
_

Mariana Enriquez: “El mundo se ha vuelto mucho más oscuro”

La escritora argentina, coronada como reina mundial del terror por su novela ‘Nuestra parte de noche’, regresa a los inicios de su carrera con la reedición de ‘Bajar es lo peor’

Mariana Enriquez
La escritora Mariana Enriquez, retratada el pasado lunes en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI
Laura Fernández

De niña tenía un tío, recuerda, que bromeaba con lanzarla a la de tres al Riachuelo argentino, uno de los ríos más contaminados del mundo, al que la escritora Mariana Enriquez (Buenos Aires, 48 años) llamaba entonces “el río oscuro” y al que temía como se teme a algún tipo de portal de entrada al más allá. “En realidad, el portal era uno de los puentes que lo cruzan, un puente viejo, que siempre me pareció fantasma porque tenía un gemelo idéntico por el que pasaba la gente. Por él no pasaba nunca nadie”, dice. Lo cuenta durante una entrevista con EL PAÍS el pasado lunes en Barcelona. Viste de negro y lleva consigo una chaqueta de esponjoso y pálido estampado de leopardo. “Crecí con un miedo horrible a ese río y a ese puente”, añade. No es casualidad, pues, que sean lo primero con lo que se topa Val, uno de los protagonistas —el que más en contacto está con ese más allá— de su primera novela, Bajar es lo peor.

Publicada originalmente en 1995 —”esa época tan lejana en la que no sabíamos lo que era un teléfono móvil y la autodestrucción era cool”, comenta— y recién reeditada por Anagrama, la novela fue considerada en su momento parte de un muy particular realismo sucio. La escritora sonríe al recordarlo. “Para mí siempre fue una novela fantástica con noche y drogas”, dice. Un libro ya gótico, de un gótico punk, que la por entonces veinteañera Enriquez escribió en una vieja y pesada máquina de escribir —”recuerdo que las teclas me rompían las uñas”— siempre de noche. “Ahora no escribo de noche, escribo de día, con música, siempre con música. A veces es la misma canción repetida. No sé, para una escena de sexo puedo escuchar a Prince. O a Nick Cave. Siempre una música distinta para cada tipo de escena”, confiesa.

El éxito abrumador, mundial e imparable de Nuestra parte de noche, su monumental última novela —premio Herralde de Novela y premio de la Crítica en 2019—, la asaltó en plena pandemia, por lo que su “sensación era la de que le estaba pasando a otra persona que tenía la misma cara”, asegura. “Veía los titulares en todas partes, la reina del terror, y esto y lo otro, mientras yo desinfectaba todo lo que traía mi marido del supermercado. De repente, el mundo se rompió, el terror era planetario. Y sentí que el lugar del que venían las ideas se apagó. Mi lugar seguro estaba a oscuras. Lo veía como una habitación en la que todo seguía ahí, esperándome, pero en la que no habría encontrado nada al entrar porque no iba a ser capaz de verlo. Todo se volvió tan absurdo después del miedo inicial, que me puse a escribir literatura absurda”, dice.

Otro momento de la entrevista con Mariana Enriquez el pasado lunes en Barcelona.
Otro momento de la entrevista con Mariana Enriquez el pasado lunes en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

El resultado fue el libro ilustrado El año de la rata (Libros del Zorro Rojo), realizado en colaboración con su amigo el dibujante Jorge Alderete. “Aunque no lo parezca, estoy superconectada a la realidad, y cuando la realidad desapareció, desaparecí un poco yo también, porque no uso la escritura para evadirme, sino para entenderme y entender el mundo”, dice. En parte, lo que la escritora construye en cada novela es un mundo en el que ella y su deseo de pertenecer a otro momento y lugar encajen. “La autodestrucción fue en otro tiempo, el tiempo de nuestra educación sentimental, una forma de glamur. Durante la adolescencia te transformas y sufres un proceso de duelo violentísimo, dejas atrás a la niña, te estás convirtiendo en otra cosa, y todo es tan profundo que es insoportable. El romanticismo y el gótico me salvaron, todo me aterraba y todo lo combatía con las drogas”, confiesa.

Habla de la época en la que escribió Bajar es lo peor. “Yo deseaba acabar en un manicomio victoriano, pero sabía que no existía, así que durante el día me drogaba y estaba ahí, con toda esa gente que era como de otro mundo, mis amigos, y cuando por las noches llegaba a casa, por no estar sola, escribía sobre ellos y sobre mi pulsión sexual, que entonces era arrolladora. Imaginaba todo lo que podía hacer y no hacía en realidad. Y el miedo a la muerte, el miedo a la sangre, a desangrarme en un aborto ilegal o a contagiarme de sida, lo convertí en vampirismo. Construí una relación tóxica con elementos vampíricos, que por entonces bebían sobre todo de Anne Rice y Gus Van Sant”, recuerda. Obsesionada con “lo extraterrestre” del actor Caleb Landry Jones, suele escribir con un puñado de fotos de actores y actrices ante ella para meterse en sus personajes.

La buena noticia es que la luz acabó por regresar a ese cuarto de ideas en el que no pudo entrar durante la pandemia. Y ya tiene la pared del lugar en el que escribe repleta de fotos de los protagonistas de su nueva novela. Porque sí, ya está escribiendo lo siguiente. Una novela de fantasmas en una ciudad fantasma. “Si el terror está en auge es porque crecimos con él. Los de mi generación crecimos con el slasher. Yo tengo un muñeco de Freddy Krueger desde hace años, y un llavero de La matanza de Texas. No porque lo fuera a buscar a ningún sitio raro, lo encontré en una estación de tren. Crecimos con Stephen King y John Carpenter, crecimos decodificando la realidad así. A lo generacional se suma el que en tiempos de incertidumbre como los que vivimos, tiempos en que el mundo se ha vuelto mucho más oscuro, nos aferremos al terror”, argumenta.

¿Por qué? “Porque el terror consiste en saber que algo existe, el fantasma o la casa encantada. Hoy queremos creer que el futuro existe, pero no sabemos, todo es incertidumbre”, contesta. Es un día soleado en Barcelona. ¿Cómo lleva que el Nobel Kazuo Ishiguro —del que adora Nunca me abandones— sea fan de lo que hace? “Me pasó como con Patti Smith, me bajó la presión, totalmente. Yo creo que si Stephen King me lee algún día y hace uno de sus tuits, me esconderé debajo de la cama. Hay que tomárselo a risa y aferrarse a la comunidad de lectores cómplices, que han entrado en tu mundo y con quienes lo compartes todo”, confiesa. Como curiosidad, añade, la primera novela que leyó de Stephen King —”aún hoy el número uno”, asegura— fue Cementerio de animales. Tenía 11 años. “Me la regaló mi tío, el que fingía querer tirarme al río oscuro”, dice también, y sonríe.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Laura Fernández
Laura Fernández es escritora. Su última novela, 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus' (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_