Adrien Brody: “Ante el creciente antisemitismo, tenemos que encontrar de nuevo una manera de aprender de nuestro pasado”
El actor es el favorito para ganar el premio Oscar, el segundo de su carrera, por su papel en ‘The Brutalist’, en la que interpreta a un arquitecto superviviente del exterminio nazi, que reconstruye su vida en EE UU
A Adrien Brody (Nueva York, 51 años) le duele actuar. Y le gusta. Entra a la habitación del hotel madrileño con cara de frío, apretando el abrigo que cubre su camisa. Solo sonreirá cuando se hable del mítico entrenador de baloncesto Pat Riley, líder de Los Ángeles Lakers del showtime y al que encarnó en la serie de Max Tiempo de victoria: la dinastía de los Lakers.
Pero esta tarde de viernes toca desgranar otro personaje, el del arquitecto húngaro László Tóth, maestro del brutalismo y superviviente de un campo de concentración, que protagoniza un doloroso viaje vital en The Brutalist —que se estrena en España el próximo viernes—, de Brady Corbet, y que podría valerle el segundo premio Oscar a Brody. El neoyorquino aún es el actor más joven en llevarse la estatuilla de Hollywood como protagonista masculino: cuando se la llevó con El pianista tenía 29 años. Vista la temporada de premios, ya puede hacerle hueco a la pareja. “Soy muy selectivo, es cierto. Para hacer algo tengo que sentir que merece la pena comprometerme con ello. Así que tuve que esperar. Me lo paso muy bien trabajando con Wes Anderson o pintando en casa”, explica.
Durante siete años, por ejemplo, prefirió centrarse en la restauración de un edificio, el Stone Barn Castle, que compró en 2007 al norte de Nueva York. “Ahora pinto, y, mientras, busco. Por suerte, he tenido experiencias artísticas muy profundas con grandes actores y directores [ha trabajado con Spike Lee, Francis Ford Coppola —con el que debutó en el cine—, Terrence Malick, Anderson, Peter Jackson, Woody Allen o Ken Loach]. Muchos eran personajes secundarios, aunque con enjundia”, reflexiona mirando al infinito, un gesto que repite cada poco.
Con todo, Brody no fue la primera opción de Brady Corbet: se reunieron en 2019 y el director se decantó por Joel Edgerton. “En realidad, no pude ni hacer una prueba. Como actor tienes que acostumbrarte a esto. Es un trabajo brutalmente competitivo y hay poquísimos trabajos de esos que te recuerden por él toda la vida. A veces ni siquiera puedes acceder a ellos. Cuando leí el guion de Brady y Mona [Fastvold] entendí su significado. Así que cuando volvieron a llamarme tras el confinamiento, por supuesto que acepté”.
Hay otro detalle que Brody explica en la siguiente respuesta que le impulsó a luchar por ese personaje: László Tóth podría haber sido familia de Brody. Las raíces del actor se afianzan en la tradición judía centroeuropea. Por parte de padre procede del judaísmo polaco; sus abuelos maternos (judío y católica) emigraron a EE UU tras la entrada de la URSS en Hungría en 1956. Además, Brody tiene familiares que murieron en campos nazis de exterminio. “Desde luego, resuena la resiliencia de mis abuelos maternos, significaba representar en pantalla toda aquella lucha por la supervivencia. Mis padres estaban felicísimos el día en que gané el Globo de oro. Pero mi intención principal no fue homenajearles, sino que en pantalla se sintiera la complejidad del protagonista”, desmenuza.
Y The Brutalist ha encontrado otros ecos en la actualidad. Por ejemplo, retrata a todas aquellas personas que son obligadas a abandonar sus hogares y deben ganarse duramente la vida en otros países. Incluso, renunciando a sus raíces, a su cultura, asumiendo y escondiendo ese dolor. “Por desgracia, no es algo que sea novedoso para la humanidad, ¿verdad? Ha sido una tragedia que se ha repetido a lo largo de la historia, de generaciones huyendo de la opresión y de la violencia. Durante siglos, muchas personas han tenido que replantearse el sentido de su vida y rehacerse de los dolores del pasado”.
Así, la charla llega hasta El pianista, con la que The Brutalist comparte mucho más que el rostro de Brody. “Puede ser, pero hay que tener perspectiva. He estado en Londres representando este otoño la obra The Fear of 13, en la que he interpretado a Nick Yarris, que estuvo en el corredor de la muerte, condenado injustamente durante lustros. Es un hecho verídico, otra muestra más de una injusticia. Y no por ello iba a rechazarla, sino que la asumí como otro servicio a una causa artística, y a un mensaje mucho más importante que uno mismo”. Por cierto, cuando recogió el Oscar por El pianista, Roman Polanski ya no podía entrar en EE UU por el riesgo a que las autoridades le detuvieran por haber huido del país tras ser acusado de abuso sexual. Hoy, ¿Brody volvería a trabajar con Polanski? La publicista del actor interrumpe la entrevista y reconviene al periodista: las preguntas, que se circunscriban a The Brutalist.
Sobre el creciente antisemitismo que recorre el mundo, Brody sí quiere hablar, a pesar de que la publicista arquea las cejas, aunque regatea contar si lo ha sufrido en persona. “Creo que la película lo deja claro, ¿no? Existe, siempre ha estado ahí, y ahora aumenta. Ante este antisemitismo, tenemos que encontrar de nuevo una manera de aprender de nuestro pasado y a la vez de dejarlo atrás”.
The Brutalist dura casi cuatro horas, en las que se incluye un intermedio de 15 minutos, y que saja el metraje. Si en la primera parte Corbet usa un tono cercano al cine épico de David Lean, a grandes pasiones y aventuras humanistas, en la segunda la trama estalla por las aires y supura una violencia cercana a la del Nuevo Hollywood de los años setenta. Como actor, ¿cuánto se puede aportar en un proyecto tan medido? “Mucho, y me siento parte integrante de su proyecto y de su tono. Sin embargo, había un guion y una idea. Brady es como un libro abierto listo para comunicarse, y para que lo leas y te sumes al viaje. Y aquí nos ha importado la complejidad de lo narrado”, explica su protagonista. El proceso fue febril, lo que ayudó a Brody como actor: The Brutalist, increíblemente visto lo visto en pantalla, se filmó en VistaVision para ser estrenado en la amplitud de los 70 milímetros, y aunque reproduce el Estados Unidos de los años cincuenta, se rodó en 34 días de marzo a mayo de 2023 con un presupuesto de 9,3 millones de euros.
Brody reconoce que disfrutó dando vida a Pat Riley en Tiempo de victoria. “Lo que me duele es que lo encaré pensando en todo el recorrido. Preparé la tercera temporada de la serie a sabiendas de que se retrataría su explosión como entrenador, fui construyéndole poco a poco y ahora, cancelada la serie, nos quedaremos sin ver su triunfo personal en los Lakers”. Puede que por ello, a la búsqueda de un mayor control creativo, el actor asegura que su futuro pasará por proyectos como Clean (2021), que coescribió, protagonizó y en el que incluso compuso la banda sonora: “En ella volqué mis propias preocupaciones y enfados. Me duele cómo aumenta la pobreza y la desesperación en el mundo, especialmente entre los niños. Me siento un artista, y deseo desarrollar más veces mi propio material, o apoyar a los creadores con los que colabore. Estoy evolucionando en este sentido”.
La última pregunta retrotrae a Brody a su pasado español: ¿qué recuerda de una experiencia tan amarga en lo artístico como Manolete, donde dio vida al legendario torero? “¿A que te refieres con amarga?”. Tardó seis años en acabarse, las críticas fueron demoledoras, se estrenaron por el mundo hasta siete montajes distintos... La publicista salta por segunda vez, y ahora espeta un “el tiempo se ha acabado”, aunque Brody, antes de cerrar la boca por órdenes superiores, haya soltado: “Bueno, solo soy un actor”.
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