Espárrago Rock, la aventura de un pueblo agrícola que inauguró la era de los festivales de música en España
Una exposición en Granada muestra el nacimiento en 1989 de un proyecto que acabó devorado 15 años después por su propio éxito


La historia del Espárrago Rock arranca en 1989 con un concejal de Cultura y un técnico municipal de pueblo cansados de ferias de copla y canción melódica. Esa historia termina en 2003, ya en una ciudad, por disputas políticas y problemas económicos. Entre medias, 15 ediciones de un exitoso festival punki-rockero, y también aflamencado en sus últimos años, a pesar de la premisa de partida. Lo que pasó en aquellos años se puede revivir ahora en Espárrago Rock. A contrapelo, una exposición en el Hospital Real de la Universidad de Granada que recuerda el nacimiento, desarrollo y caída de aquel fenómeno musical con nombre de hortaliza en honor al pueblo que lo vio nacer y que dibujó el camino a seguir para los festivales que vendrían.
Antonio Rodríguez y Francis Cuberos, el concejal y el técnico municipal, y Huétor Tájar, un pueblo granadino de 7.900 habitantes entonces (hoy 10.600) cuyo principal cultivo era y es el espárrago verde, son los personajes principales de esta aventura. Cuberos, fallecido hace casi dos años, inventó el nombre y diseñó un concierto rockero, una idea arriesgada para un pueblo agrícola andaluz de interior. Le contó su idea a quien sabía que la iba a escuchar, Rodríguez, farmacéutico, de Izquierda Unida, amante del rock y concejal de Cultura.

En 1988 se iba a celebrar la primera feria del espárrago verde del pueblo y pensaron que era el marco ideal para desarrollar una actividad cultural paralela que ayudara a promocionar el pueblo y los espárragos. Igual no era una idea de consenso, pero perseveraron. Ese año no llegaron a tiempo. Rodríguez, ahora jubilado, recuerda por qué conciertos “punkies y rockeros” y no los habituales entonces. ”Me gustaba el rock, yo era concejal, me lo curraba y me daba muchos quebraderos de cabeza. Hice lo que me gustaba”. Y el 11 de marzo de 1989, el pabellón cubierto municipal —que se podría denominar también nave a secas— y ante 2.000 personas abrió sus puertas con los Ilegales y Los Dementes, un grupo de la vecina Loja.
Jorge Martínez, de los Ilegales, rememora aquel concierto. “El Espárrago Rock se inició con gran vitalidad a pesar de su pequeño tamaño. Había un gran clima de excitación, de ganas de divertirse, algo novedoso, algo vivo”. Martínez recuerda a sus teloneros: “Una pequeña banda de la zona, en edad casi infantil, que tocaban con gran gana”. Se refiere a Los Dementes, un grupo de “punkabilly”, como lo denomina Kiki Vargas, su cantante. La banda eran dos chicos de apenas 18 años, y otros tres de 13 o 14, recuerda Vargas. Desde ahí, el Espárrago creció exitoso en su pueblo natal cuatro ediciones. La gente llegaba por miles —cuatro o cinco mil en un pueblo de siete mil—, arrasaba con la cerveza y los bocadillos, iban al concierto y hasta el siguiente año. Rodríguez recuerda aquel tren que “pasaba a las siete de la mañana hacia Granada y se llenaba de rockeros de vuelta con los ojos de aquella manera”.

El éxito se volvió problemático para el pueblo y el Ayuntamiento puso fin a la historia. La exposición muestra muy bien la evolución de este proyecto, gracias a la abundante documentación expuesta, que incluye cartas, correspondencia, cartelería, fotos y vídeos. En un documento se lee: “Último Espárrago Rock en Huétor Tájar, primeros casos de hostias por parte del personal de seguridad a la gente que intentó colarse”. Quizá eso define la mayoría de edad de un festival. Por Huétor Tájar pasaron, además de Ilegales, Barricada, Siniestro Total, Rosendo, Extremoduro, Reincidente y Lagartija Nick, entre otros. También otros ámbitos se volcaron con el festival, como es el caso de Carlos Azagra, el dibujante, que hizo el cartel inaugural y muchas más aportaciones en años posteriores, y que también ha contribuido a la exposición.
Por entonces el fenómeno de los festivales de música no había arrancado en España. Un antecedente rockero fue el festival Canet Rock (1975-1978) años antes. El Espárrago, si quería sobrevivir, tenía que evolucionar. En el verano de 1992, el ya exconcejal Rodríguez hizo un viaje revelador al Festival de Reading, en Inglaterra, que entonces tenía ya más de 30 años de experiencia. Repitió tres ediciones y pudo ver a Public Enemy, Nirvana, Red Hot Chili Peppers o Rage Against the Machine. “Tres días de festival, escenarios simultáneos, música electrónica, chiringuitos”, rememora. Aquello influyó en el traslado del Espárrago a Granada capital, donde se celebró desde 1993 a 1998. Llegó como concierto de un día y salió como festival. En 1993 presentó su primer grupo internacional, Toy Dolls, junto con bandas nacionales como La Polla Records, El Inquilino Comunista o Los Planetas. El primer avance fue acabar con el mero concierto nocturno y programar desde mediodía hasta la siguiente madrugada. Esa primera edición capitalina tuvo otra novedad: se celebró bajo el lema “Aquí no sobra nadie”, por el poema Los nadies de Eduardo Galeano.

El crecimiento del Espárrago discurrió en paralelo al desarrollo de los festivales masivos en España en los años noventa, como el FIB, Doctor Music, Sónar, Viña Rock, o Sonorama. Pero convertirse en un festival que sirviera de ejemplo a otros pasó por, además de mantener su calidad musical y tratar bien a los grupos, recuerda Rodríguez, ceder espacio a colectivos sociales y ONG. También, paradójicamente, por entender que flamenco y rock podían convivir en una misma jornada y recinto. Comenzó en la sexta edición programando a Martirio, en un año en el que también estuvieron The Pogues, un grupo de fusión rock, punk y música tradicional irlandesa, o Corcobado. Dos años después instauró un escenario flamenco, que ya aguantó cada edición. Sonic Youth, Pata Negra, Australian Blonde, Albert Pla, Mártires del Compás, Def Con Dos, Niña Pastori, The Killer Barbies, Carmen Linares, Neneh Cherry, Iggy Pop o Miguel Poveda contribuyeron al eclecticismo y al éxito de las siguientes ediciones. En 1996, un cartel de 30 grupos y artistas en un día y cuatro escenarios durante 12 horas convocó a 20.000 personas. El programa de 1997 ya no cabía en un día y se amplió a dos.
Pero el éxito siempre llega con detractores y problemas. Los miles de asistentes requerían un equipo amplio de seguridad y, con ello, como se ve en algunos documentos en la exposición, se mencionan “problemas con el personal de seguridad, donde más de una salió con la cara hecha misto [sic], con el labio partido…”. También aparecieron los puristas. Un colectivo antimilitarista escribió una carta en la que calificaba el festival de Espárrago Rolls-Royce, porque se trataba de algo “que requiere de fuertes inversiones y se esperan grandes beneficios… recompensas millonarias a cualquier precio”.

Jerez fue la siguiente parada, cuando Granada ya no daba más de sí. “El alcalde Pedro Pacheco y su gente llevaban años detrás y llegó el momento”, cuenta Rodríguez. Pero la edición del año 2000 tuvo que cancelarse por la lluvia, con todo a punto de comenzar y la inversión hecha. Se perdió mucho dinero. Eso y “la grillera” en la que se estaba convirtiendo el Ayuntamiento de Jerez, recuerda el fundador, hizo que al final del contrato con la ciudad, en 2003, el Espárrago cerrara sus puertas. Ilegales también estuvieron en la defunción. “Las cosas evolucionan y nacen, crecen, se reproducen y tristemente mueren. El Espárrago Rock ha muerto. Viva el espárrago”, dice Jorge Martínez, de los Ilegales.
No obstante, no hay que darlo por enterrado del todo. Primero, porque la exposición Espárrago Rock. A contrapelo emite sus efluvios rockeros y punkies en el Hospital Real de la Universidad de Granada, hasta el 9 de mayo. También porque el 29 de marzo, el festival resucita en su pueblo natal en un concierto homenaje con Reincidentes, Eskorzo, Amparanoia y Tatamka, entre otros. Y finalmente, porque Rodríguez ha oído rumores de que el actual propietario de la marca tiene intenciones de “hacer algo”. Solo queda esperar.
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