El rascacielos de RCR en el desierto
Los arquitectos de Olot levantarán en Dubái una torre de 73 plantas envuelta en un velo-celosía de acero inoxidable
Tras siglos de levantar una arquitectura ligera y temporal en el desierto, algunos países llevan décadas construyendo rascacielos de muro cortina. El resultado son urbes aparentemente cosmopolitas, pero radicalmente provincianas. Se trata de ciudades vacías, con menos habitantes que turistas. En general, están más cerca de los escenarios de negocios que de la vida cívica. Esos edificios translúcidos o transparentes están, además, permanentemente bañados por la arena del desierto. ¿Qué ha pasado?
En realidad, ciudades como Dubái o Abu Dhabi han buscado repetir el viaje que la arquitectura lleva siglos haciendo tratando de emular lo ejemplar. De la misma manera que el estilo renacentista de la Biblioteca Nacional de Madrid llegó de Italia, la modernidad del Golfo Pérsico llegó del Chicago y el Manhattan de los grandes rascacielos. Y aterrizó sobre la arena. No se preocupó de cuestionar el insostenible consumo energético de ese tipo de inmuebles o la difícil relación entre el vidrio y la arena. Es decir: se olvidó de actualizar la tradición. Justo esa baza, la actualización de un conocimiento ancestral, es la que, finalmente, algunos arquitectos han comenzado a jugar.
En Catar, Jean Nouvel vistió su Torre Doha de una celosía y levantó el Museo Nacional emulando la fisonomía desgajada de una rosa del desierto. En Dubái, los arquitectos de Olot RCR (los segundos españoles en obtener el Premio Pritzker, que ganaron en 2017), también han arropado su Torre Muraba Velo con una malla porosa de acero inoxidable que la protege del soleamiento y evita la acumulación de arena en sus vidrios. Inspirado en la Mashrabiya, el velo cubre espacios exteriores que, al tener doble orientación, permiten ventilación cruzada. Eso, una idea que proviene del patio tradicional, reduce la temperatura de forma natural.
Ubicada junto al canal, la arteria principal del transporte en Dubái, Sheikh Zayed Road, la torre El Velo esconde un subterráneo con piscinas, gimnasio, un spa abovedado y un anfiteatro con forma de duna.
RCR, Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, llevan una década trabajando con Ibrahim Al Ghurair. Hace más de un lustro concluyeron el edificio de apartamentos Muraba Dia en Palm Jumeirhah, la isla artificial más grande del mundo.
Luego firmaron la Escuela Dar Al Marefa para 2.500 alumnos y concluyeron, a su vez, dos viviendas unifamiliares. Una es la de su cliente Ibrahim Al Ghurair, la otra la de su hermano Hashim. Ambas se protegen del sol con una arquitectura de hormigón que recuerda las tiendas de campaña tradicionales del desierto. Tras ese aprendizaje, le llega ahora el turno a un rascacielos, el Muraba Veil, que cuenta con la asesoría de los equipos de ingenieros de WSP y de Arup.
Con 131 apartamentos y 73 plantas, la torre Muraba Veil será, así, el primer edificio de gran altura de estos españoles con premio Pritzker. Quién iba a decirles a los arquitectos de Olot que terminarían levantando su primer rascacielos en el desierto.
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