España se clasifica para su primer Mundial de rugby desde 1999
El XV del León cumple el trámite en Suiza (13-43) y estará en Australia 2027, unos cimientos esenciales para una selección multicultural llena de inmigrantes y emigrantes
España hizo este domingo los deberes en Yverdon-les-Bains, una pequeña ciudad suiza a los pies del lago de Neuchâtel, y aseguró su billete para el Mundial de Australia 2027, su regreso a la gran cita planetaria del rugby 28 años después de su única participación, en 1999. Los Leones aprovecharon el sencillo formato de clasificación y el aumento de plazas en el torneo —pasa de 20 a 24— para superar con sencillez a Suiza, sin necesidad de desplegar su mejor versión: 13-43. Tras dos fiascos sonados para Japón 2019 y Francia 2023, en los que fue apeada por irregularidades en la elegibilidad de los jugadores, el rugby español tiene por fin los cimientos para crecer y su deporte, limitado a un reducido número de potencias —la mayoría, anglosajonas—, suma un nuevo mercado en el que expandirse.
World Rugby —la federación internacional— decidió ampliar los equipos en el Mundial para matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, reducir en una semana una extensa primera fase con un calendario irregular, pues había cuatro grupos de cinco equipos con diferentes periodos de descanso, y ganar una ronda, la de octavos de final. La otra ventaja era incentivar una expansión necesaria para un deporte anclado en sus graneros tradicionales. España ocupa el 18º puesto del ranking y ha estado más tiempo dentro del top-20 que fuera, pero chafó sus dos últimas clasificaciones mundialistas.
En la primera, en un contexto que recuerda al de Suiza, perdió en Bélgica, otra víctima propiciatoria, cuando dependía de sí misma, en un encuentro polémico con arbitraje rumano, el país que recogió en un principio su plaza. Finalmente, el XV del León quedó apeado de la repesca por alinear a jugadores no elegibles porque ya habían sido ‘marcados’ por las categorías inferiores francesas. Más sangrante fue la última. Tras clasificarse sobre el césped con un brillante triunfo ante Portugal en marzo de 2022, fue descalificada porque Gavin Van den Berg, un sudafricano con presencia testimonial, falsificó su pasaporte.
Aquello dejó muy tocada la imagen internacional de España, pero World Rugby facilitó el acercamiento a la nueva directiva de la Federación Española de Rugby porque, a pesar de todo, necesitaba su mercado. Los países que tiene por detrás en el ranking —Rumanía, Chile, Hong Kong, Holanda, Canadá, Namibia o Zimbabue— no son precisamente graneros fértiles. Al subir Europa de tres plazas —dos directas y una de repesca— a cuatro directas, España ha pasado de jugárselo con Rumanía o Portugal —cuyo auge en los últimos dos años es encomiable— a hacerlo contra Holanda, a la que arrolló el pasado domingo, y Suiza, recién ascendida desde el tercer escalón. Con todo, el combinado helvético dio la cara tras caer 110-0 en Georgia, que aseguró también su billete ganando en Países Bajos. De jugarse la clasificación en un largo periplo de dos años a hacerlo en dos semanas.
El último fiasco supuso el adiós de una generación y la llegada de una nueva, aunque la fábrica de internacionales sigue siendo un mix cimentado en una columna vertebral curtida en el rugby francés, tanto jugadores con antepasados españoles como españoles que han despuntado en las competiciones galas. Un ejemplo paradigmático es Lucas Santamaría, el pilier madrileño de 24 años que juega en el Tarbes, de la tercera categoría gala, y anotó el primer ensayo en Suiza tras haber despuntado en la última ventana de noviembre ante Fiyi y EE UU. La nueva camada la lidera Álvaro García, que capitaneó a los mayores tras haberlo hecho con la sub-20: juega en Stade Français, en el top-14, la máxima categoría.
Países como España pueden crecer en un segundo escalón porque a las potencias, tanto el Seis Naciones (Irlanda, Francia, Inglaterra, Escocia, Francia o Italia) y del hemisferio sur (Nueva Zelanda, Argentina, Sudáfrica y Australia) tienen talento para exportar, jugadores que no pueden aspirar a un puesto en sus selecciones y emigran. El criterio de elegibilidad de World Rugby les permite jugar por su país adoptivo tras una vinculación de cinco años; antes era de tres. Inmigrantes como el argentino Tany Bay, el medio melé dinámico que fichó por el VRAC de Valladolid en 2019 y es un fijo en los planes del seleccionador, su compatriota Pablo Bouza, como el zaguero Federico Casteglioni, que anotó el ensayo de la tranquilidad ante Suiza tras una asistencia de Álvar Gimeno, un valenciano que juega en División de Honor con el Ciencias. Fue el mejor de un partido gris, pero España no necesitaba más para cerrar el trámite.
Lo contrario hubiera sido un desastre nacional. Tras asegurar los cimientos, el rugby español aspira ser un fijo. En lo deportivo, pelear con Portugal o Georgia, la gran potencia regional, a la que recibe el próximo domingo. Su arma para dar un salto adelante está en las dimensiones de su mercado, las licencias en auge (unas 40.000) de un país con 48 millones de habitantes y un prestigio internacional en múltiples deportes. El espejo es Italia, que estaba hace un cuarto de siglo en una situación similar a la de España ahora y se ha consolidado, con penurias y mucho esfuerzo, en el Seis Naciones. La clasificación es un guante de World Rugby para vender el rugby en el país, con la certeza de codearse un mes con los grandes. Quién sabe, de presenciar una haka de los All Blacks. El billete a Australia es un billete a soñar.
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