Muere George Foreman, la leyenda del boxeo que se reinventó como empresario parrillero
El pugilista, fallecido a los 76 años, fue uno de los rivales más emblemáticos de Muhammad Ali

La leyenda de George Foreman recibió un duro golpe la noche del 30 de octubre de 1974, la noche en la que encajó la primera derrota de su trayectoria y la más dolorosa. Un puñetazo del más grande del boxeo, Muhammad Ali, lo derribó en el octavo round para poner punto final a uno de los episodios más icónicos del deporte de los puños, The Rumble in the Jungle (la lucha en la jungla). La pelea disputada en Zaire (hoy República Democrática del Congo) hace medio siglo entre dos titanes del peso pesado ha perdido este viernes a su segundo protagonista. Foreman falleció a los 76 años en un hospital de Houston (Texas), según ha confirmado su familia en una publicación en las redes sociales. Los familiares no han comunicado la causa de la muerte.
“Nuestros corazones están destrozados. Con mucho dolor, anunciamos la muerte de nuestro querido George Foreman, que se fue en paz el 21 de marzo de 2025 rodeado por sus seres queridos”, se lee en la nota colgada en el perfil oficial del ganador del oro olímpico en México 68 y dos veces campeón del mundo en la máxima categoría de pesaje.
Foreman deja una extensa familia. Tuvo 12 hijos. A todos los varones, cinco, les puso el mismo nombre, el suyo: George Edward Foreman para que “tuvieran algo en común”. Además de ser una leyenda deportiva, es uno de los escasos boxeadores que supo reinventarse como un exitoso empresario. Vendió los derechos de su apellido a Salton, una marca de electrodomésticos canadienses que fabricaba parrillas eléctricas y portátiles. Fue un negocio redondo que le hizo ingresar unos 130 millones de dólares para finales de los noventa.
Foreman contó solo cinco derrotas en una trayectoria que se expandió por cerca de 30 años, de 1969 a 1997, cuando boxeó por última vez con 48 años (y perdió contra Shannon Briggs, 22 años menor que él). Tuvo 76 triunfos, 68 por nocaut en una carrera en la que compartió el ring con otras leyendas de la categoría como Joe Frazier, Chuck Wepner, el argentino Goyo Peralta y Evander Holyfield, entre varios más. Foreman, no obstante, considera a Joe Louis el más grande de todos los tiempos. “Y si soy honesto, no hay nadie en segundo sitio”, decía.

Al igual que muchas de las leyendas del boxeo, los orígenes de Foreman están en la pobreza. Era un muchacho problema nacido en el noreste de Texas que abandonó la escuela a los 15 años. Ya por entonces pensaba que su futuro podía estar en el deporte. Pensó primero en el fútbol americano, pues uno de sus grandes ídolos fue Jim Brown, el corredor de los Cleveland Browns. Pero encontró el boxeo en un programa vocacional del Gobierno dedicado a los jóvenes. “Lo probé solo para mostrar a mis amigos que no tenía miedo”, aseguró Foreman.
Pero era realmente Foreman quien inspiraba el miedo con sus 1,90 metros de altura y cerca de 100 kilos de músculo. Aunque tuvo trabajos como carpintero y albañil, comenzó a mostrar más talento dentro del ring como amateur. Peleó solo 25 ocasiones en la categoría. Le tomó solo un año y medio desde su primera batalla conquistar el oro en México frente al lituano Jonas Čepulis, quien representaba entonces a la Unión Soviética.
Foreman tiró a Čepulis con un nocaut en el segundo asalto. Esa fue una de sus firmas durante su trayectoria profesional. Es el mismo round en el que mandó a la lona a Joe Frazier en 1973, en una pelea en Jamaica y donde estaba lejos de ser el favorito. Allí conquistó su primer título de peso pesado con una marca de 38-0. También venció a Ken Norton, un año más tarde, en un espectáculo organizado en Caracas, Venezuela, donde retuvo la corona.

Esas citas le sirvieron de preparación para la gran batalla en Kinshasa. Muhammad Ali tenía entonces 32 años y se medía frente a la joven y exitosa figura que había de derrocar. Foreman llegaba a África con 24 años y un alcance en la pegada de casi cuatro centímetros menos que su oponente. Ambos comenzaron a preparar la batalla con varios meses de antelación, lo que elevó las expectativas a niveles poco vistos antes en el deporte.
La pelea estaba programada para el 24 de septiembre. Pero un corte en el ojo de Foreman durante un entrenamiento obligó a posponerla para finales de octubre. El contratiempo sirvió para alimentar la épica del combate. “Ako bo mai ye”, aprendió a decir Ali en lingala, uno de los dialectos congoleses, que significa “lo voy a matar”.
Ali llevaba cuatro años de regreso en el boxeo, después de que su repudio a la guerra de Vietnam lo dejara sin licencia para competir. En 14 peleas solo había perdido una vez frente a Frazer. Era su oportunidad de derrotar a la nueva gran promesa. Unas 60.000 personas siguieron la pelea en el estadio y los promotores aseguraron que otros 1.000 millones la vieron por televisión en todo el mundo.
Ocho rounds después y un derechazo a un Foreman tambaleante pusieron fin a meses de expectación. Big George, el gran George, como lo llamaban, fue despojado del título por uno de los grandes del deporte estadounidense. Aquella batalla dejó para la historia una de las grandes imágenes de Ali, quien miraba con altivez a un Foreman desorientado mientras el juez Zack Clayton contaba al diez.
La pelea fue digerida por toda la sociedad estadounidense y convertida en uno de los grandes momentos pop de la década de los setenta. Norman Mailer escribió un libro sobre ella. Leon Gast la convirtió en un documental ganador del Oscar en 1997, When We Were Kings (Cuando éramos reyes).

A Foreman le costó reponerse de la derrota, pero lo hizo. Tardó 15 meses en volver a pelear y volvió a la senda del triunfo al enfrentarse a Ron Lyle. Ganó cinco combates consecutivos hasta que volvió a tropezar frente a Jimmy Young por decisión unánime en marzo de 1977. Decidió retirarse del deporte ese año, con solo 28 años de edad.
En los años fuera del cuadrilátero, Foreman encontró a Dios y se ordenó como predicador en una iglesia cristiana. Sus memorias como figura espiritual pueden encontrarse en el libro God in my corner (Dios en mi esquina). En los años ochenta, también encaró varios problemas de salud.
Foreman, como suele pasar con otros púgiles, comenzó a tener problemas económicos para finales de la década de los ochenta. En marzo de 1987, a casi diez años exactos de su derrota ante Young, volvió al boxeo. Tenía 38 años. Se midió ante 23 rivales de manera consecutiva y venció a todos hasta que Holyfield le cortó la racha en 1991 con una muy celebrada pelea en Atlantic City decidida nuevamente por los tres jueces.
Pero Foreman no dejó que esa derrota lo apartara otra vez del deporte. En noviembre de 1994, con 45 años de edad a cuestas, ganó nuevamente un campeonato, el segundo de su carrera. Lo hizo frente a Michael Moorer, un boxeador de 26 años que llevaba invicto 35 peleas. Moorer fue ampliamente superior en la pelea, pero fue noqueado en el décimo round por un derechazo del veterano. Tres años más tarde, se retiró definitivamente. Los expertos del deporte lo consideran uno de los diez mejores boxeadores de peso completo.
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