Kilian Jornet: “Escalar el Everest por su ruta normal no es alpinismo”
El corredor, esquiador y alpinista reflexiona sobre su enorme influencia en el mundo de los deportes de montaña
Apenas tiene 33 años, pero Kilian Jornet parece haber inventado él solo los deportes de montaña. El prodigio físico capaz de arrasar en ultramaratones, carreras de esquí, de montaña o desafíos en las cimas más elevadas del planeta es también un fenómeno en el universo de la mercadotecnia y ha alcanzado una posición que le permite defender causas globales, como la preservación del medio ambiente. Capaz de brillar en diferentes y múltiples frentes deportivos y humanos, no se atisba ni un ápice de cansancio en su discurso o en su actividad. Sigue pasando horas a diario en las montañas, persiguiendo la máxima eficiencia, la eficacia y el placer de devorar metros de desnivel.
Pregunta. ¿En qué momento vital se encuentra?
Respuesta. En un buen momento porque siento que no necesito demostrar nada y hago las cosas porque quiero. Cuando eres joven necesitas demostrar, por ego o por situarte en el mapa, pero ahora disfruto de todas las actividades que realizo, sean en competición o en montaña, y además tengo a mi mujer y a mi hija con las que me gusta pasar tiempo.
P. ¿Qué representa el ego en el mundo de la montaña?
R. El ego es necesario hasta cierto punto si quieres hacer algo que te motive, que te saque de tu zona de confort, pero entendido como un orgullo de uno mismo. Aunque si esto no está proporcionado respecto a la realidad puede ser algo negativo, pero debería ser un motor que te lleve a buscar cierta perfección.
P. ¿Cómo es posible que atletas de montaña tengan que acudir al psicólogo para competir?
R. Vivimos en un momento en el que, por las redes sociales, todo es público y es algo que los jóvenes sienten como una presión, la de ser observados. Y es una presión enorme que antes no existía: entrenabas en la sombra y competías y nadie se enteraba. Vivimos a corto plazo, pendientes de resultados, nos creemos el discurso de “si quieres, puedes” o “nada es imposible”, y eso es mentira porque cada cual tiene las capacidades fisiológicas que tiene. Yo siempre digo que hay que ponerse presión por los resultados cuando seas campeón del mundo, porque hasta llegar ahí todo es progresión. Pero incluso en el mundo del alpinismo, donde no existe la competición, se generan broncas tremendas en las redes sociales generadas por el ritmo de la sociedad que obliga a estar siempre conectados.
P. Las redes sociales están llenas de atletas patrocinados que publican contenidos insulsos. ¿Hasta qué punto es una estrategia comercial rentable?
R. Yo creo que no es tanto culpa de las marcas, sino de los algoritmos de las redes sociales que te obligan a publicar más y más para ser más visible. Es una inundación, y como tal no todo el contenido es de calidad, se lanzan mensajes superfluos y no se busca la parte de reflexión. Hace poco leí que en un año se había generado más contenido en la red que en todo un siglo, contando las publicaciones clásicas. Deberíamos pensar si lo que publicamos aporta o no aporta algo. Acostumbrarse a las redes para que no dicten nuestra vida va a ser un reto para los jóvenes.
P. Recientemente ha vuelto a competir. ¿Qué espacio tiene la competición en su vida?
R. Es una parte importante, pero no tanto por los resultados sino por la búsqueda del rendimiento. Competir es una motivación para entrenar. Antes buscaba más la cantidad y ahora la calidad a la hora de competir. Pero ya solo quiero hacer carreras muy específicas, aunque reconozco que soy un picado y me gusta el ambiente de las carreras, así que de momento no me retiro.
P. ¿Cómo se ve usted: corredor, esquiador, alpinista…?
R. Depende del día me siento corredor, atleta, otros días me siento esquiador… va a días y en función del proyecto que tenga.
P. El negocio de correr por la montaña ha explotado de su mano. ¿Se ve como una empresa tanto como un atleta?
R. En parte sí: mentiría si dijera que no porque mi vida laboral está relacionada con el marketing, con generar contenidos o desarrollar material. Siempre he preferido trabajar con pocos patrocinadores pero hacerlo en profundidad. De todas formas, solo el hecho de entrenar para obtener resultados es ser una empresa.
P. ¿Le cuesta vivir bajo el foco de la atención pública?
R. Me costó años entenderlo porque soy una persona muy introvertida y aceptar esa faceta pública me llevó tiempo hasta que alcancé un equilibrio. Ahora intento aprovechar esa atención para poder mandar mensajes que considero importantes, como es el caso de la preocupación por el medio ambiente. Los que estamos en el medio natural vemos los estragos del cambio climático: ya ha pasado la fase de concienciar y es el momento de hacer acciones para evitar la catástrofe.
P. Existe algo llamado el efecto Kilian. ¿Siente como un orgullo o como un pesar el hecho de que muchos menosprecien el peligro de la montaña por querer imitarlo?
R. Sí que soy consciente. La gente quiere inmediatez y no hacer un recorrido. Es como el que arranca un blog y pretende escribir Guerra y paz al día siguiente. Pues no. Hay que tener un recorrido, un proceso. Esto sirve para correr o para practicar alpinismo, lo que ocurre es que la gente se queda con lo que quiere por mucho que yo lo intente explicar. Hay que seguir educando porque la gente corre en montaña desde hace décadas, pero antes se estaba más preparado y no existían las redes sociales. Yo solo procuro explicar bien lo que hago, cómo lo hago y dejar claro que asumo las consecuencias de mi actividad. Afortunadamente, el miedo existe y en montaña frena muchos impulsos de gente no preparada, por eso no hay tantos accidentes.
P. ¿Falta educación y formación a la hora de citarse con las montañas?
R. Sí, y aquí los guías de montaña también tienen su parte de culpa. En primavera, en el Everest, aluciné con lo que vi. No hay más accidentes porque los guías y los sherpas hacen bien las cosas sobre el terreno. Pero el nivel de muchos aspirantes a cima era ínfimo y creo que hay que educar y que los guías deben ser más claros con sus clientes, aunque sé que esto es ir en contra del mercado y que habrá otros que se aprovechen de ello. Pero hace falta educar, vender más la experiencia en montaña que la consecución de cimas. Yo trato de hacerlo en mis redes, explicar mi recorrido hasta que llego al Everest, explicar que me entreno en serio y que no estoy en el Everest por capricho.
P. ¿Por qué asocia la velocidad a las montañas?
R. Si estás fuerte, ir rápido no te cansa y si puedes hacer algo en una hora sin ir con el gancho lo lógico es ir a subir otra montaña. La velocidad es consecuencia de tu nivel: nadie va lento a propósito si está fuerte. Es una progresión natural.
P. ¿Por qué se ha tardado tanto en comprender que el entrenamiento científico o sistemático era necesario para la progresión del alpinismo?
R. Muchos se entrenan pero no lo dicen, como si estuviera mal visto. Messner entrenaba muy bien, como Christophe Profit o Enric Lucas. Ahora conviven los que proceden del mundo técnico, es decir de la escalada, con los que proceden de la competición (esquí de montaña, carrera a pie, etcétera), y es un momento superinteresante porque cuando se aúnan ambos mundos se pueden lograr grandes cosas. Ueli Steck fue un visionario en este sentido.
P. A usted le gusta mucho empaparse de la historia del alpinismo, de sus ascensiones y personajes. ¿Qué encuentra en la historia?
R. Te das cuenta de que muchas de las cosas que hacemos ahora ya estaban inventadas, ya se hacían. La historia te da una perspectiva de las cosas, de la evolución del montañismo, de las gestas que se hacían hace décadas, y aprendes de los ejemplos.
P. Ha publicado el libro Entrenamiento para atletas de montaña con un gurú del himalayismo como Steve House. ¿Cómo ha sido el proceso?
R. Es evidente que había un gran hueco en ese campo... Había un libro de Maite Hernández, Jordi Canals y Alfons Valls llamado Entrenamiento para deportes de montaña que estaba muy bien, pero faltaba ampliarlo y darle un toque internacional, de ahí que lo hiciera junto a Steve House y Scott Johnston. House, un inmenso alpinista, al principio solo escalaba y luego entendió que debía entrenarse de forma seria.
P. En el mundo del alpinismo, el entrenamiento tiene un pero, que es el compromiso, el hecho de saber que seguir hacia arriba es jugarse la vida. ¿Esto se entrena?
R. Lo que hace especial el alpinismo es la disyuntiva de si sigo o renuncio. Esto no se entrena, pero sí se trabaja. Se busca estar confortable en situaciones que no lo son, y esto llega con años de trabajo, años de conocerse y de conocer la montaña. No es cuestión de tener o no tener miedo: si eres suicida, duras poco. Yo creo que la capacidad de saber tomar las decisiones adecuadas para seguir adelante aceptando ciertos riesgos ha de llegar de la mano de la experiencia, de un trabajo de años.
P. ¿Por qué es tan difícil explicar que el alpinismo no es un asunto de locos con ganas de matarse?
R. Cierto es que el alpinismo no aporta nada a nadie, salvo a sus actores. Pero creo que su incomprensión tiene que ver con el hecho de que muchos medios generalistas solo hablan de accidentes en montaña, como si fuese lo único que ocurre allí arriba. La sociedad asimila sin problemas que miles de personas mueran por fumar, pero la gente sigue fumando. O que la gente se mate en coche, pero todos conducimos. La literatura o las películas de alpinismo siempre se han inclinado por su lado trágico y no por su lado lúdico, cuando lo cierto es que no somos masoquistas: buscamos pasarlo bien en las montañas.
P. ¿Durante su última visita al Everest por qué no dijo a las claras qué planes tenía?
R. La gente habla mucho y da por hechas cosas que no he hecho, y yo no quiero vender motos, sino hacer actividad sin novelas. Como dicen los ingleses, la cháchara menos la acción es igual a cero. Además, en el Everest, dependes tanto de las condiciones que nunca sabes qué proyecto puedes acometer, así que hay que ir con la mente abierta… Sí que tenía, junto a David Goettler, la idea de acometer la arista oeste o la travesía Everest-Lhotse, pero las condiciones no eran adecuadas. Evidentemente, podría haber vendido una gran moto, pero no es mi estilo. Es triste, aunque si digo, en condicional, que me gustaría hacer tal cosa, muchos medios afirman que lo voy a hacer aunque aún no lo haya decidido dado que no sé si las condiciones son buenas para ello. Es gracioso, pero a veces me entero por los medios de lo que voy a hacer…
P. Usted escaló con Ueli Steck. ¿Cómo era ir con él?
R. Era muy fácil, y teníamos la misma mentalidad. Tenía un nivel enorme y compartíamos la idea de riesgo que deseábamos asumir. Las veces que escalé con él en Himalaya o Alpes aprendí mucho. Además, le encantaba incidir en la evolución del material y siempre miraba hacia el futuro.
P. Muchos consideran que hoy en día la palabra de un profesional de la montaña no debería valer como única prueba de que ha hecho cima. ¿Lo comparte?
R. Yo creo que lo primero, en alta montaña, es bajar vivo, lo segundo disfrutar y lo tercero es demostrar que has hecho lo que dices que has hecho. Pero no en todas las cimas puedes aportar las mismas pruebas. Por ejemplo, cuando Corominas escaló la Magic Line en el K2, la prueba de que lo hizo fue que bajó por la ruta normal, y eso es tan válido como un track del GPS. En función del compromiso de la actividad podrás demostrar algo de una forma u otra. Yo procuro llevar dos formas de demostrar lo que hago. Hoy en día es fácil demostrar que has ido allí donde dices que has ido.
P. ¿Qué opina de los trabajos de Rodolphe Popier que señalan incongruencias en las declaraciones de cima de Ueli Steck en Shisha Pangma y sur del Annapurna?
R. Yo creo que Steck era capaz de escalar la sur del Annapurna tal y como dijo que lo hizo. Cuando escalé con él la norte del Eiger, me dijo que había desescalado tres veces esa ruta para entrenarse para el Annapurna y esto es algo alucinante que demuestra los recursos técnicos y físicos que tenía.
P. ¿Cómo vivió el hecho de que en 2017 algunos desconfiasen de sus dos cimas del Everest?
R. Pues intenté no hacer mucho caso porque aporté pruebas suficientes tanto con el GPS como con la cámara que llevaba. Hay gente que busca la polémica en cualquier parte y si entras en esto vas a perder la salud.
P. Jordi Corominas le dijo en alguna ocasión que nunca vendiese como alpinismo lo que no era alpinismo. ¿Qué le dice esto?
R. Tengo muchos sombreros: un día soy corredor, otro esquiador, otro alpinista y está claro que es mi deber aclarar qué es cada cosa, qué supone. Por ejemplo: escalar el Everest por su ruta normal no es alpinismo, intentar el mismo Everest en 2019, por la ruta de los polacos, solo en la montaña, sí es alpinismo. O una travesía que hice en Noruega corriendo pero escalando un montón de vías de escalada sí que es alpinismo, pero la ruta normal del Mont Blanc no es alpinismo…
P. ¿Puede evolucionar hacia un tipo de alpinismo más técnico?
R. No soy un alpinista técnico. Mi nivel en alpinismo es hacer cosas que eventualmente pueda hacer en solitario, que el nivel técnico me permita ir fluido y estar cómodo haciendo la actividad, tipo caras norte clásicas de los Alpes. Pero no voy a ser el próximo Ueli Steck porque no tengo su nivel técnico aunque en algunos momentos pudimos coincidir. La polivalencia es lo que más me motiva de cara a mi futuro.
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