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De área a área
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La huella de Mourinho en el Madrid

Según Florentino Pérez, todos están contra el Madrid: LaLiga, la Federación, la UEFA, los vecinos… Por supuesto, los árbitros más que nadie

Mourinho
Florentino Pérez acude al banquillo para saludar a Mourinho.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

El Athletic visitó esta semana al Fenerbahçe y Mourinho, al que su carrera como entrenador le ha llevado hasta allí, aprovechó para lisonjear al Madrid además de darle un consejo que quizá no necesite: fijarse en Nico Williams. Se sabe, quizá él mismo lo sepa, que el Madrid lo tiene en su agenda para formar un impresionante trío de ataque con Mbappé y Vinicius. Aprovechó para decir que le parece mejor que Lamine Yamal, comparación que él sabe muy del agrado de los segmentos más radicales del madridismo, que denigran los éxitos de la cantera como la zorra de Esopo denigraba las uvas que no podía alcanzar, diciendo que estaban verdes.

Mourinho siente añoranza del Madrid. Desde la separación le han ido las cosas mucho peor que al club, que ha acumulado Champions, mientras su carrera se desliza por una suave pero inalterable cuesta abajo. Vivió tiempos mejores, pero los desperdició por su conducta y declaraciones. Se hizo un marketing de enfant terrible maleducado estrepitoso, o bien es que ese es su carácter, que le ha ido cerrando de forma insensible las puertas de los grandes clubes, de modo que ha tenido que acomodarse más abajo. Me consta que también Florentino le añora, pero su problema es que los que le han dado las Champions han sido entrenadores del tono opuesto, gente educada y conciliadora, léase Del Bosque, Zidane y Ancelotti. De los tres ha largado fiesta Florentino en su palco, en el que disfruta mucho ese tipo de gente que gusta de oír criticar a terceros, deporte favorito del presidente blanco, ignorando que cuando no estén delante será de ellos de quien se hable mal. A sus tres entrenadores multicampeones europeos, Florentino ha sacado un defecto común: ser complacientes con los jugadores. Prefiere capataces duros antes que jefes que manden con la convicción, pero eso es lo que funciona en el Madrid, y no los bocinazos de Mourinho, que acabó enfrentado con los principales actores. Así que será difícil que vuelva.

Pero en un sentido permanece. Ya hace muchos años que Florentino dijo que Mourinho representaba los valores del Madrid, cosa que me chocó, porque los que yo siempre había percibido y apreciado en este club eran otros. Pero quizá Florentino, asilvestrándose ya él mismo en la proximidad del licántropo, hablaba del futuro, en una profecía autocumplida. Escuchándole en la última asamblea, percibimos con nitidez esa enmienda a la totalidad a los viejos valores del Madrid, mudados en un discurso victimista que presentó al club presa de una insana manía persecutoria.

Todos están contra el Madrid: LaLiga, la Federación, la UEFA, los vecinos… Por supuesto, los árbitros más que nadie. Florentino se percibe como un héroe antisistema, empeñado en derribar cualquier barrera en pro de un deporte y de una ciudad que no se lo agradecen. Todo lo contrario de lo que vino siendo el Madrid durante décadas: un gran club amigo de todos, pieza clave en el entramado institucional. Estuvo en la creación de la FIFA y de la Copa de Europa, basó su estrategia arbitral en no atacarlos nunca (cosa que era costumbre en sus rivales directos, el Atlético y el Barça), se sintió bandera del fútbol español y europeo, y ajustó su conducta a ese compromiso. Nunca se percibió ni se le percibió como un perseguido, sino más bien lo contrario.

Mourinho inyectó la queja. Recuerdan: “¿Pur qué? ¿Pur qué?”. Un día le metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova en un horrible ataque espaldero y el partido siguiente el Bernabéu lucía una larga pancarta, bien visible en la barandilla del primer anfiteatro, que rezaba: “Mou: tu dedo señala nuestro camino”. Firmaba la Peña La Clásica, una de las que ahora aglutinan la pastueña grada de animación.

Sí, Mou señaló el camino.

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