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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Castellana, 3

Han desalojado el palacete de Castellana, 3 donde estaba la Presidencia del Gobierno y como todo edificio deshabitado se llena en seguida de fantasmas, me temo que a estas horas Castellana, 3, es ya un hervidero de ectoplasmas, una sonata de espectros vivos y muertos. como la de Strindberg. pero peor dialogada, que la gente del régimen nunca ha dominado el diálogo literario, y si no, ahí están las memorias de Franco Salgado Araújo, las contramemorias del otro y la tira.-¿Se puede ver al presidente? -pregunta el ectoplasma de López Rodó, deslizándose hasta la saleta de Carmen Diez de Rivera y santiguándose ante el nutrido fantasma de esta señorita.

-¿Qué presidente? -inquiere el ectoplasma rubio de tan gentil secretaria.

Y aquí todo el palacete duda de silencios y de soffibras. Porque la sombra de Carrero permanece maciza en su despacho, escribiendo impertérrita, como cuando las torres de Colón, que están al lado, eran sólo un esqueje de hierros y espigones.

En cuanto al fantasma nefrítico de Arias, viene lento por las antecámaras con un papel en la mano. López Rodó dubita y se cruza el manteo fantasmal como si estuviera ya en el cielo, a la diestra de monseñor.

-En los buenos tiempos no había más que un presidente.

-Sin una reforma profunda de las estructuras no hay democracia posible -le dice la señorita Carmen, con respuesta no tan incoherente como parece.

-Eso se lo dice usted todos los días a la prensa del coeur -replica dulcemente López Rodó, sin levantar los ojos de la moqueta por no ver tan bello y vano fantasma de niebla y luz.

Es cuando entra Arias arrastrando cadenas, como todos los fantasmas. pero tocado con un sombrerito verde de cazador:

-José Vidal Beneyto está organizando un partido de los no pertenecientes a ningún partido, y cuenta con toda la gauche divine.

López Rodó y Carmen Diez de Rivera se miran a los ojos por primera vez. Este señor Arias parece que ha perdido el hilo de la Historia. No es más que un espectro nefrítico que deambula por las salas del palacete, y a veces se le oye gemir al piano, con el llanto fácil que siempre tuvo.

-Señorita -dice don Laureano, con esa facilidad que tienen los seres muy espirituales para ocuparse de lo material-, el presidente está ahí dentro, tras esa puerta, meditando. y las grandes decisiones de España siguen tomándose en esta casa.

-Qué va. Ahora se toman en el Palacio de la Moncloa o en casa de Tierno Galván -dice ella, con esa cosa respondona que hay en el fondo del ente femenino, aunque sea un fantasma.

En el salón de Consejos, un fantasmal Consejo de Ministros, en cuya vaguedad se adivinan las cabezas de López Bravo, Robles Piquer, Fraga y Fernández Sordo, difuminadas como en una telefoto.

-¿Pero es que la prensa canalla no viene a hacernos fotos? -dice una voz.

-Los fotógrafos están todos en el debut de Saritísima en Cleofás -contesta Carmen Diez de Rivera por el dictáfono.

Y luego le explica a López Rodó, sin dejar de ordenar expedientes:

-Son unos pesados. Siguen viniendo todos los viernes y sé reúnen en Consejo. Siempre tiene que venir a echarles, a las tantas, el sereno de la Castellana.

-¿Pues dónde está la realidad? -pregunta don Laureano, como un Santo Tomás que dudase entre Camino y la Summa Teológica.

-En la calle, en la cárcel, en casa de la familia Camacho, en el despacho del profesor Tierno, en la cazadora de Felipe, don el ciclo de Humphrey Bogart del cine Bahía -parlotea el delicioso fantasma femenino de los ojos claros, el pelo rubio y el apellido largo. Don Laureano se tercia el manteo, se santigua otra vez y se va. En alguna saleta, como gemido de arpa, un llanto silencioso que pudiera ser del fantasma de don Carlos Arias.

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