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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Relaciones con la URSS

PARECE PROXIMA, y hasta inminente, la reanudación de las plenas relaciones diplomáticas entre España y la Unión Soviética, interrumpidas desde 1939 ó 1936, según cuál sea la filiación ideológica del historiador.Él acontecimiento debe ser bienvenido por varias razones. En primer lugar, nuestro país no tiene razón alguna para limitar el ámbito de actuación de su política exterior ni seguir las fluctuaciones de estrategias de alcance mundial. Afortunadamente, ha pasado ya la época en que España desempeñaba el ingrato papel de «centinela de Occidentei, mientras su gran protector y aliado pactaba con la Unión Soviética el reparto de zonas de influencia,

Y discutía, el control de unos armamentos de los cuales nuestro país era, y es', depositario por cuenta ajena. Al fin y al cabo, España es una potencia europea de tipo medio; y sus intereses estratégicos no tienen que coincidir necesariamente -por ejemplo en el Mediterráneo y en las relaciones con los países árabes- con las que se le asignen en lejanos despachos.

Es necesario distinguir entre la estrategia exterior de las grandes potencias y su política interna. Ni aquélla es necesariamente justiflicable por ésta, como lo prueban algunas de las intervenciones de la política exterior americana en Latinoamérica y en el sureste asiático, ni un sistema de gobierno autocrático aplica siempre los procedimientos con los que trata a sus propios súbditos a las relaciones con otros Estados.

Establecer relaciones con la Unión Soviética no es; aceptar los métodos dictatoriales ni la represión de las libertades que en aquel país existen. Es simplemente reconocer la realidad de la existencia de la segunda potencia mundial.

Por razones históricas y políticas, la alianza entre nuestro país y los Estados Unidos será, muy probablemente, una constante de nuestra política exterior durante un dilatado período de tiempo. Pero esto no debe significar la renuncia a la libertad de acción ni la transformación de un pacto libremente establecido en una relación de dependencia. En esa perspectiva, la reanudación de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética puede constituir un factor de fortalecimiento de nuestra capacidad de negociación. También para la vida política nacional este acontecimiento diplomático posee un significado positivo. Entre otras cosas, servirá para demostrar que los intereses estratégicos de la Unión Soviética como gran potencia mundial siguen una lógica bien distinta de la que los simplificadores pretenden. Están lejanos los tiempos en que la URSS trataba de intervenir de continuo en la política interior de los demás países para promover acciones revolucionarias.

Tal vez cuando los diplomáticos soviéticos alternen en los salones de las embajadas con los más destacados elementos de la vida política y social española sea más difícil cultivar la leyenda de que constituyen el Estado Mayor de la subversión interior. Finalmente, la plenitud de relaciones puede ayudar a ampliar nuestros mercados de exportación con el Este, deficitarios en los últimos años, aunque sea iluso esperar una transformación importante de las pautas de nuestro comercio exterior, estrechamente vinculado a la economía europea.

El intercambio de embajadores debería ser, también, el camino hacia el definitivo esclarecimiento del rocambolesco misterio del oro español trasladado a Moscú, tema que durante tantos años sirvió de coartada' para la congelación de las relaciones, pese a que la investigación más seria y autorizada ha demostrado documentalmente que ese depósito fue empleado para pagarlos suministros enviados por los soviéticos durante la guerra al Estado republicano.

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