Qué error, qué inmenso error
Corría el primer verano post-flebitis. Entre el Consejo y Fernández Miranda se hablan inventado a Suárez, el flecha de la democracia, el antiflecha, y aunque todos lo pensábamos, sólo don Ricardo de la Cierva lo dijo, bajándose del autogiro familiar:-Qué error, qué inmenso error.
Volvió al autogiro y se perdió en los cielos del franquismo a practicar, en algún rincón guateado de la Historia, su género literario favorito. Qué digo favorito: predestinado. El fascículo. Porque así como Buero ha nacido para el teatro, Delibes para la novela y Camilo para el taco, don Ricardo de la Cierva ha nacido para el fascículo, ha hecho del fascículo un género literario, lo ha elevado a una categoría confusa que está entre el ensayo histórico y el quiosco, entre la hagiografía franquista y el tebeo, entre Tuñón de Lara (sin nicotina) y la enciclopedia ilustrada que no ilustra nada.
Ahora, en vista de aquel funesto presagio dicho a la Historia desde las murallas de Murcia, Suárez le nombra asesor cultural y así se lo paga. Qué error, qué inmenso error. Don Ricardo de la Cierva iba camino de convertirse en el más aplicado biógrafo/hagiógrafo de Franco, pero de pronto se le murió el personaje, a medio fascículo, y como el público de los fascículos está hecho de lectores coleccionistas y maniáticos, don Ricardo siguió ya sin protagonista, por mera inercia narrativa, como sigue Curro Jiménez, dominicalmente, sin que nadie filme nada durante la semana (por más que desmientan las notas oficioso /oficiales de Prado del Rey, nutriendo sus hojas de rodaje a base de santa misa). El personal ya tenía las tapas coleccionables y había que terminar el folletón. Así, este historiador sobre la marcha, hebdomadario y voluble, se encuentra hoy empastado entre las pastas de sus colecciones, confinado en la crónica política y las iniciativas Lara, que son como las exclusivas Ramiro de la literatura.
En esto que le llama Suárez. Qué error, qué inmenso error. Arrebatado al autogiro familiar por Franco, arrebatado a la mano insegura de Franco por Fraga, arrebatado al abrazo mortal de Fraga por la Historia, arrebatado a la Historia por José Manuel Lara, arrebatado ahora a Lara por Suárez, don Ricardo de la Cierva vive un perpetuo y sucesivo rapto de las Sabinas donde él solo es las siete Sabinas, y se le ve pasar en un torbellino de Rubens, con mucho pliegue de crónicas y fascículos, imitado en papel de periódico el ropaje renacentista que cubre y descubre la carne fondona y sobrante, las formas que pesan o vuelan en él, que en esto tendrían que ponerse de acuerdo d'Ors, Camón y otros tratadistas del flamenco.
Qué error, qué inmenso error. Según Peridis, Roma -Suárez- no paga traidores. Pero sí paga errores, a lo que se ve. Toda España fue un qué error, qué inmenso error, en aquel mes axial, una silenciosa y millonaria exclamación de brazos al cielo, como un cañaveral desesperado, pero sólo el de la Cierva lo dijo, y sólo a él se le recompensa. ¿Por qué no nos coloca Suárez a todos, a todos los que coreamos aquella exclamación y aquel error? Por otra parte, no sé lo que quiere Suárez de don Ricardo: no sé si quiere tenerle al lado para que se calle, reforzar o amordazar con él a Cabanillas o tener dos Cabanillas en lugar de uno, o dos La Cierva en lugar de ninguno.
No se entiende nada. ¿Y qué es lo que le va a enseñar el historiador al presidente? Lo de asesor de cultura queda así como preceptor de buenas maneras para un chico zafio de Cebreros. Le enseñará idiomas, fechas de batallas y el correcto uso de los cinco tenedores, que Suárez sólo se habla ejercitado con las cinco flechas. Qué error, qué inmenso error. Suárez me cae bien y el del autogiro no me cae mal, pero pertenezco, aunque poco, al llamado mundo de la cultura, porque a veces las editoriales me mandan catálogos, y me pone espanto pensar lo que puede ser este Fraga sinnnnn alcohol al frente de la inteligencia e incluso de la intelligentzia. Qué error, etcétera.
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