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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Autonomías

Después del debate del pasado día 5 en televisión, sobre la LOAPA, repitiendo argumentaciones ya conocidas, pienso que no se quiso abordar el verdadero problema de la cuestión, que está en la precipitación y desacierto de Adolfo Suárez, excelentísimo señor duque de Suárez, que no "demócrata de toda la vida", al conceder unas autonomías a vascos y catalanes con cotas excesivas y, por supuesto, mayores que las de la Segunda República.La Segunda República fue mucho más cauta e inteligente: concedió a Cataluña autonomía regional; fue muy remisa con los vasco y con su clericalnacionalismo, hasta el extremo de que su autonomía data de la guerra civil, cuando el Gobierno central había pérdido mucha de su autoridad. Y es bién sabido que una de las causas, entre otras muchas, deja pérdida de la guerra civil por la República que aún podría y debería existir fue la falta de disciplina y apoyo de los gobernantes autónomos.

Está muy claro que era preciso transformar al Estado español de centralista en autonomista, pero con el debido estudio y plan a priori y con la prudencia y tiempo necesarios. Y con la debida autoridad del Gobierno central, sin con sentir separatismos reiteradamen te proclamados que nos van a conducir a nuevos y trasnochado reinos de taifas o, lo que es peor, a nueva guerra civil, que, por ejemplo, en el País Vasco hace tiempo que ya empezó.

Por eso, los hombres responsables que tratan de gobernar, ahora o después, dándose cuenta del problema que tienen ya encima tratan de abordarlo y han inventado la LOAPA.

El Estado autonómico, tal y como se va conformando a trancas y barrancas, con tiras y aflojas con su despilfarro de dinero, cori la duplicidad o triplicidad de cargos, funciones y autoridad (esto es un decir), no será viable. El arruinado pueblo español no lo podrá pagar.

Nos vamos a encontrar con diecisiete o más Gobiernos autonó mos, con sus presidentes, ministros, directores generales, jefes y subjefes, etcétera, cuyos emolumentos no manifiestan precisamente crisis económica ni menos austeridad alguna. Con diecisiete banderas ya inventadas o por inventar. Con diecisiete parlamentos legislando independientemente y a la vez pará enriquecer el frondoso bosque de leyes, decretos y órdenes (y desórdenes), que ni se van a conocer ni se van a poder cumplir. El desaguisado va a ser mayúsculo. Vamos a necesitar seguramente dieciocho pasaportes, incluyendo a Portugal, para poder transitar por la piel de toro ibérica Amén que los alicantinos, por ejemplo, no van a admitir a Valencia, ni los leridanos a Barcelona como nuevos Madrid.

Quizá se debería haber construid o el Estado de las autonomías a nivel provincial, basándose y potenciando las diputaciones ya existentes y suprimiendq, por supuesto, gobernadores civiles y muchos otros funcionarios centrales.

Mientras tanto,el pueblo llano, el que produce o quiere producir si puede trabajar, que no es parlamentario, ni lendakari exceléntísimo y reveréndísimo, ni ministro, ni consejero, ni nada de nada, sufre toda la crisis, todo el paro y toda la inflación con resignación, desesperanza y rabia hasta ahora reprimida.

El panorama de nuestra pobre España, en manos de tantos que nos, quieren hacer felices, lo veo muy negro y muy preocupante. Nunca he sido político, ni menos afiliado a partido alguno, pero deseo con toda mi alma que en las próximas y casi inmediatas elecciones salgan unos gobernantes con ideas frescas y nuevas, que actúen con la audacia, valentía y acierto que ha de menester. /

Valencia.

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