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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La paz fue hace veinte años

HACE VEINTE años, el mundo estuvo al borde de la guerra nuclear. E.1 22 de octubre de 1962 el presidente de Estados Unidos, Kennedy, anunció el descubrimiento de misiles soviéticos con cabezas nucleares en Cuba, amenazando directamente su territorio, y ordenó un bloqueo naval de la isla como primer paso hacia lo que podía ser una invasión o un bombardeo nuclear. La Unión Soviética movilizó y Cuba declaró el estado de sitio. La flota soviética y la de Estados Unidos llegaron a estar frente a frente en el Caribe. Paradójicamente, el estado de máxima tensión, que duró poco menos de un mes -la URSS retiró los vectores y Estados Unidos levantó el bloqueo el 20 de noviembre-, produjo una reducción profunda de la tensión mundial: los dos Estados Mayores y los dos presidentes habían visto con horror la posibilidad real de la guerra, y dieron un paso atrás histórico. Entre Moscú y Washington se estableció el teléfono rojo -en realidad, un teletipo-, se cambiaron incesantemente mensajeros diplomáticos y concesiones -Estados Unidos retiró sus armas nucleares de la base de Adana, Turquía, en la frontera soviética- y comenzó a considerarse la coexistencia pacífica como una realidad práctica. El mundo comenzó a cambiar.En cierta forma, aparecía también el primer intento serio de liquidación de la guerra. Los grandes guerreros habían muerto o se habían retirado. Kennedy había sustituido al general Eisenhower y el campesino Jruschov a Stalin y a su memoria. Estados Unidos recuperaba una situación civil y una doctrina intelectual basada en los valores de la Declaracion de Independencia, y la URSS contaba poco a poco las locuras -crímenes- del stalinismo y comenzaba a repara Pío XII.

Fue una etapa breve. Recordarla ahora es una nostalgia y una desazón. Veinte años después, las armas se han multiplicado en potencia y en número, los puntos de fricción estallan en varios lugares del mundo, hay guerras desoladoras. La franqueza rústica de Jruschov ha sido sustituida por el rostro arenoso de Breznev, que ha regresado su país a un inmovilismo estéril, sombrío, desconfiado, bajo el cual perece todo lo que pudo tener de creadora la etapa anterior. Reagan representa una tosca brutalidad en contraste con Kennedy, y una resurrección de lejanas ambiciones imperiales. Donde se sentó Roncalli se sienta hoy Wojtyla, para quien el dogma no puede tener fisuras, y a quien su filiación polaca obliga a vivir en una dolorosa tensión por la desgracia de su país, y comunica esa tensión a todo el sentido de la Iglesia.

Lo que una crisis peligrosísima nos acercó a la paz ha vuelto a perderse en estos veinte años de lenta pero segura deterioración. Hay fuerzas en el mundo que tienen miedo a la paz, al acuerdo, a la posibilidad del entendimiento. Fuerzas que ya mataron a Kennedy (1963), destituyeron a Jruschov (1964) y retrotrajeron en el mundo otros progresos. El pacifismo, la coexistencia, el entendimiento y los derechos humanos han evacuado las casas de los gobiernos y están, otra vez, en la calle. La paz fue hace veinte años. Su fracaso no sólo acabó con la posibilidad de unos bienes materiales que comenzaban a ser para todos, sino con la fuerza creadora de las ideas, de las esperanzas y de las ilusiones. Habrá que esperar otro ciclo: habrá que crearlo.

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