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Ángel Orensanz, escultor

Ha realizado en un campo un surco-escultura de dos kilómetros, dentro de su programa de arte móvil, con niños, animales y objetos

Los Pirineos, como muralla que nos separa de Europa, ya no existen porque les prendió fuego el escultor Ángel Orensanz. En Berdún y Sallent de Gállego, provincia de Huesca, Orensanz, el de los environments y montajes de Holland Park de Londres, las esculturas en Nueva York, Brasilia, París, Barcelona, Zaragoza y Jaca, ha realizado un surco-escultura de dos kilómetros de largo que tuvo su prolongación en la nieve. Se trata de una obra de arte-espectáculo, con la participación de niños, animales, coches, objetos cayendo del cielo y el sacrificio de una cabra, todo dentro de su empeño en contraponer el arte y la escultura al paisaje urbano.

Un gigantesco humanoide carnavalesco labrado en la tierra. Un happening lúdico, un destruir el concepto de autor: todos son partícipes y autores de la obra. Una escultura viva y convivida: "Se trata de convertir en experiencia estética un medio, la tierra labrada, la nieve-mar, y un método de trabajo, la labranza, que han sido tema literario, pictórico y aun musical, pero no han sido abordados como obra de escultura".El escultor aragonés Ángel Orensanz ha dejado la urbe y se ha subido a la montaña. En el Pirineo -una de sus obsesiones es hacer desaparecer la barrera de esas montañas- se ha dedicado a trazar en la tierra y en la nieve sus dibujos fantasmagóricos. En Berdún, ayudado del tractorista Felipe Navarro, dibujó sobre un campo un gigantesco humanoide carnavalesco de dos kilómetros de largo: el surco-escultura. La labranza quedará intacta hasta la primavera, para que puedan observarse los relieves formados por las mieses sembradas. Es parte integrante del proyecto observar los cambios que el viento, la lluvia, la nieve, las hierbas silvestres y la erosión ejercen sobre el color y la textura de la tierra labrada como escultura.

En torno al campo, cuyo dueño irónicamente pidió que no se lo declaren monumento histórico-artístico, han tenido lugar, en sucesivas jornadas, múltiples actos participativos: folklore, dramatización, música, poesía, suelta de animales -un gato montés cruzó vertiginoso el campo, ante la mirada atenta de los presentes-, sacrificio de una cabra, cuya sangre fue vertida en el surco -los vecinos, que no entendían muy bien los ritos del artista, protestaron por la muerte del animal-, coches bailando un vals, objetos lanzados desde el cielo. Todo ello fotografiado, filmado y grabado, mientras a lo lejos se escuchaban las campanas del pueblo, las esquilas de un rebaño de ovejas que se aceracaba al campo o el ladrar de perros y el gruñir de cerdos. Un grupo de niños, a indicación del escultor, prendió fuego a unas maderas pintadas que simulaban los Pirineos. Los montes como barrera ya no existen: estamos en Europa.

Con estas realizaciones, Ángel Orensanz, preocupado por incorporar, fundir, asimilar y contraponer la escultura al paisaje urbano, reivindica "la tierra como expresión primaria y permanente; la tierra expresión humana; la tierra y su trabajo, no como penalidad, sino como liberación y deleite estético".

No conforme con el surco-escultura, Orensanz ascendió aún más alto y se subió a la nieve, a Sallent de Gállego -"la tierra deja huella, hay testigo; no así en la nieve, que es como el mar"-, a jugar-pintar-vivir con la nieve. Montañas, colinas, laderas enteras fueron manchadas de colores -"pinté como en el papel"-. Era la prolongación en la nieve del surco-escultura. Menos perdurable, casi instantáneo -"al poco tiempo de trazar el dibujo nevaba y se borraba"- o destruido por un grupo de niños que jugando destruyen-construyen otra figura, otra escultura.

Todo queda reflejado en las díapositivas, en las fotograrias. Los niños son, en este caso, los autores de la escultura, puesto que siguen los trazos marcados por el autor. De estas experiencias se ha llevado un diario fiel mediante fotografía en color, blanco y negro, fotograria aérea y tomas minuciosas de este desarrollo conceptual. Con todo ello se compondrá un librocarpeta que dejará permanencia del ciclo completo del experimento, desde su inicio, en el otoño, hasta su fusión y desaparición total, en la primavera, en el caso del surco-escultura.

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