Fraga y Barrionuevo
EL MINISTRO del Interior ha iniciado una ronda de consultas con representantes de fuerzas parlamentarias y de las comunidades autónomas sobre el proyecto de ley orgánica de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, recientemente enviado al Congreso. Los consejeros de Interior de los Gobiernos vasco y catalán y el líder de Alianza Popular fueron los primeros invitados a esa original búsqueda de consenso, situada extramuros del parlamento y en el despacho de un ministro que actuaba a la vez como anfitrión y como plenipotenciario del Gobierno entero. No parece el viaje de Felipe González a Oriente motivo suficiente para explicar los extraordinarios poderes de hecho -nada menos que establecer las bases para futuros acuerdos con los grupos parlamentarios y con los Gobiernos autónomos- asumidos ahora por el titular de Interior. Dado que la cita del proyecto de, ley con las Cortes no es precisamente para mañana, resulta difícil adivinar las urgencias para que una cuestión de Estado -por utilizar las palabras de Fraga- como la reforma policial sea discutida con el líder de la oposición no por el presidente del Gobierno -o al menos con el vicepresidente, que asume sus funciones durante el viaje-, sino por el ministro del Interior.La estampa de un ministro del Gobierno autorizado para discutir el articulado de un proyecto de ley con el máximo representante de la derecha conservadora parece un tanto singular. Tal vez este solemne encuentro entre Barrionuevo y Fraga, enfrentados hace poco en el debate parlamentario en torno al espionaje policial sobre Alianza Popular, pudiera explicarse por la simpatía o hasta las afinidades ideológicas y de carácter entre ambos interlocutores. Si los ásperos perfiles iniciales de aquel debate quedaron dulcificados al empeñar Barrionuevo su palabra de honor (procedimiento de prueba, al parecer, hoy por hoy reservado a quienes desempeñan cargos en un Gobierno socialista), la conversación mantenida anteayer confirma que las relaciones entre el actual ministro del Interior y quien le precediera como titular de esa cartera durante los primeros meses de la transición no admiten comparación posible con los tratos entre cualquier otro miembro del Gobierno y el dirigente conservador. Los aplausos con que los diputados de la derecha acogieron alguna sonada intervención parlamentaria de Barrionuevo -recibida en silencio por sus compañeros de partido- sirven para ilustrar el destino de este político socialista, auténtico cisne blanco en un estanque de patos para la oposición conservadora.
Tras la teatral reunión mantenida por Felipe González y Manuel Fraga a finales de julio, el dirigente conservador declaró que había comunicado al presidente los requisitos o condiciones previas para recomenzar el diálogo entre Gobierno y oposición, interrumpido precisamente a consecuencia de un reportaje televisivo sobre las actuaciones de Fraga como titular de la cartera que hoy desempeña Barrionuevo. De la entrevista celebrada anteayer cabe deducir o que esos requisitos han sido ya cumplimentados, o que las charlas de Fraga con Barrionuevo son de una naturaleza tan especial que no encajan dentro de las categorías del diálogo entre Gobierno y oposición. Por lo demás, el líder de la derecha ha expresado su acuerdo básico con el proyecto de ley de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, descubriendo así que la política socialista para la reforma de la Administración policial coincide sustancialmente con las opiniones de Alianza Popular. Para mayor paradoja, el principal punto de discrepancia de Fraga con el texto socialista es que considera protegidos la seguridad jurídica de los funcionarios policiales y sus derechos a la libertad sindical amparados por la Constitución. Muchos se dirán que para este viaje sí que no hacían falta las alforjas del cambio.
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