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Objetivo, Berlín

Una riada de inmigrantes asiáticos y africanos utiliza la ciudad alemana como puerta a Occidente

"Ya verá, esto es otro mundo", dice el taxista mientras cobra el trayecto desde el centro de Berlín Occidental al mismo corazón de la pequeña Turquía, el barrio de Kreuzberg, en Berlín Occidental. Allí viven muchos de los más de 250.000 extranjeros residentes en Berlín Oeste, según estadísticas oficiales. En su mayoría son turcos. Los carteles publicitarios están escritos en esta lengua, en los bares se come kebap y se escucha música de Anatolia, las peluquerías se llaman Çelik, y las tiendas de ultramarinos, Mehmet o Istambul.

En la plaza Cottbusser Tor, en Kreuzberg, llueve a mares a última hora de un tardío día de septiembre. Bajo los carriles elevados del ferrocarril urbano un grupo de hombres turcos interrumpe de inmediato su conversación cuando ve acercarse a un extraño. Están hablando "de trabajo", asegura un compatriota suyo en el barde la esquina. El alcohol le hace locuaz. Lleva 14 años en Berlín Occidental. Antes había servido en la Marina turca. En Kreuzberg se siente en casa a pesar de que a su edad, 56 años, cada vez le resulta más dificil encontrar trabajos eventuales en su oficio de carpintero.Su situación en Berlín Oeste ha empeorado en los últimos tiempos. Aumenta la competencia para conseguir chapuzas ilegales. En el primer semestre de 1986 llegaron al sector occidental de la antigua capital de Alemania 14.960 personas huidas de focos conflictivos del Tercer Mundo. De Irán, Líbano, Sri Lanka, Ghana o la misma Turquía, decenas de miles de personas buscan un refugio en Europa occidental huyendo de la guerra, la miseria y la persecución. La clave es Berlín. Cuando todo el mundo desarrollado se está encastillando para contener la avalancha de inmigrantes de países pobres, la ciudad dividida y amurallada es, paradojas de la historia, la última puerta abierta para los que buscan refugio en Occidente.

Según datos oficiales, este año podrían llegar a 100.000 las personas que, procedentes de Oriente Próximo, Asia y África, llegan a la República Federal de Alemania (RFA) en solicitud de asilo político. Un tercio pedirá directamente asilo en Berlín Occidental después de haber cruzado el muro desde la parte oriental y capital de la República Democrática Alemana (RDA) sin que nadie control ni problema alguno. La RFA y las tres potencias occidentales que administran Berlín Oeste, EE UU, el Reino Unido y Francia, no mantienen control del tráfico de personas en los diversos puntos de paso en el muro, ya que niegan a éste el carácter de frontera interestatal que desde su construcción le han querido imponer las autoridades comunistas de la RDA.

'Metro' a Occidente

Todos los días llegan en metro y ferrocarril urbano a la parte occidental decenas de inmigrantes. Horas antes han llegado al aeropuerto de Schoenefeld, en Berlín Oriental, a bordo de un avión de la compañía soviética Aeroflot o de la alemana oriental Interflug. Con un visado de tránsito por la RDA, que las autoridades de este país dan sin dificultad alguna, los recién llegados cogen el tren de cercanías en la estación de Friedrichstrasse, en el mismo muro, y se bajan una parada más tarde en Occidente. Sin problemas.

Con los ciudadanos de Líbano, Irán o la India, la policía de la RDA es enormemente tolerante si se compara con su actuación cuando se trata de impedir, aunque sea con disparos de ametralladora, el paso a Occidente de Ciudadanos de su propia república popular. La pasada semana, la RDA se avino a las reiteradas peticiones de Bonn, y a partir del 1 de octubre sólo extenderá visados de tránsito a aquellos que cuenten con un visado para la RFA u otro país. El tránsito por Alemania Oriental hacia la RFA de inmigrantes del Tercer Mundo es un buen negocio para su compañía aérea, que cobra en divisas occidentales el transporte de los fugitivos a Europa, y un instrumento para hacer presión sobre las autoridades de Berlín Oeste e inducirlas a que instalen controles fronterizos en el muro.

Una mañana de septiembre tres jóvenes iraníes se apean del tren en la estación del Zoo. Están ya en Berlín Oeste. Sin saber una palabra de alemán y armados con una pequeña nota con una dirección se montan en un taxi. "A la oficina de asilo político". Los tres son de Teherán, muy jóvenes, y han huido por la misma razón: la guerra. Al saber que iban a ser enviados al frente, sus familias recaudaron con esfuerzo el dinero para pagar les el billete con la línea Interflug. Al salir de Berlín Oriental se des hicieron, no dicen cómo, de su documentación y se pusieron alerta para pronunciar, en cuanto vieran a un policía occidental, tal como les habían dicho, la palabra mágica asilo.

Saben que la ley fundamental de la RFA, en su artículo 16, establece que "los fugitivos políticos gozarán de asilo". Esto supone que, manifestándose perseguidos, la policía no puede rechazarlos en la frontera y deberá determinarse si los fugitivos lo son realmente por motivos políticos. Este proceso legal dura en ocasiones muchos años, y los solicitantes, con derecho a poner recursos a las decisiones del tribunal administrativo, pueden prolongarlo. Esta situación jurídica, que en base a una afirmación otorga al extranjero el derecho a permanecer en la RFA al menos mientras su caso es examinado, es única en el mundo desarrollado.

Los tres iraníes pagan con su último dinero el taxi que les deja en la TorfIstrasse, donde se encuentra la policía de extranjería y el centro de refugiados políticos. Allí se les abrirá un expediente en el que se recogen sus afirmaciones sobre las persecuciones a las que, según dicen, han sido sometidos. Si no pueden demostrar el carácter político de la persecución, se les negará el derecho de asilo y recurrirán la decisión. Siendo iraníes pueden contar con que en ningún caso serán entregados al régimen islámico y permanecerán en la RFA. Casi la quinta parte de los 42.000 solicitantes de asilo político entrados en el país en este

Objetivo, Berlín

año es iraní, en su mayoría muy jóvenes.A la Torflstrasse tendrán que venir a menudo, a hacer largas colas en las cinco diferentes oficinas habilitadas en el centro, para cumplir formalidades burocráticas, presentaciones y para cobrar los 69 marcos que la Seguridad Social les entrega. Desde allí, un edificio moderno con pintadas árabes en las paredes, niños palestinos corriendo por los pasillos, grandes grupos de africanos, sobre todo de Ghana, y familias libanesas, serán enviados a uno de los campos de refugiados instalados por toda la ciudad.

Asilos

El asilo de refugiados de Ploetzensee tiene una historia y unas inmediaciones poco idílicas. Antiguo cuartel de las SS durante el III Reich, es un sólido edificio gris oscuro junto al que se, encuentran una vieja prisión, la nueva cárcel de mujeres y los, almacenes de carbón de la ciudad. Allí viven "90 adultos y muchos niños", según dice el portero. Algunas familias libanesas llevan ya tres años. Los niños van al colegio cercano. "Aquí están tranquilos, esto es como un sanatorio, sólo a veces se pelean entre ellos. Sobre todo por los niños. Empiezan ellos jugando y terminan los padres llegando a las manos". A los dormitorios no pueden subir los periodistas. "Nos han jugado una mala pasada. Vinieron unos de televisión y tiraron dos cubos de basura para mostrar imágenes desoladoras".

El Gobierno de Berlín Oeste, al igual que: el de Bonn, sabe que tiene el apoyo dela mayoría del electorado para tornar medidas contra los inmigrantes. El malestar entre la población crece por momentos, y el racismo es palpable en conversaciones con el hombre de la calle, el que ve con mezcla de miedo e indignación a gentes de otro color de piel que, cada vez más numerosas, circulan por las aceras de Berlín sin nada que hacer, ya que la ley les prohíbe trabajar en los dos primeros años de su estancia. La xenofobia se está disparando y se dirige también hacia aiquellos extranjeros de piel oscura que, como los turcos de Kreuzberg, habían llegado a ser tolerados.

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