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Tribuna
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Los chilenos y la libertad

En sus casi 170 años de independencia, los chilenos han disfrutado casi continuadamente de un régimen parlamentario y constitucional, solamente interrumpido por breves períodos de dictadura o de anormalidad. Esta estabilidad instítucional permitió a Chile ser, a mitad del siglo pasado, el país más rico y poderoso del continente y un modelo, en contraste llamativo con los restantes de su entorno latinoamericano.La tradición democrática de Chile ha permitido, prácticamente desde 1818 hasta 1973, una libre actividad partidaria y una cultura política de sus ciudadanos sin parangón en otras latitudes del hemisferio, que fue rota brutalmente hace ya 13 años por el general Augusto Pinochet, a mano armada.

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La ruptura institucional, la brutal represión, la sistemática violación de los derechos fundamortales, la supresión de las libertades, elementos característicos de toda dictadura militar, ha supuesto, además, un enfrentamiento total con la cultura política, con las convicciones más arraigadas en el pueblo chileno, que, a pesar de los 13 años transcurridos desde el golpe, mantiene firmes sus profundas creencias democráticas, producto de una tradición política que es propia a su idiosincrasia y se encuentra, incorporada a su historia.

Situación compleja

Para un observador convencido de que es necesario encontrar vías de salida a la dictadura, no puede ocultarse que la situación presente es compleja. La Constitución plebiscitada por Pinochet en 1980 tiende a perpetuar su permanencia en el poder, y fuera de ella solamente se acepta la alternativa de la lucha armada, que la propia dictadura sobredimensiona hasta límites sorprendentes de intoxicación y manipulación de la opinión pública.No obstante, la madurez cívica de los demócratas chilenos y de los partidos políticos permite vislumbrar la superación de los excesos doctrinarlos de los dos últimos decenios y su capacidad de integración en plataformas unitarias, cuyo objetivo común inmediato es la convocatoria de elecciones libres y la salida pacífica de la dictadura: la Alianza Democrática y el Acuerdo Nacional son buena prueba de estos avances.

La Asamblea de la Civilidad, que agrupa a sectores sociales diversos, pretende superar el doctrinarismo de los partidos para apoyar la acción de esas plataformas con la movilización social. Así se ha visto ya en masivas convocatorias celebradas en ocasiones recientes, base de un entendimiento que puede dar lugar a la esperanza y que exige la solidaridad activa de todos los demócratas.

No caer en la trampa tendida por Pinochet, rechazando la militarización de la vida política, y profundizar en el objetivo prioritario, la celebración de elecciones libres, es el más positivo avance para la causa de la libertad en Chile, que se corresponde, además, con la cultura política y las tradiciones del pueblo chileno para recuperar su protagonismo en la historia y superar el paréntesis de anormalidad implantado por la dictadura.

Leopoldo Torres Boursault es vicepresidente primero del Congreso de los Diputados y diputado del PSOE por Guadalajara.

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