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María José Varela

Defensora de causas no tan perdidas

Sólo defiende las causas en las que cree, y por lo visto no le falta trabajo. María José Varela, de 38 años, que defenderá hoy en juicio a un homosexual que reclama al Ayuntamiento de Barcelona una indemnización por la muerte de su compañero, trabajador de esa entidad municipal, es, justamente, la antítesis de un temperamento pusilánime. Ella dice que no sabe muy bien por qué la Coordinadora Gay le encargó el caso, pero la incógnita se despeja en buena medida si se tiene en cuenta que esta letrada ha logrado que el Tribunal Supremo reconozca su argumentación de que la exigencia de resistencia heróica a las víctimas de agresiones sexuales atenta contra la igualdad de sexos que establece la Constitución.

Soltera, madre de dos hijas de 15 años y 21 meses, María José Varela es una de esas personas que se sienten plenamente a gusto en su propia piel, estén o no reconciliadas consigo mismas. Maestra primero, psicóloga después, parece haber encontrado en la abogacía un terreno abonado de satisfacciones personales y un arma eficaz para luchar como mujer. Nacida en La Coruña, pero afincada desde niña en Barcelona, hija de padres separados, empezó a trabajar a los 14 años y conoce por propia experiencia el desamparo familiar al que aludía en la ponencia, sobre el impago de las pensiones de separación y divorcio que leyó hace 10 días en el Congreso de Mujeres Abogadas de San Sebastián.Lleva una vida profesional sumamente ajetreada, pero no se queja, aunque, eso sí, María José Varela aprovecha cualquier pausa, cualquier ocasión, para regocijarse una vez más con la vista de los retratos de sus hijas. Su trabajo, sus actividades, su forma de vida, le apasionan hasta el punto de que necesita rellexionar unos instantes antes de responder que añora el impulso viajero que la llevó hace ya años a aventurarse en el desierto de Siria en un dos caballos y que le gustaría saber mucho más de muchas cosas; por ejemplo, de arte moderno.

Ríe con facilidad esta mujer "apasionada, batalladora y buena chica", que despliega una simpatía natural, a veces exultante. Feminista desde la pubertad, no necesita poner a prueba sus reflejos ni alterar su ánimo desenfadado para rebatir en tono pedagógico las preguntas declaradamente capciosas. "Yo, y cualquier mujer, puede dedicarse intensamente a su profesión sin pagar un precio excesivo, siempre que, como en mi caso, la otra parte asuma también en lo que le toca el cuidado y la educación de los hijos".

El caso del homosexual que reclama una indemnización por el fallecimiento de su compañero, víctima del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), representa para ella otro desafío más, no sólo profesional. Cree que, además de la razón moral, su defendido cuenta a su favor con un fundamento jurídico excepcional, dado el peculiar convenio de los trabajadores del Ayuntamiento de Barcelona, y afirma que, en todo caso, el juicio, previsto para hoy, pondrá de manifiesto la "calidad de la convivencia en esta pareja de amigos y el cariño ciertamente excepcional con que mi defendido atendió a su compañero en los últimos meses de su vida".

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