Signos
El error en la retransmisión de las campanadas de Año Nuevo por Televisión Española pareció un poderoso signo. El problema consistía en saber lo que significaba. Hubo quien lo consideró como un signo de que el Ente estatal continuaba funcionando mal. Los supersticiosos más constructivos optaron por no hacer demasiado caso al suceso y comerse las uvas como buenamente pudieron, esto es, atragantándose; cumplido el ritual, podían considerar que el año sería feliz, aunque unos segundos más corto de lo previsto. Desde la perspectiva de la autodeterminación, o más en general, de la conciencia nacionalista, el error era un signo claro de que no se debe mirar tanto a Madrid, que el paradigma del tiempo y de la época debe tener centros de atención más próximos. Y/o desde una perspectiva internacionalista, más lejanos. Otros tendimos a considerar el error como un signo del error de entronizar la televisión en el corazón del hogar y en el alma de las fiestas, ya que, poco después, casi toda la conversación se redujo a comentar lo malo que era el programa de La Trinca. Quizá se trataba de un signo sin significado, como no sea el de que lo que se ve por televisión parece tener más significado del que tiene.Al buscar signos o augurios de la década que empieza, mejor será reconocerlos en los dos asquerosos accidentes de buques petrolíferos que han ocurrido en el Atlántico cerca de nuestras costas. Casi 100.000 toneladas de crudo vertidas en el mar. La década empieza con la esperanza de que los países del Este europeo inventen algo más gracioso que el sistema político que padecían y el económico que padecemos nosotros. Pero también con la necesidad de seguir cuestionando el saqueo, capitalista y socialista, dictatorial y democrático, del medio. En caso de catástrofe ecológica, no cabe refugiarse en ninguna nunciatura. Y si se acaba la pesca, es improbable que los nuncios o el señor Bush sepan multiplicar panes y peces.
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