John H. Elliott
Un hispanista en la corte del Rey
John H. Elliott, el hispanista inglés que puso en pie la figura histórica del conde-duque de Olivares y que aún hoy sueña en catalán, la lengua española que aprendió hace 30 años, recibió ayer de manos del rey Juan Carlos el reconocimiento de este país a su larga trayectoria como analista de nuestra historia: la medalla de oro de las Bellas Artes. Encargado de responder, en nombre de los restantes premiados, a la condecoración, este desgarbado profesor de Oxford hizo memoria de lo que sintió cuando los Reyes le enviaron el telegrama que consignaba la distinción. "Lo recibí en diciembre, y fue como un regalo de Navidad".Elliott tomó contacto con la cultura española hace más de 30 años, y por coincidencia se convirtió en uno de los hispanistas más constantes: fue mientras visitaba el Museo del Prado y cobró interés por la figura -entonces puramente un cuadro- del conde-duque de Olivares. Ahora, Olivares, a quien dedicó una biografía esencial para entender el siglo XVIII español, "parece definitivamente muerto, aunque de cuando en cuando me obligan a resucitarlo con conferencias y con coloquios". Su esposa, que le acompaña en este viaje español, sonríe cuando piensa en las decenas de años que ha convivido en su propia casa no sólo con el historiador, sino con su fantasma.
Su interés por España no ha disminuido con su ausencia: los 17 años que vivió como profesor en Estados Unidos le sirvieron para acentuarlo. Una prueba reciente fue su obra España y su mundo, 1500-1700, publicada este mismo año por Alianza Editorial, y un dato interior de ese interés es su propia vocación española: "Ahora, cuando he estado en Barcelona para grabar un programa en catalán, he comprobado que esta pasión no disminuye, sino que aumenta: después de un día de estar entre catalanes, por la noche soñé en catalán". Aunque nació por casualidad en Reading, la tierra que dio cobijo carcelario a Oscar Wilde, este inglés sonriente y pausado, de manos huesudas y largas, es español por más de un costado, y lo muestra habitualmente: "El conocimiento de la historia nos cambia, y el idioma también varía nuestro propio sentimiento hacia los países. ¿Cómo no iba yo a vibrar como un español más el 23 de febrero de 1981 ante aquella opereta que puso en peligro la democracia? ¿Y cómo no sentirme un poco español cuando hablo castellano o catalán? La lengua nos confiere una determinada personalidad y nos hace ser unos uotros dependiendo del idioma en que hablemos o soñemos".
Historiador incansable, John H. Elliott es también un hombre de su tiempo. Piensa que el camino de la unión europea es inevitable, aunque en su propio país tenga "tan mala fama" el federalismo, y considera que la CE "puede hacer bastante para equilibrar los odios y vencores que ahora dividen algunas sociedades europeas" que se debaten en este instante en un clima de enfrentamiento bélico. España, en fin, le resulta un modelo "en el que pueden mirar ciertos países del Este que quisieran tener una transición sin tantos traumas a la democracia".
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