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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Trenes rigurosamente descontrolados

¿Merece la pena llevar adelante un proyecto cinematográfico si se tiene la sospecha de que su diseño de producción es erróneo o sencillamente raquítico? A esta pregunta parece querer responder, y en afirmativo, Antonio Giménez-Rico con su última película, esta Catorce estaciones, modesta: -100 millones de coste confesado- coproducción franco-española. Tal vez confiaba el director en un guión que sitúa la acción del filme en la rica tradición del cine europeo "de trenes", filón especialmente de moda allá por los treinta, cuando los largos viajes intercontinentales eran sinónimo de cosmopolitismo, riesgo y aventuras. Tal vez creía en las virtudes de una trama que mezcla amores condenados con intrigas políticas; o tal vez, simplemente, Giménez-Rico quería realizar un filme honesto, bien hecho, en el cual pudiese corroborar una vez más un oficio probado como el suyo. Sea cual sea la razón, hay que constatar que se ha equivocado.La película cuenta, con sorprendentes licencias narrativas, el viaje no ya improbable, sino sencillamente imposible, de un profesor republicano (Galiardo) que, obligado a ir a Estoril para una cita política con los partidarios del aspirante al trono, don Juan de Borbón, no se le ocurre más que confiar su seguridad a una arribista cosmopolita y facciosa (Randall) y a una monja que es en realidad un servidor armado y más bien incompetente en sus cometidos. Su viaje durará las 14 estaciones que, se nos dice, tenía la línea París-Madrid. Pero la cosa se complica, y considerablemente, porque en el tren viaja también su esposa y ex alumna, quien vivirá un tormentoso romance con un joven anarquista y asesino a quien cree un protector de su marido.

Catorce estaciones

Dirección: Antonio Giménez-Rico. Guión: Antonio Larreta y Antonio Giménez-Rico. Fotografía: Jaume Peracaula. Música: Georges Garvarentz. Producción: Raymond Danon, Penélope Films y TVE. España-Francia, 1991. Intérpretes: Geraldine Danon, Juan Luis Galiardo, Jacques Penot, Mónica Randall, Santiago Ramos, Joaquín Hinojosa. Madrid. Parquesur.

Los problemas del filme arrancan prácticamente con el comienzo, y se llaman escasa entidad dramática, inverosimilitud grave en algunos pasajes -a guisa de ejemplos, la chica se pierde, literalmente, en el vagón de tercera clase, después de dar un paseíllo de escasos metros; un tren internacional que discurre por la España de 1947, y que viene de un país hostil como Francia, se detiene escasos minutos en la frontera, y hay más- y ausencia de actores solventes, sobre todo de su pareja protagonista.

Limitada interpretación

A decir verdad, que la señorita Danon sea actriz nos lo tenemos que creer porque lo dice el elenco, pero no porque se tome la más mínima molestia para. parecerlo. Es el suyo uno de los más limitados repertorios interpretativos que se han podido ver en mucho tiempo, y lo peor es que tampoco tiene un firme apoyo en su partenaire, Jacques Penot, igualmente avaro para mostrar sus virtudes, si es que las tiene.Así las cosas, la película pierde todo interés antes de la primera media hora, cuando el espectador se harta de tanta licencia trapera y tanto diálogo tosco que no conduce a ningún sitio -y es sorprendente, toda vez que el guión está firmado por Giménez-Rico y por Antonio Lareta, uno de los profesionales más solventes en el oficio-.

Esta vez, el director ha confundido modestia de presupuesto con cortedad de miras y falta de inspiración; y, con perdón, no parece que ésta sea la mejor manera de hacer competitivo el cine español, preocupación que, con justa razón, Giménez-Rico muestra en cada entrevista.

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