Mil millones
Alarmado por el escaso interés de los feligreses de su diócesis en acudir a la emisión de obligaciones de mil millones de pesetas para la construcción de nuevos templos, el arzobispo de Valencia ha pedido a las parroquias que animen a los fieles a desembolsar más capital, pues de lo contrario la influencia de la Iglesia católica decrecerá en la región. Los valencianos adquirieron únicamente títulos por valor de 50 millones de pesetas.Por estas mismas fechas, la Organización Mundial de la Salud ha revelado que casi mil millones de personas viven desnutridas y que anualmente mueren de hambre en el mundo 13 millones de niños menores de cinco años.
La Iglesia católica es una poderosa multinacional regida por un jefe absoluto desde un Estado soberano afincado en un barrio exclusivo de Roma. El representante en la tierra de un pobre judío ejecutado públicamente hace 2.000 años por afirmar que era hijo de Dios, desenmascarar a los fariseos y arrojar a los mercaderes del templo, vive hoy en un lujoso gueto. Los llamados príncipes de la Iglesia todavía quieren construir más edificios donde predicar la justicia social e implorar el perdón divino.
¿No es ésta una escandalosa contradicción? ¿No sería preferible vender propiedades y financiar con los fondos obtenidos programas de alimentación del Tercer Mundo? ¿Para qué más cruces entre antenas parabólicas cuando los miserables mueren de hambre en chabolas sin pararrayos?
Los valencianos hacen bien al no acudir a esta oferta mercantil de su arzobispo. No ignoran que la pobreza de media humanidad subsiste por culpa de estas y otras operaciones financieras aparentemente redentoras. Para rezar de rodillas sólo hacen falta rodillas, mientras que para comer hacen falta alimentos.
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