¿Quién es el culpable?
Voy a tratar de un problema muy candente y que a los padres con hijos de edades comprendidas desde 14-15 años en adelante nos afecta de lleno. El problema consiste en la insistencia de los hijos en regresar a casa a unas horas que no consideramos nada razonables.Llevamos ya unos años en los cuales parece ser que el horario de diversión de la juventud es a partir de la hora en que siempre nos hemos preparado para acostarnos.-
Recuerdo mis años mozos en Madrid, cuyo lugar de cita generalizado era el kilómetro 0 de la Puerta del Sol. Allí era un hervidero de juventud sobre las cuatro de la tarde. Sin embargo, ahora lo peculiar es salir a partir de las once o las doce de la noche y, lógicamente, saliendo a estas horas el regreso se prolonga hasta altas horas de la madrugada, cuando no bien entrado el día.
Parece ser que hay discotecas que empalman el cierre de unas con la apertura de otras, así está garantizada toda diversión para los chavales y pingües beneficios para los propietarios, que da la impresión de ser lo que más importa.
¿Quién genera este problema? ¿Son responsables los hijos, los padres, la Administración o, quizá, lo somos todos en alguna medida?
Con respecto a los hijos, ¿realmente prefieren este horario, o es que se ven empujados por otros? Me explico, he mantenido muchos diálogos sobre esto entre la familia, amigos, compañeros, etcétera, y observo que, cuando se reprende a un hijo por llegar tarde o se les pone una hora (según nosotros razonable) para regresar, la respuesta de ellos más o menos es: "Siempre tengo que ser yo el primero del grupo que se va a casa"; o "pero, papá, cómo me vengo a casa a la hora que me dices, si es cuando empieza el ambiente".
Si esto es así (y me consta que sí lo es), estamos en cierta manera fastidiando a nuestros hijos porque les limitamos sus relaciones con otros jóvenes, que tan necesarias son en estos críticos años de la adolescencia o poco más; por el contrario, si lo permitimos estamos colaborando en la proliferación de esta conducta que tratamos de evitar; he aquí la disyuntiva y el motivo de quebraderos de cabeza de la mayoría de los padres.
Veamos ahora la responsabilidad de la Administración.
Si ésta presentase las medidas necesarias de cierre generalizado de establecimientos, no dando lugar al trasiego de un sitio a otro, en cierta medida el problema podría entrar en vías de solución. Posiblemente se tardase un tiempo hasta que la juventud se adaptase a las normas, al no disponer de lugares donde distraerse a esas horas, y muy posiblemente con el tiempo se alegrarían, dado que dispondrían de, mañanas para otras actividades que no fuesen las de dormir, que en general es a lo que las dedican si han pasado la noche de juerga. No se te ocurra pedirles que te traigan el pan, periódico o cualquier otra necesidad, porque tienen que descansar.
Posiblemente quedarían atenuados muchos actos de vandalismo que se producen amparados en la noche, y no hablemos de los accidentes de tráfico (no hay más que mirar las negras estadísticas) bajo el efecto de drogas o alcohol.
Resumiendo, pienso que es una labor de todos el intentar cambiar estos hábitos en la juventud., que, insisto, con el tiempo nos lo agradecería. Dada la proliferación de estas conductas, si la Administración no pone los medios a su alcance (que los tiene), a los padres se nos escapa de las manos.-
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