Estreno en la otra acera

El estreno de Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, una alocada comedia musical del australiano Stephen Elliott, reunió anoche a todas las petardas, modernos y drag queens de Madrid. Nadie se quedó en el armario, y el desfile de plumas, lentejuelas y maquillaje atrajo a los mirones hasta las puertas del cine Capitol. Las drag queens (neologismo aplicado a los travestis con glamour), querían lucir su palmito en público, pero no había pasillo de alfombra roja para sembrar el escándalo y el espectáculo. Se echó en falta. Luis Antonio de Villena, Francisco Umbral, Eduardo Mendicutti y otras firmas españolas se codeaban con estrellonas tocadas de conos brillantes e impresionantes plataformas al estilo petrolífero. La depilación brilló por su ausencia. Hasta que llegó Priscilla. Fue la última, pero fue la mejor. Como en la película, Priscilla es un original autobús en el que viajaban las figuras de la noche: Shanghay Lili y Betty Brown, Psicosis Gonzales, Vampirella y su cohorte de locas. En pie, sobre el autobús, una figura plateada se dejaba mecer por el viento gélido en un despliegue inaudito de papel aluminio. Shanghay, de blanco y negro y pamela calada, se dejaba llevar por dos gateantes chulazos. Desnudos y provocadores, los adonis y sus chicas pusieron el color.