Consejos al visitante
Madrid no es sólo Las Meninas & Velázquez y Los fusilamientos de Goya, las manolas con claveles en el pelo y los callos a la madrileña, estimado visitante, sino una fascinante metrópoli, espejo de una muy antigua grandeza, que guarda tantos secretos como los pasillos del Vaticano y tantas sorpresas como la piñata del hijo de un torero. ¿Acaso no dijo Gontrán el Cantante que en Madrid el sol se acostaba 89 veces? (Aludía a los famosos crepúsculos en el Madrid de los Austrias -no perdérselo en Puerta Cerrada, sobre las 19.30- y al número de calles que oficialmente tenía la ciudad en aquel tiempo). Por todo ello, y visto que ahora las calles de Madrid son más bien 8.990, el visitante no se debería perder la nueva ruta turística propuesta este invierno por el Ayuntamiento, y que conduce a los vertederos de la ciudad. Allí se puede apreciar el color y el olor del poder cuando se ha perdido -cosa que en Madrid ocurre de cuando en cuando, aunque rara vez lo parezca-, y también apreciar el mayor despliegue occidental de detritos de gente famosa, conseguidos gracias a la colaboración de una prensa rosácea que, por mucho que se empeñen, no tiene equivalente en el mundo conocido.
También es reciente iniciativa del Ayuntamiento una ruta por la última arquitectura de la ciudad. Así, además del enchufe de las Torres de Colón, el faro de la Moncloa, el circo de la M-30, el gran velero de la Vaguada, las torres de la plaza de Castilla inclinadas para intimidar a los detenidos en los Juzgados, y otras realizaciones memorables, el visitante puede apreciar proyectos urbanísticos sin equivalente en la Europa no ex comunista, como los reservados a Aravaca, la antigua ciudad de los militares americanos en el Soto de la Moraleja o, lo más espectacular, los nuevos barrios de edificación masiva: allí, con el argumento de que los jóvenes necesitan vivienda (por lo visto, hubo un tiempo en que no la necesitaban), con un poco de suerte se puede ver a verdaderos ejércitos de arquitectos funcionalistas erigiendo en serie monumentos al ángulo recto a lo largo de kilómetros y kilómetros de calles perfectamente geométricas que incitan al trabajo y adelantan los crepúsculos. Y esto, que en Estocolmo sería una tragedia, es en Madrid una ventaja. Aquí sobra sol y, en última instancia, la medida redundará en un ahorro masivo de aire acondicionado y contaminación.
Aunque Madrid no es Sevilla (evidentemente), algunas de sus procesiones y verbenas tienen estos días un atractivo que sin embargo no debe ocultar el hecho innegable de que ésta es la capital del teatro, el vodevil y el espectáculo.
No es fácil verlos fuera de temporada, pero actores consumados, que en algunos casos consiguen realizar giras internacionales, representan los grandes clásicos de todos los tiempos: aquí se representan sin pausa El diablo cojuelo, Tartufo, La vida es sueño, El misántropo y Otelo con Yago en el papel protagonista. La Celestina agota semanalmente taquilla en por lo menos tres o cuatro portadas de semanarios no aptos para mayores, y los personajes en busca de productor se atropellan en las mentes aceleradas de cientos de guionistas de televisión -los nuevos triunfadores, y si no al tiempo- que ya no quieren, pues no resulta tan rentable, hacer oposiciones a abogado del Estado.
La gloria, por lo demás, es fácil, al menos en su versión de plástico. Quizá no sea éste ya el país donde uno se puede hacer rico más rápidamente, como dijo un ministro de otra, época pero en cambio basta salir en un programa de medianoche contando cochinadas o, peor, bobadas, para obtener una celebridad instantánea y, aunque pudiera parecer lo contrario, casi permanente: el Olimpo es aquí una urbanización apretada en la que conviven (en chalés adosados) cupletistas, presentadores de televisión, pillos, escritores de la guerra civil y del posrock, elegantes ladrones, pornógrafos, caniches con cuarto de baño particular, famosos saboteadores de la leche en cantidades masivas y chismógrafos más destructores, mucho más destructores que sus propios chismes: y éstos, bajo la forma de bronceados tenistas y jovencitas intercambiables, también hacen parte del apretado elenco.
Es posible que muchos de ellos hayan salido estos días de vacaciones, pero no importa: da igual que sean ellos o sus imitadores, una legión. Es lo que tiene esta ciudad, que a menudo la farsa supera al drama original.
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