"Por lo menos podía correr, y estaba viva"
Una jornada intensamente emotiva vivieron ayer los familiares de las víctimas españolas del atentado de Omagh en su primer contacto directo con la situación. Desde la alegría por ver la rápida recuperación de algunos pequeños a la consternación y trauma colectivo por la pérdida del estudiante Fernando Blasco Ramos y la monitora Rocío Abad Ramos. El vicepresidente primero del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, transmitió a unos y otros un mensaje de esperanza. Los restos de las dos víctimas mortales iban a viajar esta madrugada a Madrid en un Hércules militar.
"Yo conseguí salir y la verdad es que vimos cosas horrible pero pensé que por lo menos podía correr y que estaba viva. Una bomba no te la imaginas y menos en otro país". Las palabras de Eva Felguera explicando ayer la trágica experiencia del atentado de Omagh tuvieron un efecto inmediato en Irlanda del Norte. Para su madre, que las escuchó por una emisora de radio, fue la prueba definitiva de que su hija estaba viva y bastante animada. Horas después, madre e hija se reencontraron en un dormitorio del hospital de Tyronne en medio de un revuelo de alegría. "Está encantada de ver a su madre. Es una chica estupenda, simpática y con un buen dominio del inglés. No necesita intérpretes para hacerse entender, es una intérprete muy efectiva", confirmó el obispo católico de Derry tras visitar a Eva, a su tocaya Eva Sanchez Coll y al resto de los ingresados en el centro hospitalario de la ciudad.
Al igual que las dos Evas, sus compañeros de estudios pudieron ver ayer por primera vez a sus familiares. Todos ellos viajaron a Belfast junto al vicepresidente primero del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, a bordo de tres aviones fletados por las autoridades españolas. La recepción en la zona militar del aeropuerto, así como en el resto del intenso y emotivo recorrido por diversas ciudades y hospitales, fue cálida, compasiva y enternecedora. Las expresiones del pueblo norirlandés, desde enfermeras y tenderos a representantes políticos, rondaron entre la solidaridad y una cierta sensación de vergüenza.
Álvarez Cascos se distanció de la comitiva para, dijo ayer, "dar tiempo a que cada madre vea antes a sus hijos": Por ello, su itinerario recaló en primer lugar en el centro de Omagh, una ciudad que dos días después del atentado, en el que murieron un total de 28 personas, sigue invadida por el silencio y la pena. "Vamos a tardar años en recuperarnos. Yo me libré por minutos pero he perdido a un buen amigo y eso no se olvida facilmente", comentó Cathal Queen, 19 años.
Acompañado por el responsable de Sanidad del Ministerio de Irlanda del Norte, John McFall, el vicepresidente español depositó un ramo de flores en el área donde explotó la bomba. "Deseo expresar mi solidaridad y condolencia. Poner de manifiesto el alto sentido de solidaridad que nos une a toda la humanidad frente a dramas como el sucedido aquí", explicó Álvarez Cascos. Junto a su ofrenda floral, cientos de ramos recordaban a los caídos: "Hermano: Como corderitos al matadero", leía una dedicatoria en referencia explícita a la carnicería presuntamente perpetrada por los disidentes radicales republicanos del autodenomeniado, IRA Auténtico.
Tras abandonar Omagh, Álvarez Cascos visitó junto al embajador de España en Londres, Alberto Aza, a los heridos hospitalizados en tres centros de Belfast. "Los familiares están ahora más animados que cuando llegamos. Los niños no preguntan detalles de la bomba sino que están felices de ver a sus madres. Unos olvidan sus dolores y heridas y las últimas sus preocupaciones", afirmó el ministro tras confirmar que el viaje de vuelta con los repatriados y familiares se retrasará hasta la jornada de hoy. Los heridos irán al hospital Doce de Octubre. Esta madrugada, sin embargo, iba a salir del aeropuerto de Belfast un avión de las fuerzas areas españolas con los féretros de los dos fallecidos. Acompañando a los restos mortales, se encontraban los padres de Rocío Abad Ramos así como el padre y abuelo del joven estudiante de 12 años Fernando Blasco. Junto a él murió el niño que era su anfitrión en su estancia en Buncrana (República de Irlanda), James Barker.
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