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Alimentos del futuro, un tortuoso debate

Las espadas están en alto entre los partidiarios de la modificación genética y sus detractores. Mientras en el mundo ya se están cultivando y comercializando los organismos transgénicos, el debate científico todavía no está cerrado. Tampoco el político. La UE aprueba de una en una las distintas variedades transgénicas. Y, fruto de la confusión reinante, la ruta puede ser algo tortuosa. Greenpeace explica que el Congreso votó unánimemente en 1996 en contra de autorizar una variedad de maíz patentada por una multinacional. Sin embargo, España se abstuvo en la votación europea por la que se aprobó su homologación. Y se aprobó con el único voto a favor de Francia (13 países en contra). "Una democracia un tanto particular", critican los ecologistas. Sin embargo, hay países como Austria y Luxemburgo que han prohibido su comercialización (la directiva otorga a los países legislar en contra). Y otros han prohibido el cultivo de maíz transgénico, como Italia y, curiosamente, Francia, que abrió la puerta. La organización ecologista alerta que estos cultivos pueden perjudicar el comercio español puesto que algunos países vetarán los productos agrícolas próximos a los cultivos transgénicos. Son varias las técnicas descritas en la ley por las que se consigue una modificación genética. Desde la transmisión de material genético con un vector (virus, plásmido bacteriano u otro ser) al organismo hospedante que se quiere modificar, hasta la incorporación directa de ese ADN a las células hospedadoras mediante microinyecciones o microencapsulaciones. También se considera una modificación transgénica la simple fusión de células con métodos que no se produzcan naturalmente. El objetivo de estos procesos es conseguir, lógicamente, mejoras en los organismos. Mejoras que pueden implicar que el vegetal modificado se pudra más tarde, proporcione una vacuna a la persona que se lo coma o que, simplemente, sea más resistente a un herbicida, lo que permite usar más cantidad de este producto en los cultivos. Mentira o verdad El debate científico estriba en varios puntos. Ecologistas y científicos contrarios dicen que las modificaciones genéticas pueden contaminar a otras plantas y transferirles propiedades que, en princiopio, sólo se deseaban para los productos originalmente manipulados. Los partidarios argumentan que la agricultura, desde sus origenes, se ha basado en la biotecnología, en la selección de variedades. "No hay una sola especie cultivada que no dependa del hombre", afirman. Los ecologistas aseguran además que ciertos genes de resistencia a antibióticos introducidos en vegetales son incorporados por patógenos bacterianos que pueden así hacerse resistentes, punto también negado por los partidarios.

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